El anhelo de los justos

“Este es el camino de la Torá: come pan con sal; bebe agua en medida; duerme en el suelo; vive una vida de sufrimiento y dedícate a la Torá. Si lo haces, eres afortunado y te irá bien”

6 Tiempo de lectura

Grupo Breslev Israel

Posteado en 05.08.24

En el libro Hiljot Talmud Torá, de Rabí Shneur Zalman de Liadi, autor del Tanya y fundador del movimiento Jabad Lubavitch, trata del tema del anhelo y en especial en el caso de los tzadikim (justos). Escribe Rabí Shneur Zalman de Liadi (Shulján Aruj Harav: Yoré Deá, Hiljot Talmud Torá 3):

Dijeron los Sabios (Yoma 35b): Hilel obliga a los pobres a ser juzgados por el Cielo debido a que [él dominó la Torá a pesar de su pobreza y, por lo tanto, a las demás personas pobres se las compara con él]. Ellos no cumplen la mitzvá de estudiar Torá debido a que deben trabajar para ganarse la vida todo el día o la mayor parte del día. Pero ellos no hacen lo que hizo Hilel. Él cortaba leña todos los días y ganaba medio dinar. La mitad de esto se la daba al guardia de la sala de estudios que, por aquellos días, estaba situada en el campo, [para obtener el ingreso a la misma[. Con la otra mitad [de su salario] obtenía el sustento para sí mismo y para su familia ─vale decir, el valor de tres pundión (moneda antigua). Por aquellos días, con un pundión se podía comprar una hogaza de pan de un volumen de tres huevos (un poco más de 300 gramos). Y también usaba ese ]dinero] para demás gastos familiares, así como también para el Shabat y las festividades. Y si bien no todos tienen la capacidad de hacer literalmente esto que hizo Hilel, no obstante, se juzga a la persona teniendo en cuenta si quiso ser como Hilel, viviendo una vida de abnegación.

Tratemos de comprender esto en términos contemporáneos. El anciano Hilel ganaba el equivalente a aproximadamente 5 dólares por cada día de trabajo. Al guardián de la sala de estudios le pagaba 2 dólares y medio para que le permitiera entrar a la sala de estudios. Gastaba poco más de un dólar y medio para comprar pan para su familia y guardaba unos ochenta centavos para el Shabat y las festividades, días en que no trabajaba. Vale decir que Hilel se afligía a sí mismo y vivía una vida de penurias a un nivel que nosotros prácticamente no podemos imaginar. Y si bien pasaba hambre, se dedicaba de lleno al estudio de la Torá, dándole la mitad de su magro sueldo al guardián para que lo dejara entrar.

Siendo así, no se entiende la afirmación de la Guemará de que, con su ejemplo, Hilel está imponiendo el juicio a todos los pobres. ¿Cómo es posible que Hashem le reclame a la persona: “¿Por qué no fuiste como Hilel?”. ¿Acaso una persona común y corriente es capaz de soportar una realidad semejante? ¿Acaso esto es lo que Hashem le exige a cada persona pobre y, de hecho, a cada persona? ¿Por qué todos los pobres deben responder por no haber emulado a Hilel, cuando lo que él hizo es algo que solamente unos selectos individuos son capaces de hacer? ¿Quién de nosotros puede vivir trabajando tan duramente y soportando semejante nivel de pobreza? ¿Acaso alguien que viviera así tendría el tiempo, las ganas y la disposición para pensar en estudiar Torá, y encima, en gastar la mitad de su magro sueldo en sus estudios? Si alguien de nuestra generación hiciera algo así, ¡su esposa lo echaría de la casa! Entonces ¿cómo es posible que Hashem le exija al pobre algo que este no tiene forma de entender o de lograr? Y el autor del Tania nos ofrece una respuesta aterradora: los pobres no van a ser condenados porque no fueron como Hilel, sino porque no quisieron ser como Hilel. A la persona no se la juzga por sus acciones sino por su voluntad.

El Shulján Aruj Harav no es un libro de ética que trate de virtudes de los piadosos sino un manual de halajá (ley judía) que establece el modo en que debemos actuar. Este pasaje aparece en forma explícita en un libro de halajá práctica y está expresado en términos muy claros: el Cielo juzga a la persona por no haber querido ser como Hilel. Incluso si no podía lograr eso, ¡sí podía quererlo!

Dice la Mishná: “Este es el camino de la Torá: come pan con sal; bebe agua en medida; duerme en el suelo; vive una vida de sufrimiento y dedícate a la Torá. Si lo haces, eres afortunado y te irá bien” (Salmos 128:2). Afortunado eres en este mundo y te va bien en el Mundo Venidero” (Avot 6:4). Esta Mishná tiene una ramificación halájica en la vida práctica para cada uno de nosotros. Incluso si uno no logra vivir a este nivel, sí puede aspirar a hacerlo. Y por eso está obligado a querer vivir en conformidad con esta Mishná en su sentido más literal: que incluso si no tuviera nada, querría dedicarse de lleno a la Torá.

