¿Qué está haciendo Dios?
Fue la primera vez que se oyó una sirena en Jerusalén desde la Guerra del Golfo, en 1991. En las calles se veían mujeres y niños corriendo en busca de refugio…
Fue la primera vez que se oyó una sirena en Jerusalén desde la Guerra del Golfo, en 1991. En las calles se veían mujeres y niños corriendo en busca de refugio…
El Rabino Arush ha mencionado en repetidas ocasiones que la Emuná, la auténtica y firme fe en Di-s, no es algo que esté reservado a unos pocos elegidos; la Emuná es para todos. Es por eso que él se tomó el trabajo de traducir su libro En el Jardín de la Fe a tantos idiomas, incluyendo alemán y persa, que es el idioma que se habla en Irán. ¡Queremos que todo el mundo conozca a Dios! Porque, al fin y al cabo, si nos preguntamos qué es lo que quiere cada uno de nosotros, más allá de la propaganda y las mentiras que difunde la Mala Inclinación, nadie quiere que haya más derramamiento de sangre en el mundo ni más tragedias.
Pero hace falta un enorme esfuerzo para salir de los patrones vigentes y el condicionamiento que ya está tan arraigado dentro de nosotros, y que hace que la gente piense que es aceptable odiar o usar la violencia para resolver sus problemas personales o nacionales. Una vez más, la respuesta es que la persona violenta se conecte con Dios y empiece a preguntarse a sí misma: “¿De qué modo la violencia me ayuda? ¿De qué forma me ayuda a alcanzar mis objetivos? ¿De qué manera protege a mi familia o me ayuda a tener esperanza o calidad de vida?”.
Al momento de escribir estas líneas, nos están enviando varios mensajes muy dramáticos y muy duros. No olvidemos que apenas hace algunos meses el Huracán Sandy atacó ferozmente la costa este de EEUU, destruyendo muchas comunidades religiosas judías. ¿Por qué? En Long Beach, donde yo solía vivir y estudiar en una yeshivá antes de venir a Eretz Israel, muchas de las casas de los rabinos con los que yo solía estudiar fueron completamente destruidas.
¿Por qué pasó algo así? ¿Por qué HaShem hizo algo así?
¿Por qué después de aquella tormenta, cada vez que agarro un periódico judío para informarme acerca de las consecuencias de la tormenta, más que nada me encuentro con historias de buenas acciones, de acciones solidarias que los judíos hicieron los unos por los otros? No estoy diciendo que no sea algo maravilloso oír hablar acerca de todas estas organizaciones y todas estas personas que hicieron todo lo posible por ayudar y actuar en forma solidaria de la forma que pudieran, ya fuera dando dinero, o donando alimentos, o dejando que perfectos extraños durmieran en sus casas, porque las casas de ellos estaban completamente inundadas y eran inhabitables.
Todo eso es extraordinario. Pero después de leer seis o siete páginas de todas esas fantásticas historias, no encontré ni una sola oración que explique qué significa todo esto o cuál es el mensaje que Dios está tratando de transmitirles a todas esas comunidades. Nadie dice ni una palabra respecto al modo en que debe reaccionar la persona religiosa ante el Huracán Sandy o qué es lo que deberíamos hacer todos ante esta situación tan dura y tan difícil, a fin de poder empezar a quebrar los duros decretos que penden sobre nosotros.
Seguro: siempre podemos dejar a Dios fuera de la escena, y hablar solamente de la solidaridad de la gente y no fijarnos en qué es lo que necesita un cambio. Pero si hacemos eso, entonces obviamente nada va a cambiar, por lo menos desde nuestra parte de la ecuación. Pero entonces no nos estamos conectando con Dios. No nos estamos planteando los difíciles interrogantes que nos van a llevar a realizar increíbles descubrimientos y nos van a ayudar a progresar. Cuántos de nosotros rehuimos de hacernos preguntas difíciles como estas. Hasta que no conocí al Rabino Arush, yo tampoco me solía hacer estas preguntas, pero lo que ocurre es que ellas son las que proveen el combustible para el verdadero crecimiento, para la verdadera claridad y la verdadera conexión. Y si no ponemos en marcha el proceso, entonces nada va a cambiar ni mejorar. Y punto.
Durante la última guerra, Pilar de Defensa, un viernes a la noche sonó la sirena en Jerusalén debido a que los árabes dispararon misiles en dirección nuestra. Fue la primera vez que se oyó una sirena en Jerusalén desde la Guerra del Golfo, en 1991. En las calles se veían mujeres y niños corriendo en busca de refugio. Los hombres se quedaron en las sinagogas diciendo más Salmos en respuesta a la situación. Toda la semana, los niños volvían a las casas de la escuela temblando de miedo.
Estas cosas nos despiertan de nuestro letargo. Nos hacen dar cuenta de que nadie es inmune a los grandísimos y dramáticos mensajes que nos está enviando Dios. En los EEUU fue el huracán. Y hace unas cuantas semanas, fue en Boston. En Israel tuvo lugar otra vuelta más de guerra sin que haya promesas de paz para el futuro. Y en el resto del mundo también están pasando cosas fuertes. Dios no hace todas estas cosas para que tengamos miedo ni para que nos pongamos tristes, sino para que nos despertemos y nos demos cuenta de que si nos apegamos a Él, entonces no tenemos nada de lo que preocuparnos. Aquellos que hablan con Dios una hora por día, los que están sumidos en el estudio de la Torá y que no se distraen con los titulares de los periódicos, que analizan los detalles de la guerra o del huracán o de la bolsa de valores o del último desastre del medio ambiente -la gente de Emuná – esas personas todavía se mantienen estables. Todavía siguen funcionando y no se sienten paralizadas por el miedo, ni siquiera cuando la situación se vuelve aterrorizante. ¿No te dan ganas de ser uno de ellos?
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