Tú eliges
Mientras que el cumplimiento no está en manos del individuo, la voluntad sí está y es siempre libre. Por eso, incluso si no logras superar tus deseos físicos, o tus adicciones, siempre puedes tener la intención de superarlos.
El cumplimiento de una buena intención no es algo que esté en nuestras manos, y la esencia del libre albedrío radica en la intención que uno tenga. La dificultad que uno enfrenta para elegir el bien tiene que ver con la acción, que es algo que no está en nuestras manos. Hashem quiere aquello que sí está en nuestras manos, o sea, la voluntad. Desde el punto de vista de la voluntad, la capacidad elección de cada persona, no importa en qué nivel se encuentre, es absolutamente libre. ¿Por qué?
Pues bien – la respuesta es muy sencilla: la voluntad es la esencia del alma. Es su esencia interior. Es algo que uno siempre puede dirigir hacia donde desee. Es el único factor sobre el cual uno siempre tiene capacidad de elegir. Nada puede cambiar esto. Y esto no tiene nada que ver con la acción ni con el cumplimiento, porque incluso en lo referente a acciones que uno se ve impedido de llevar a cabo, uno siempre puede desearlas. Por lo tanto, el concepto de “libre albedrío” existe en forma absoluta únicamente en la intención que uno tenga. La esencia del libre albedrío es querer actuar en conformidad con la voluntad del Creador. Lo único que Él espera de ti es que ejercites tu libre albedrío. Hashem quiere que creas en Él y, por eso, tienes que querer tener fe, tener emuná. Hashem quiere que evites las transgresiones y, entonces, tienes que querer evitarlas. Hashem quiere que estudies toda la Torá y, por ende, tienes que querer saber toda la Torá. De acuerdo con este enfoque, Hashem quiere que quieras todo lo que Él quiere.
El lector podrá preguntar: “¿Usted está queriendo decir que no tenemos necesidad de hacer, y que es suficiente con querer?”. ¡No! ¡En absoluto! Si tienes la capacidad de cumplir la voluntad de Hashem, entonces, por supuesto que tienes que querer y tienes que hacer. Si tienes la capacidad de hacer, por supuesto que tienes que querer, y rezar, y esforzarte y cumplir. Pero en lo referente a todas aquellas cosas que te ves impedido de cumplir, en ese caso, tienes la obligación de querer, y de querer aún más y de seguir queriendo y de orar. Tal como hemos visto, el ejercicio del libre albedrío se considera equivalente al cumplimiento propiamente dicho. Si te aferras bien fuerte a tu voluntad, Hashem te va a conducir por el camino indicado para que finalmente puedas hacer realidad ese anhelo y cumplir lo que te has propuesto.
Hemos aprendido que, mientras que el cumplimiento no está en manos del individuo, la voluntad sí está y es siempre libre. Por eso, incluso si no logras superar tus deseos físicos, o tus adicciones, siempre puedes tener la intención de superarlos. Incluso si no logras hablar con Hashem, siempre puedes querer hablar con Él. Incluso si no logras estar alegre, siempre puedes querer estarlo. E incluso si no logras querer con todo tu ser, siempre puedes “querer querer”. Tu intención es lo más importante de todo. La intención se considera igual a la acción y vas a recibir tu justa recompensa por tus buenas intenciones, igual que si hubieses llevado a cabo lo que te proponías. Lo que Hashem quiere es la intención, la voluntad, ya que eso constituye la esencia de tu capacidad de elección.
Aquel que concede sabiduría me concedió el mérito de formular este concepto: que la esencia del libre albedrío radica en el ejercicio de la voluntad, ya que el ejercicio de la voluntad siempre es libre y uno siempre tiene la capacidad de cambiarlo en forma inmediata. También me di cuenta de que intuitivamente llegué a la misma conclusión que el Rabino Imrei Emet de Gur (tal como aparece citado en Mitzvoteja Shaashuatí: Imrot HaPnei Menajem), quien desafía la afirmación del Jida. El Jida escribe que “No hay nada que se oponga a la voluntad de la persona”, implicando que el individuo puede de hecho hacer realidad cada cosa que se propone y que no existe querer algo y no poder lograrlo. Pero el Imrei Emet señala que la Guemará en Brajot 6ª contradice esta afirmación cuando dice: “Si la persona tuvo la intención de cumplir una mitzvá pero se vio impedida de hacerlo, las Escrituras consideran como si la hubiera cumplido”. Esto parecería estar diciendo que hay cosas que uno no puede obtener, por mucho que lo desee. Uno puede ver sus intentos frustrados incluso queriendo algo con toda su alma.
El Imrei Emet luego explica que se puede justificar la afirmación del Jida interpretando la frase “No hay nada que se oponga a la voluntad de la persona” en el sentido de que no hay nada que pueda evitar que una persona ejercite su voluntad. Esto no significa que uno puede obtener todo lo que desee, sino que, si bien es posible evitar que alguien obtenga algo, es imposible evitar que quiera obtenerlo, ya que su voluntad es libre. Uno puede tener muchos motivos y justificaciones para no haber tenido éxito en la vida, pero no tiene ningún motivo para no haber querido tener éxito, ya que no existe nada que pueda oponerse a la voluntad ni bloquearla, ya que el poder del libre albedrío es, como la misma palabra lo dice, libre.
Por lo tanto, la voluntad es lo único que siempre es absolutamente libre. Uno no siempre puede cambiar la realidad, pero su libre albedrío es la fuerza que lo motiva a alcanzar todo lo bueno y servir a Hashem de todas las maneras posibles (tal como explicaremos a continuación). Por eso, lo primero que tienes que hacer es ejercitar tu libre albedrío. Es verdad que las consecuencias prácticas no siempre van a ser inmediatas, pero el cambio en tu voluntad sí lo es, y entonces se considera como si ya hubieras logrado lo que deseabas y ya has hecho lo principal, que es ejercitar tu capacidad de elección. Y este factor, que es el principal, está siempre a tu disposición. Incluso si enfrentas obstáculos difíciles o directamente insuperables, tu voluntad siempre es libre.
Además, aun si en la realidad no logras alcanzar algo o cambiar una situación dada, siempre puedes ejercitar tu voluntad. La voluntad es algo tan libre que incluso si alguien le pone un revólver en la sien y le dice “No quieras”, y la víctima responde “No quiero”, dentro de su corazón puede querer sin límites. La intención que uno tiene dentro del corazón es la esencia de su libre albedrío, porque su voluntad es algo interno que nadie puede tocar y que está única y exclusivamente en sus manos.
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