La persona debería encarar de la misma manera toda la Torá y todas las afirmaciones de nuestros Sabios que en un principio le resultan imposibles de entender. No pienses que hay exigencias imposibles de cumplir. No digas que “esto no es para ti”. Incluso si no logras vivir de una determinada manera, eso no impide que “quieras” hacerlo. Y si lo quieres, se te considerará y juzgará como si de hecho lo hubieras llevado a cabo.

Así es como debemos encarar cada lección de Torá que escuchamos y cada texto que leemos. Cada vez que aprendes algo que sabes que es la voluntad de Hashem, no pienses si eres o no eres capaz de vivir de esa manera, sino, en primer lugar, ¡quiérelo!

Ese es el significado del pedido que les hizo Rabí Najman de Breslev a sus seguidores: “que hicieran plegarias de sus enseñanzas”, o sea, que la persona quiera y rece para poder ser capaz de cumplir todo aquello acerca de lo cual está estudiando, incluso en el caso de saber con certeza que es algo que le resulta imposible cumplir. Tal como explica Rabí Natan (introducción al Likutey Tefilot):

Seamos fuertes y juntemos todas nuestras fuerzas para observar, hacer y cumplir todo lo que se dice en cada enseñanza [del Rabí Najman]. Contemplemos nuestros caminos: qué lejos estamos de todos estos niveles que se mencionan en cada enseñanza. Recemos y supliquémosle a Hashem con una multitud de ruegos, súplicas e imploraciones que nos tenga compasión y nos dé méritos y nos acerque a Él, con Su gran compasión, para que tengamos el privilegio de cumplir todo lo que se analiza en cada enseñanza. Que podamos derramar nuestras palabras ante Hashem, Bendito sea, con referencia a todo lo que se trata aquí, pidiéndole que tengamos el privilegio de aplicar estas directivas, aplicarlas y lograrlas totalmente.

El anhelo de los justos, de los tzadikim, es que anhelemos cumplir con todas sus enseñanzas tan elevadas, ya que el principal factor no es estudiarlas sino traducirlas en hechos. Si en la vida diaria no logras cumplir lo que está escrito aquí, entonces anhélalo y deséalo hasta que tengas el mérito de lograrlo. Nuestras plegarias para poder implementar las enseñanzas de Rabí Najman son tan elevadas que el mismo Rabí Najman dijo que causan un enorme deleite en el Cielo, un deleite que nunca antes había surgido ante Hashem.

De hecho, esto resulta bastante enigmático: ¿por qué estas plegarias producen un deleite tan grande? La persona que las recitó al fin y al cabo no hizo nada. Lo único que hizo fue querer, fue anhelar. Esto demuestra claramente que la voluntad y el anhelo de la persona constituyen el factor esencial que el Cielo espera de nosotros. Incluso si en la práctica uno aún está muy lejos de lo que anhela, sus plegarias sobre estas enseñanzas, que son una expresión de sus anhelos, crean la esencia de deleites en el Cielo que nunca antes habían surgido.

Cuando Rabí Najman les dijo a sus discípulos cómo debían transformar sus enseñanzas en plegarias, utilizó el ejemplo de la quinta lección del Likutey Moharán, que es una enseñanza de muy elevado nivel en la cual Rabí Najman dice que la persona puede saber si se ha decretado o no se ha decretado un juicio en el Cielo, y trata otros niveles de conciencia sumamente elevados. Sus discípulos le dijeron: “No necesitamos rezar por esto ahora ya que estamos muy lejos de alcanzar este nivel”. Al contemplar tan elevado objetivo y darse cuenta de lo lejos que estaban de alcanzarlo, perdieron todo anhelo de alguna vez hacerlo realidad. Y Rabí Najman les dijo: “Léanme la enseñanza”. Ellos leyeron: “Cada persona debe decir: todo el mundo fue creado únicamente para mí” (Sanhedrín 37ª). Y dado que el mundo fue creado para mí, debe constantemente ocuparme de rectificarlo y de restaurarle lo que le falta y de rezar por la gente”. Rabí Najman los hizo callar y entonces dijo: “¿Acaso tus oídos no escuchan lo que está diciendo tu boca?”. Esto nos enseña que cada persona está obligada a decir que todo el mundo fue creado únicamente para ella. Y siendo así, cada persona tiene una obligación de la cual no puede librarse…”. Lo que estaba queriendo decirles es: “Incluso si no puedes hacer algo, tienes la obligación de quererlo, anhelarlo y rezar por ello”. O sea que lo que él estaba diciendo era para suscitar el anhelo.

Escribe tu opinión!

1. PAULIN NIKOLLI

8/08/2024

GRACIAS HaSHEM POR ESTA ENSENANSA QUE ME ENCANTA MUCHO Y ME DA TANTA ESPERACA.

2. PAULIN NIKOLLI

8/06/2024

TODAJ RABAJ ,GRUPO BRESLEV POR ESTA MUY PRECIOSA ENSENANSA .BARUJ HaSHem.

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario