Cuatro clases de personas

¿Cuáles son las cuatro clases de personas que existen y de qué modo enfrentan la vida?

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Grupo Breslev Israel

Posteado en 04.09.24

Nuestros Sabios enseñan en el Pirkey Avot:

Existen cuatro clases de personas que asisten a la sala de estudios: la persona que va pero no hace nada ─recibe recompensa por haber ido; la persona que estudia pero no va a la sala de estudios ─recibe recompensa por hacer (estudiar); la persona que va y estudia ─es una persona piadosa; la persona que ni va ni estudia ─es un malvado.

Existen cuatro clases de personas entre los que se sientan frente a los sabios: la esponja, el embudo, el colador y el tamiz. La esponja absorbe todo; el embudo absorbe por un extremo y deja salir por el otro; el colador deja pasar el vino y retiene el sedimento; el tamiz quita las partes gruesas y retiene la harina fina.

Está la persona que va y estudia y está la persona que va pero no estudia. Está la persona que absorbe lo que estudia y está la persona que no absorbe nada; esta persona es como un embudo. Lo que estudia le entra por un oído y le sale por el otro.

He visto a muchas personas que asisten asiduamente a mis charlas y se vuelven parte del “escenario”; que escuchan, que disfrutan, que se inspiran. Cuando sigo el progreso de estas personas, percibo este fenómeno, algo muy pronunciado: existen dos clases de personas. Por un lado, están los que cambian, progresan y se elevan en su servicio Divino. Con el paso de las semanas y los meses, ya no son la misma persona de antes. Cada vez suben más. Y luego están los otros, los que no avanzan ni un milímetro, como si no hubieran oído nada. Siguen siendo exactamente igual que al principio.

Veo este fenómeno en mis charlas pero también ocurre con la gente que lee libros y escucha grabaciones. Una persona lee un libro o un folleto o escucha un CD y toda su vida se da vuelta por completo y empieza a sentir que vive en el Jardín del Edén. Otra persona lee, escucha, disfruta de las charlas… y luego continúa con su vida como si no hubiera pasado nada. Igual que un embudo…

Hashem me permitió entender lo que yo llamaría “el secreto de la vida”. Todo en la vida depende de este factor. Cuando uno realmente entiende y aplica esto a la práctica, su vida comienza a cobrar un nuevo sentido. Uno empieza a prosperar y a subir. Podemos decir que ha adquirido la herramienta con la cual podrá alcanzar su objetivo en este mundo.

Alguien me contó que hacía muchos años algo que me había oído decir en un CD le había cambiado la vida por completo. Resulta que cuando él era joven, le costaba mucho controlar el enojo: le daban ataques de ira y perdía el control. Las cosas llegaron a un punto tal que se volvió violento con su familia. Después se calmaba, y entonces sentía mucha vergüenza y mucho remordimiento. Y lo que más deseaba en el mundo era corregir esa falta. Así fue como consultó a psicólogos y asesores y asistió a varios talleres de autocontrol y autoconocimiento; hizo ejercicios de relajación y muchas cosas más, hasta que llegó a saber tanto del tema que podría haber dado charlas de tanto que sabía. Pero, a pesar de todo, cada vez que se enfrentaba a una prueba, se olvidaba de todo lo que había aprendido y otra vez perdía los estribos.

Al ver que aún no había logrado controlar sus ataques de ira, este hombre empezó a buscar la solución en el área del judaísmo y la Torá. Y así fue como les pidió consejo a varios rabinos, que le dijeran que estudiara tal o cual libro, que fuera a la mikve (baño ritual), etc. Y dado que tenía un tremendo anhelo de ver un cambio en su vida, él hizo todo lo que le habían aconsejado, con la esperanza de que eso le trajera alivio. Estudió frases de los Sabios acerca del peligro de la ira y escuchó muchas clases sobre la rectificación de los rasgos de carácter. Y se sorprendió mucho al ver que todo lo que había aprendido en los libros de psicología ya lo habían escrito los Sabios varios siglos y hasta varios milenios antes. Se quedó muy impresionado con esta sabiduría milenaria y la estudió en profundidad, pero a pesar de todo, aún no logró ver un cambio genuino en sí mismo.

Nada de todo lo que hizo le sirvió y continuó reprobando cada prueba que se le presentaba, explotando en arrebatos de ira una y otra vez. Pero no se dio por vencido y continuó buscando material de estudio sobre el tema del enojo. Al final, sin haber visto resultados, y ya casi al borde de la desesperación, un día encontró una grabación de una charla mía sobre el tema del enojo. En esa grabación, yo decía lo siguiente:

Cuando llegues a la Corte Divina y te pregunten por qué te enojabas, podrás decirles: “En realidad, yo no quería enojarme. De hecho, estudié varios libros sobre el tema y seguí los consejos que me dieron, pero cada vez que me enfrentaba a una prueba, era como que me olvidaba de todo lo que había aprendido y otra vez más volvía a perder el control. Me sentía abrumado”.

En el Cielo, analizarán tu argumento y te dirán que, en realidad, tienes razón. Estabas abrumado por las circunstancias. Y la prueba que habías enfrentado era tan difícil que no tenías la capacidad de superarla. Por lo tanto, no te pueden acusar de haberte enojado. Pero sí te van a preguntar: “¿Por qué no rezaste para superar el enojo? ¿Por qué no pediste ayuda? Veías que tú solo no tenías poder para superar esta prueba tan difícil, entonces ¿por qué no te dirigiste al Todopoderoso para que te diera fuerza? Si tanto querías dominar tu tendencia a enojarte, ¿por qué no dedicaste por lo menos un cuarto de hora todos los días a rezar por ello?”. Pero no vas a poder responder a esa pregunta. Y entonces en el Cielo te acusarán…

Si rezas y luego tropiezas, entonces no hay ninguna acusación en tu contra. Pero si no rezas y no Le pides ayuda a Hashem, entonces ninguna excusa será aceptada.

Esto fue lo que dije en esa grabación.

De hecho, esta persona aún estaba muy lejos de cumplir la Torá y las mitzvot, y estaba muy lejos de rezar, pero estas palabras tan simples ─que hay un Creador que te puede y te quiere ayudar, y a Quien debes pedirle ayuda─ le penetraron en el corazón y lo llenaron de inspiración. Nunca antes en su vida había oído una solución tan sencilla y a la vez tan accesible. Y sabía por experiencia que todas las otras soluciones no le habían servido. Estas palabras lo llenaron de renovada esperanza.

Y así fue como canalizó toda su fuerza de voluntad y su ardiente deseo de superar el enojo y puso en práctica este consejo que acababa de aprender. Empezó a hacer sesiones de plegaria personal todas las noches, después de volver del trabajo, en un lugar en el que podía estar solo sin que nadie lo interrumpiese y allí Le rogó al Creador del mundo, usando las palabras más simples y más sinceras, que lo salvara del enojo y le permitiera de una vez por todas acabar con ese mal rasgo de carácter. Rezó mucho, usando sus propias palabras y en especial, cada vez que se enfrentaba a una situación en la que sabía que podía darle un “ataque”. En esos momentos, rezaba con gran fervor durante un largo rato, implorándole a Hashem que lo salvara.

Todo esto no le resultaba nada fácil. A veces, pensaba que estaba hablando consigo mismo y que nadie lo estaba escuchando. Pero como quería tanto ver un cambio en su vida y debido a que no se le ocurría qué más podía hacer, se aferró a este hilo de vida con todas sus fuerzas y perseveró en estas sesiones de plegaria personal con el Creador. No se dio por vencido.

Continuará…

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