La novia de blanco
Jeff Osias, el famoso editor de Saturday Night Live, lo tenía todo: mujer, hijos, fama, fortuna. Pero él amaba más que a nadie a su "novia de blanco"...
Las drogas ilícitas en los EEUU ahora están al alcance de todos y están por todas partes. Las van a encontrar en los barrios más finos, en los shows de TV ganadores de premios Emmy e inclusive en las colectividades e instituciones ortodoxas que suelen considerarse un refugio en medio de tanta oscuridad.
Sin embargo, esto no resulta nada sorprendente si consideramos que el mundo de Torá de Norteamérica hoy en día está rodeado por una cultura anfitriona plagada de drogadicción. Solamente en los últimos treinta días, 20 millones de norteamericanos con edades de más de 12 años fumaron marihuana, aspiraron cocaína (o fumaron crack), se inyectaron heroína, usaron inhalantes, ácido o ecstasy, meth, molly, PCP, esteroides, Vicodin, OxyContin y demás drogas recetados sin usar una receta. Y esto no incluye los 17,6 millones de norteamericanos que abusan del alcohol o directamente son alcohólicos. O los varios millones que se emborrachan a diario.
Entre estos drogadictos y alcohólicos hay muchos jóvenes judíos provenientes de hogares ortodoxos cuyas vidas van descendiendo en una espiral sin control, haciendo que salgan de las yeshivot y en muchos casos, mueran de sobredosis.
Consternado por estos datos, un hombre, Jeff Osias, comenzó una cruzada personal para ayudar a los jóvenes consumidores de drogas judíos y ayudar a acabar con la falsa idea de que el mundo judío es inmune a esta adicción. Y una de las formas en que lo hizo fue compartiendo su propia historia de adicción, recuperación y redención. Él quiso usar su historia para que sirviera de advertencia a los otros, porque ella demuestra cómo un buen joven judío de una buena familia judía con una buena carrera en radio y en televisión puede acabar siendo un drogadicto y un alcohólico.
La adicción de Jeff a las drogas comenzó a una edad inusualmente temprana a comienzos de la década de los ’50.
“Cuando yo era un joven estudiante en la escuela primaria, la maestra le dijo a mi madre que ‘él es un buen chico, pero no se queda quieto ni un minuto’. Mi madre me llevó al médico, que me recetó una píldora llamada Miltown, que es un tranquilizante. Entonces empecé a quedarme dormido en mi asiento. Entonces me recetó Dexedrine, que fue mi primer encuentro con una droga de aceleración. Pero él no me quitó el tranquilizante, y las dos eran recetas abiertas que no había necesidad de renovar, así que me hizo oscilar entre drogas que te aceleran y drogas que te tranquilizan. Antes de que me diera cuenta, ya me había vuelto adicto con tan sólo diez años de edad”.
La primera vez que Jeff probó el alcohol fue tres años más tarde en su propio bar mitzva. “Me encantó el sabor ya desde el comienzo”, dijo Jeff. “Siempre buscaba esa bebida que había probado en mi bar mitzva que tenía un sabor tan delicioso y me hacía sentir bien y que olía tan bien. No importa dónde estuviera, siempre ordenaba un scotch con soda, pero nunca tenía el mismo sabor. Entonces me di cuenta de que después de tres vasos, sí lo tenía”.
Habiéndose criado en Lyndhurst, New Jersey, donde su familia era la única judía, Jeff sentía que no encajaba con el resto. “Yo quería sentir que formaba parte, pero al ser el único judío, nunca me invitaban a las fiestas. Yo tenía pánico a quedarme solo y ese pánico hay que llenarlo con algo. Las drogas y el alcohol son solamente un síntoma”.
En 1962, Jeff consiguió trabajo de ingeniero en una estación de radio de New York. En el año 1969, Jeff ya se había casado y ya era padre y trabajaba en la radio de la NBC como ingeniero y editor. Todavía bebía y dependía del Dexedrine y de los tranquilizantes.
