La trampa del ego – Vaiera

Cuanto más arrogante y orgullosa es una persona, menos probable es que permita que la realidad altere sus ideas preconcebidas…

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Berel Wein

Posteado en 10.11.24

El Faraón y Egipto sufren una serie de plagas y desgracias, tal como se relata vívidamente en la Parashá de esta semana. Entre los dirigentes egipcios hay quienes vacilan y se dan cuenta de que Egipto está perdido a menos que permita que los judíos sean liberados de la esclavitud y abandonen Egipto. Pero el Faraón sigue sin estar convencido. Su corazón no sólo está endurecido, sino que está absolutamente predispuesto a rechazar las peticiones de Moshé.

El Talmud nos enseña que “incluso ante las puertas del Infierno, los malvados seguirán sin arrepentirse”. Admitir el error, cambiar la predisposición en asuntos importantes y dar marcha atrás son retos muy difíciles de afrontar para todos. Nuestro ego se interpone en nuestro sentido de la realidad. Nos impide afrontar con sabiduría y sentido práctico las circunstancias tal y como son ahora, no como fueron una vez, ni como deseamos que sean.

El poder siempre trae consigo una inflación del ego. El faraón no puede cambiar de rumbo porque hacerlo desinflaría su ego y debilitaría su base de poder percibida. Su fuerza, su poder, es en realidad su mayor debilidad. El gran Faraón no puede admitir sus errores pasados porque entonces ya no se sentiría el gran Faraón. Por lo tanto, es víctima de su puesto y del poder que conlleva. La gente común y corriente, incluso sus propios consejeros, sí son capaces de admitir el error y cambiar de rumbo y de política. No así el gran Faraón, que se considera un dios y está por encima de todos los demás seres humanos de su reino. Cuanto más arrogante y orgullosa es la persona, menos probable es que permita que la realidad altere sus ideas y políticas preconcebidas. El Faraón está atrapado en la red que él mismo ha creado.

La observación por parte de Moshé de la insensatez del Faraón y del defecto de su personalidad constituye una gran lección personal y desempeña un papel importante en el desarrollo de Moshé como el mayor maestro y líder de Israel. Ser testigo de la arrogancia del Faraón y de su comportamiento egocéntrico impulsa a Moshé a convertirse en el tipo de persona exactamente opuesto: el más humilde de todos los seres humanos.

La Torá registra casos en los que Moshé admite errores y revierte decisiones previamente enunciadas. La humildad de Moshé es legendaria y su sentido del juicio real y práctico, de las circunstancias y del pueblo judío para bien o para mal, es el sello distintivo de su liderazgo de Israel durante los siguientes cuarenta años. Una vez que el ego se modera y se trata, el verdadero crecimiento personal y la preocupación por el bienestar nacional sin duda llegarán.

El contraste entre el Faraón y Moshé no puede ser más claro. Por más inverosímil que parezca, a la larga, el manso y y el modesto siempre triunfará sobre el arrogante y el orgulloso. Esta es una lección de vida que la Torá y el judaísmo nos imparten de forma repetitiva. Todos deberíamos aprender de la personalidad y el comportamiento defectuosos del Faraón. Y ciertamente todos deberíamos intentar emular el carácter y la nobleza del rasgo de modestia y humildad tal como lo exhibió nuestro gran maestro y líder, Moshé.

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