Los blues del final de los días
Para nosotros, que vivimos en este tan vulnerable siglo veintiuno, la historia de Rab Itzjak sirve de poderoso recordatorio de que la hora más oscura llega justo antes del amanecer
La verdadera historia del Rav Itzjak Gelbach puede sonarles muy del siglo veinte, con toda su policía secreta soviética y su virulento antisemitismo, pero es también un mensaje fundamental para la época caótica en la que vivimos, y que puede ayudarnos mucho a enfrentar los momentos más difíciles.
¿Los momentos más difíciles?
A medida que vamos adentrándonos más y más en lo que los profetas dieron a llamar “el Final de los Días” y lo que los sabios talmúdicos llaman “los dolores de parto del Mashíaj”, puede suceder prácticamente cualquier cosa en prácticamente cualquier momento. Los titulares de los diarios advierten de un posible colapso económico global, de masacres jihadis a gran escala, de una guerra mundial nuclear iniciada por Irán o por Corea del Norte y catástrofes naturales peores aún que el mortal terremoto y el tsunami que causó la fusión del reactor nuclear de Fukushima en Japón en 2011.
¿Qué aspecto tendría nuestra emuná si las cosas se pusieran realmente difíciles? ¿Cómo podemos internalizar los principios fundamentales de emuná de que todo proviene de Hashem y todo es para nuestro propio bien si la situación parece ser desesperante?
He aquí una táctica: recordemos lo que le pasó a Rav Itzjak Gelbach.
La historia de Rav Itzjak comenzó cuando él era un joven que vivía en Lituania bajo el régimen soviético. Él vio cómo los soviéticos liquidaban el judaísmo en Europa Oriental y quiso hacer algo para preservar la vida judía. Si bien iba en contra de la ley soviética, él publicó un calendario judío de diez años para que los judíos por lo menos supieran en qué fecha caían las festividades judías.
Un día, los soviéticos lo arrestaron, y le dijeron: “A ti te gustan los calendarios judíos, y por eso te sentenciamos a diez años en Siberia”.
Ahora bien: diez años en un campo de labores forzadas en Siberia significaban que iba a estar lejos de todo lo que él conocía –sus padres, sus amigos, sus libros de Torá, todo su mundo. Significaba diez años de labores forzadas en un clima rigurosísimo; diez años de magras raciones de comida y prácticamente morirse de hambre Diez años de violentas condiciones no sanitarias con tasas de mortalidad extremadamente elevadas. ¿Cómo iba a sobrevivir? ¿Cómo iba a observar la Torá? ¿Cómo era posible que esa fuera su recompensa por haber ayudado a los judíos de Lituania Soviética a conocer las festividades judías?
Una vez en la cárcel, sus días de trabajo duraban de 12 a 14 horas. Rav Itzjak logró soportar la brutalidad, el agotamiento, el hambre constante, día tras día, si bien uno de sus pulmones sufrió un daño permanente a causa del frío penetrante. Incluso logró obserar la Torá…
La pregunta es ¿de qué manera la pesadilla siberiana podía ser para su propio bien?
La respuesta: porque le salvó la vida.
Poco después de que Rav Itzjak fuera arrestado y enviado a Siberia, los alemanes invadieron Lituania en el año 1941. Y con el ejército nazi llegaron las Einsatzgruppen alemanas (unidades de matanza móviles) que, con la ayuda de los lituanos, aniquiliaron a la gran mayoría de los judíos que vivían en la Lituania rural. Después los alemanes liquidaron a la mayoría de los judíos que fueron forzados a los ghettos en las ciudades más grandes. Para cuando las tropas soviéticas reocuparon Lituaniaen el verano de 1944 los alemanes ya habían aniquilado a aproximadamente el 90 % de los judíos de Lituania.
Así que lo que parecía ser la peor maldición posible, o sea, ser sentenciado a labores forzadas en Siberia, resultó ser lo mejor que le pudo haber pasado a Rav Itzjak Gelbach.
Lo salvó de ser asesinado en el Holocausto.
Cuando terminó la guerra, los soviéticos liberaron a Rav Itzjak tras haber servido solamente cinco años de su condena de diez. Siendo un jasid Breslev, lo primero que hizo cuando se fue de Siberia fue ir a visitar la tumba de Rabí Najman de Breslev en Uman (si bien los alemanes la habían destruido). En Uman, conoció a la hija de la única familia judía que había en la ciudad, se casó con ella y emigró a Israel, y con el tiempo tuvo diez hijos.
Para nosotros, que vivimos en este tan vulnerable siglo veintiuno, la historia de Rab Itzjak sirve de poderoso recordatorio de que la hora más oscura llega justo antes del amanecer. Con su testimonio tan vívido de que la catástrofe puede ser en realidad la más grande salvación, recordar esta historia, junto con la plegaria personal que cada uno tiene que realizar a diario, puede ayudar a curar los blues del final de los días…
Porque detrás de los principales titulares hoy en día se oculta una vocecita preguntando: “Y qué pasa si…”. ¿Qué pasa si los terroristas islámicos se vuelven todavía peores? ¿Qué pasa si n colapso económico realmente hace que los bancos quiebren como ocurrió durante la Gran Depresión? ¿Qué pasa si, en una rugiente oleada de antisemitismo, los judíos otra vez vuelven a ser los chivos expiatorios de los problemas mundiales? ¿Qué pasa si los judíos de los EEUU son vistos como el enemigo y son forzados a campos de internamiento como ocurrió con los norteamericanos japoneses en la Segunda Guerra Mundial?
No importa lo que pase, no importa en qué situación lleguemos a encontrarnos, el solo hecho de recordar la historia de Rav Itzjak Gelbach puede ayudarnos a fortalecer nuestra emuná en que incluso las peores circunstancias pueden en cierta forma ser para nuestro propio bien, aunque todavía no logremos percibirlo.
7/04/2017
Desvio del hombre
Sr Rabino. Yonathan Galed Porque se arman los hombres reyes hasta convence y engaña los hijos de Dios que posesionan y el poder de Dios donde queda?
7/04/2017
Sr Rabino. Yonathan Galed Porque se arman los hombres reyes hasta convence y engaña los hijos de Dios que posesionan y el poder de Dios donde queda?