El abuso de sustancias alcanzó un nuevo nivel a mediados de la década del ’70. Siendo ahora un exitoso editor para el show de TV “Saturday Night Live” de la NBC, Jeff también se había vuelto adicto a la cocaína.
Refiriéndose a la cocaína como si fuera una mujer, Jeff dijo: “Ella se transformó en mi novia de blanco, y me llevaba de la nariz. Yo hacía todo lo que ella me pedía e iba donde ella me decía que fuera. Llegué a ser un total cocainómano. La amaba. Literalmente me quedé perdidamente enamorado de ella. No podía imaginarme vivir sin ella.
Entonces alguien me presentó a la metadona, y me gustó todavía más que la cocaína, porque me sentía más consciente. Las luces se veían más grandes y los sonidos eran más nítidos y podía memorizar todo el guión sin siquiera mirarlo. Por esa época tenía tres o cuatro shows al mismo tiempo. Trabajaba casi 24 horas al día, pasando de un programa al otro y entonces pasó algo muy raro. Perdí la bola rápida de la noche a la mañana. Llegué a un punto en el que las drogas ya no me hacían más nada. De repente es como un camino resbaladizo. Ves que está sucediendo y sientes que está sucediendo pero no sabes qué hacer al respecto. La situación llegó a un punto tal que a la mañana me tomaba un vaso de vodka para calmarme lo suficiente como para llegarme al baño, donde inhalaba un poco de anfetamina y un poco de cocaína y bajar rápido para poder llegar a New York a un bar que abría toda la noche para poder beber algo antes de empezar a trabajar. Toda mi vida se cernía en torno a conseguir un trago y más drogas.
Me harté de estar harto. Era como si en todo el mundo no hubiera suficientes drogas ni alcohol para volver a estar totalmente colocado y me seguía sintiendo pésimo. Todas las sensaciones excitantes que había tenido al principio no las tenía más. No lograba pensar. No podía entender lo que me decía la gente. No lograba seguir instrucciones simples de los productores. La vida se volvió un suplicio. Incluso teniendo una esposa, dos hijos, las mejores escuelas y los mejores campamentos, una casa hermosa, tres automóviles… todo eso no significaba nada para mí”.
Una noche, Jeff fue a visitar a un amigo y después llegó a su casa. Al llegar, vio toda la entrada llena de gente y de autos. Y entonces le dijo a los gritos a su esposa: “¿Qué hace acá toda esta gente?!”. Entonces le dijeron que era la fiesta de graduación de su hijo. Se había perdido la graduación de su hijo.
Para Jeff Osias, ese fue el comienzo del fin.
Le iba a llevó toda una década volver a recobrar la sobriedad. Jeff decidió hacer él solo el proceso de desintoxicación, que fue algo muy peligroso y que fue lo que le causó el primer infarto. También empezó a ir a las reunioes de AA – Alcohólicos Anónimos, que fue donde conoció el concepto de emuná, que finalmente habría de asimilar, viviendo como un judío observante de Torá. Entonces se volvió a casar, y formó una nueva familia, más grande que la primera, y vivió una vida lleno de emuná.
Él usó su emuná para ayudar a dar aliento a miles de personas en su programa de radio semanal “The New Jewish Wake Up Call”. Su mensaje era directo y consistente: consigue la ayuda que necesitas pero sé consciente de que no estás en control de la situación. Hashem es el único que tiene el control”.
Jeff Osias falleció como consecuencia de un infarto apenas dos días después del 29º aniversario de su retorno a la sobriedad, y tres días antes de Pesaj. Que su memoria sea una bendición. Y que su historia y su emuná continúen mejorando vidas de miles y miles de personas igual que cuando él estaba aún con vida.
9/15/2018
La novia de blanco
Me alegra mucho q toquen el tema de las drogas ya q es una situación q está destruyéndo personas y familias,nos podrían enseñar en mi caso q solución le podemos dar nosotras las esposas a este flagelo!!! Mil gracias
9/15/2018
Me alegra mucho q toquen el tema de las drogas ya q es una situación q está destruyéndo personas y familias,nos podrían enseñar en mi caso q solución le podemos dar nosotras las esposas a este flagelo!!! Mil gracias