Somos lo que Pensamos
La gente se siente desconcertada, confusa, desorientada y deprimida, y es porque no se conoce a sí misma. Obviamente, es muy frustrante no saber quién es uno.
El concepto de “crisis de identidad” es algo que abunda en estos días. La gente se siente desconcertada, confusa, desorientada y deprimida, y es porque no se conoce a sí misma. Obviamente, es muy frustrante no saber quién es uno. Y lo que es más, la gente gasta un montón de tiempo y un montón de dinero tratando de averiguar quién es.
Pero ¿para qué todo este embrollo? En realidad, es muy fácil saber quién eres.
La persona es aquello que piensa. Y lo que piensa está en el cerebro. En ese sentido, la persona es toda esa información que ella misma hace entrar a su cerebro, pues esa información es la que da origen a sus pensamientos.
Esto es muy fácil de comprender si comparamos el cerebro humano al disco duro de una computadora. Pongamos por caso que tres personas diferentes compran el mismo modelo básico de computadora. Uno es un diseñador gráfico que descarga en la computadora la última versión de Photoshop. El segundo es un músico que carga en su computadora los mejores programas de grabado y edición de música. El tercero es un contador público cuya computadora está cargada de toda clase de programas de cálculo de impuestos y de interés. Tenemos entonces tres computadoras idénticas, pero debido a los programas que contiene cada una, o sea, la información que se descargó en cada una de ellas, cada una es completamente diferente de la otra. Porque el contador no va a hacer el mix final de diez bandas musicales en su computadora ni el música va a calcular una devolución de impuestos en la suya. Cada una es distinta. Vemos entonces que la computadora consiste de la información que se le introdujo: el software, no el hardware.
Con el cerebro humano ocurre algo muy semejante. La información que descargamos al cerebro es la que determina quiénes somos. Pongamos por caso un profesor de física que consagra toda su vida a su disciplina intelectual específica. A él no le vamos a hacer un examen de antigua historia china, porque simplemente no cuenta con esa información.
Rabí Najman nos enseña que los buenos pensamientos constituyen la buena inclinación y que los malos pensamientos constituyen la mala inclinación del individuo. Si tenemos en cuenta lo que dijimos antes, que la información que uno mete en el cerebro es la persona misma, entonces podemos llegar a la conclusión de que la tristeza, la depresión, la desesperación y demás emociones negativas son todas resultado de la información negativa que uno descargó en su cerebro. Y viceversa: la alegría, la paz interior, el amor y el optimismo son todos producto de la información positiva que uno descargó en su cerebro.
La alegría y la actitud positiva frente a la vida dependen entonces de descargar al cerebro la mayor información positiva posible y la menor información negativa posible. Por eso es necesario que sepamos diferenciar la buena información de la mala información.
Los pensamientos negativos son, como hemos visto, producto de la información negativa que descargamos en el cerebro. Y ese es el origen de la mala inclinación que tenemos dentro de nosotros mismos. En algún momento dejamos que la negatividad nos entrara en la mente. Por ejemplo, cuando un hombre no cuida sus ojos y mira a cualquier mujer que no sea su esposa, esa imagen le entra al cerebro. Una vez que está en el cerebro, esa imagen ya es parte de él. Si bien él no hizo nada más que mirar, ahora está llevando en su cerebro la imagen de una mujer desconocida. Nuestros sabios enseñaron que la mera contemplación de un pecado es aún peor que el pecado mismo, ya que contamina el cerebro. Y cuando uno tiene dentro del cerebro información prohibida, la mala inclinación se vuelve mucho más poderosa. Y entonces uno sufre, y en especial en el ámbito de la paz conyugal, el sustento y la paz interior. Y toda la negatividad empezó con la información negativa que introdujo al cerebro.
Por desgracia, a diferencia de la computadora, nosotros, los seres humanos, no podemos simplemente borrar del cerebro la información negativa. Pero sí existe una forma de neutralizarla hasta el punto en que ya no ejerce una influencia negativa. ¿Cómo? Estudiando Torá en forma intensiva. La diferencia entre el estudio superficial y el estudio intensivo es que el segundo tiene la capacidad de cambiarle a uno la vida. Por eso, cuando estudia libros como “En el Jardín de la Fe” o “En el Jardín de la Paz” con la intención de implementar todo lo que aprende, esto se considera un estudio intensivo.
El estudio intensivo nos llena la mente de pensamientos positivos. Y cuanto más uno llena el cerebro de información positiva, menos lugar queda para la información negativa. El enojo, la tristeza, la depresión y la ansiedad se vuelven parte del pasado. Por eso, uno nunca tiene razón para desesperarse. Si uno lo desea, puede cambiar y mejorar en este mismo momento: lo único que tienes que hacer es empezar a llenarte el cerebro de pensamientos positivos. Te garantizo que va a funcionar. A los demás no los podemos cambiar, pero sí podemos cambiarnos a nosotros mismos. Y cuando lo hagamos, también vamos a ejercer influencia positiva en nuestra pareja y en nuestros hijos. Todos se benefician. ¡Que tengan una semana llena de bendición!
2/13/2021
Muchas gracias Rabino. Que increíble sabiduría tiene en su corazón y gracias a Dios que nos comparte todo esto.
7/16/2019