El Día que Los EEUU Borraron a Dios

El día en que los EEUU oficialmente dieron el primer paso rumbo al abandono de Dios fue el 16 de septiembre de 1914.

Ese fue el día en el que las Fuerzas Aéreas de los EEUU borraron el requisito de incluir la frase “que Dios me ayude” de su juramento de reclutamiento. En realidad, el que lo quitó fue le Departamento de Defensa norteamericano. Y todo debido a que las Fuerzas Aéreas fueron amenazadas con un juicio por no permitir que un aviador ateo volviera a enrolarse después de que borró la referencia a Dios del juramento.
Suena como algo sin importancia, en especial en una sociedad que valora la separación de estado e iglesia.

Pero lo que importa aquí es el momento en que se llevó a cabo. Ahora los EEUU están librando una guerra santa, que es como la percibe el enemigo. Los EEUU están en guerra con los terroristas de ISIS, cuyas creencias los llevan a sacrificar y torturar a no creyentes en su sangrienta ruta hacia un califato global. Su creencia es tan fuerte como su mal y están ansiosos de asesinar en aras de ella.

Si bien en su siniestra bandera negrala ISIS proclama amenazante que “no hay dios excepto Allah”, el Departamento de Defensa de los EEUU está borrando en forma activa el nombre de Dios allí donde ya existía. El Departamento de Defensa ha decidido enfrentar la maléfica fe de ISIS con una falta de emuná en Dios.

Sin embargo, la Emuná en Dios siempre ha sido parte integrante de la historia de los EEUU. Norteamérica fue creada y gobernada a lo  largo de toda su historia como una nación temerosa de Dios o, por lo menos, consciente de Dios.

Cuando llegaron a Norteaméica los puritanos provenientes de Inglaterra en el año 1630 en el barco Mayflower, fue con el objetivo de crear “una ciudad de Dios”.

Cuando los Padres Fundadores redactaron la Declaración de la Independencia en 1776, reconocieron a Dios declarando que “todos los hombres son… dotados por su Creador con ciertos derechos inalienables”. Y hasta el himno nacional norteamericano, “La Bandera Estrellada”, compuesto en 1814, reconoce a Dios en los versículos que dicen “Alabe el Poder que ha logrado y que nos ha conservado como nación… Luego conquistar debemos cuando nuestra causa sea justa…Y este sea nuestro lema: «En Dios está nuestra Confianza»”.
 
Esa frase: En Dios está nuestra confianza – In God we Trust– comenzó a aparecer en las monedas (como un Acta del Congreso) en 1864 y finalmente pasó a ser el moto nacional del país hace apenas 58 años, cuando el Presidente Eisenhower lo transformó en ley.
 
Y esta otra frase de conciencia de Dios, “que Dios me ayude”, sella los juramentos del Presidente, de las justicias de Corte Suprema, de los miembros del Congreso y de los nuevos ciudadanos. Hoy en día, el Ejército, la Marina y la Infantería de Marina les dan a todos los reclutas la opción de decir “que Dios me ayude”.
 
Pero los reclutas de la Aviación, eso ya dejó de ser una opción.
 
Esto demuestra que el liderazgo se ha descarrilado del legado norteamericano de reconocer a Dios, y precisamente en época de guerra. Esto contrasta radicalmente con una época en la que los presidentes y los líderes norteamericanos valoraban la relación de Norteamérica con Dios.
Hace aproximadamente un siglo y medio, el Presidente Abraham Lincoln se sentó a un escritorio de la Casa Blanca y colocó encima de él un pedazo de papel. Lincoln se sentía angustiado por la Guerra Civil y decidió anotar sus pensamientos más personales. En lugar de expresar su frustración por los generales o sus enemigos políticos, Lincoln escribió lo que más le ocupaba la mente.

Escribió acerca de Dios.

Lincoln inició sus líneas con la frase “La voluntad de Dios es la que prevalece”.

Luego prosiguió: “En las grandes contiendas, cada lado afirma actuar en conformidad con la voluntad de Dios. Es posible que ambos equivocados y es necesario que por lo menos uno esté equivocado. Dios no puede estar a favor y en contra de lo mismo al mismo tiempo…”.
Las reflexiones personales de Lincoln en ese pedacito de papel no tenían ni fecha ni título, si bien posteriormente se dio a conocer como “Meditaciones acerca de la Voluntad Divina”. Esto nos demuestra que Lincoln, en su calidad de 16º presidente de los EEUU, había abrazado el primer principio de Emuná de que todo proviene de Dios, incluso la Guerra Civil. Al parecer, él también comprendió el segundo principio de Emuná, que Dios hace todo para bien, que es la razón por la que algunos historiadores piensan que las “Meditaciones acerca de la Voluntad Divina” lo llevaron a creer que Dios deseaba la Guerra Civil para que los esclavos en Norteamérica finalmente alcanzaran la emancipación”.

Lincoln no es más que un ejemplo del liderazgo norteamericano que tenía una conexión con Dios y con la Emuná. Sin embargo, los EEUU cuentan con una larga historia de prejuicios, racismo y antisemitismo, y en especial dentro del medio religioso (la figura radial Padre Coughlin en la década del ’30 era un notorio antisemita)., pero la nación surgente no obstante fue conducida con  un total reconocimiento de Dios y de la Divina Providencia.

El reconocimiento de Dios en medio de las naciones y toda la humanidad es aquello por lo que nosotros los judíos oramos cada día en las plegarias de Kadish y Aleinu. Nosotros los judíos oramos para que la era del Mashíaj llegue rápidamente en nuestros propios días, y así podamos ser testigos de este universal reconocimiento de Dios.

Los líderes rabínicos de nuestra época coinciden en que la nuestra es la generación del Mashíaj. Por eso, resulta un tanto irónico que el Departamento de Defensa de los EEUU, en vez de ir para adelante, vaya para atrás, tan cerca de la línea de llegada, borrando el nombre de Dios del texto del juramento de los nuevos reclutas. Con el surgimiento de la siniestra organización ISIS y su plan de conquistar el mundo entero, por no decir nada de una Irán con bomba atómica y la epidemia de Ebola, ahora no es momento para apartarnos de Dios.
Todo lo contrario: ahora es el momento más indicado para fortalecer nuestra Emuná y reconocer a Dios.

Porque ahora necesitamos la protección de Dios más que nunca!