Pan, sangre y la Tierra de Israel

Descubre cómo cada bocado de pan israelí se transforma en la sangre vital de su pueblo, cimentando un vínculo milenario. No vas a creer cómo la ciencia se esconde tras este proceso Divino.

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David Ben Horin

Posteado en 16.07.24

Descubre cómo cada bocado de pan israelí se transforma en la sangre vital de su pueblo, cimentando un vínculo milenario. No vas a creer cómo la ciencia se esconde tras este proceso Divino.

Confía en el Señor y haz el bien; habita en la tierra y nútrete de fe. (Salmos 37:3)

Preguntémosle a cualquier judío que viva en la Tierra de Israel y compartirá la misma convicción: “Este es mi hogar. Independientemente de las dificultades económicas o las amenazas militares, este es mi hogar. Nunca me iré de aquí”.

Tras las masacres del 7 de octubre, la sabiduría convencional predijo lo contrario. Los trabajadores extranjeros huyeron a la primera oportunidad. Del mismo modo, en los meses siguientes al estallido de la guerra entre Rusia y Ucrania, cientos de miles de rusos y ucranianos buscaron refugio en Europa, Estados Unidos e Israel.

Pero para los judíos, la historia fue diferente. Desde el 7 de octubre, más judíos han elegido vivir en Israel.

Desde un paramédico en Pittsburgh hasta un grupo de amigos israelíes acampados en Islandia, pasando por Jerry Seinfeld, cuando sonó la alarma, todos los judíos supieron instintivamente a dónde pertenecía su corazón y lo siguieron a casa.

¡Qué santificación del Nombre de Dios!

Esta devoción inquebrantable simboliza que la Tierra de Israel fluye dentro de la sangre de cada judío.

Horneando la Tierra de Israel en cada pan

Todo comienza con “Hatikva”, el himno nacional israelí:

Mientras en nuestros corazones cante el alma judía,
Mientras hacia adelante, hacia el Este, hacia Sión, mire el ojo,
Aún no se ha perdido nuestra esperanza, bimilenaria, de ser un pueblo libre en nuestra tierra, la tierra de Sion y Jerusalén.

Parafraseando: Mientras el corazón y el alma del judío anhelen a Sión, seremos libres en la Tierra de Israel.

Hashem nos dice que el alma reside en la sangre. Nuestros cuerpos están diseñados Divinamente para que nuestros corazones bombeen constantemente este “recipiente de nuestra alma” a través de todo nuestro ser.


“Hatikva” no sólo expresa esperanza, sino que también documenta esta profunda realidad.



En el Libro de los Números, los espías errantes describieron a Israel como “Una Tierra que consume a sus habitantes” (Bamidbar 12:32). En realidad, somos nosotros quienes consumimos la Tierra.

Cada año, miles de millones de semillas de trigo se siembran por toda la Tierra, desde Galilea hasta el valle de Jezreel y a lo largo del valle del Jordán.

Estas semillas extraen nutrientes del suelo sagrado. Al alimentarse de la tierra, la diminuta semilla crece hasta convertirse en un tallo alto, con 40 nuevas semillas. Cada grano de trigo contiene la esencia de la Tierra de Israel.


El panadero muele estos granos hasta convertirlos en harina, los mezcla con agua, sal y levadura, y luego los hornea produciendo jalá y pita.

Literalmente, está cociendo la tierra de la Tierra de Israel en algo que ingerirá en su cuerpo.

Cuando recitas Hamotzi sobre el pan y comes, estás consumiendo la Tierra de Israel.

Del pan a la sangre: Convertirse en la Tierra de Israel

Lo que ocurre a continuación es fascinante.

Nuestros dientes rompen el pan en pequeños trozos, que bajan por la garganta hasta el estómago. En el estómago, se liberan sustancias químicas que extraen los nutrientes y descomponen los alimentos en partículas lo suficientemente pequeñas como para entrar en el torrente sanguíneo.

Estas partículas ricas en nutrientes se unen a la sangre y circulan para nutrir todos los órganos, músculos y células.


O sea que este trozo de pan encarna el suelo mismo de la Tierra de Israel. Cuando lo comes, Hashem, a través del milagroso diseño de nuestros cuerpos, lo transforma en la sangre que corre por tus venas.

El pan es tan sólo un ejemplo.

También consumimos aceitunas, dátiles, granadas, vino, higos y productos a base de cebada (cereales y sopas). Las bendiciones de la Tierra de Israel se convierten literalmente en nuestra sangre.

Este proceso forma la conexión más íntima que tenemos con nuestra antigua y eterna patria.

En cada comida, la Tierra se convierte en una parte más de lo que somos.

La próxima vez que digas la brajá “Baruj ata Hashem, Elokeinu Melej Haolam, HaMotzi Lejem min Ha’aretz”, piensa en el viaje del pan y en su sagrada transformación.

Es algo más que simplemente un pedazo de tierra; es la Tierra que Dios les prometió a nuestros padres Abraham, Itzjak y Iaakov, a cada uno de nosotros, y a nuestros hijos, nuestra familia… nuestra sangre, por toda la eternidad.

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