¡Me alegré el día!

¿Verdad que a veces llega un momento que te alegra el día y hace que todo salga exactamente como querías? Eso es lo que ocurre cuando te lanzas con valentía a un reto...

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Berel Wein

Posteado en 19.11.24

No sé si alguien habrá inventado alguna vez una plegaria para cambiar una bombilla. A mí me surgió una desde lo más profundo de mi corazón…

Nosotros somos los únicos que podemos reparar y encender las bombillas de nuestras propias almas.

Mi absoluta falta de pericia para trabajar con cualquier cosa mecánica es legendaria. Por ejemplo, cuando se trata de cambiar bombillas, no puedo explicar por qué, pero es un reto aterrador para mí. Las bombillas normales me resultan enormemente difíciles, así que imagínense lo que ocurrirá cuando se trata de bombillas halógenas. La situación se complica aún más. Los delicados y frágiles hilos de la bombilla nunca parecen encajar en la base. Añádele a esto la aterradora advertencia de no tocarla porque es sensible al tacto humano, lo que acorta su vida útil, más el temor de que las bombillas halógenas tienden a explotar más rápido que las bombillas normales, y el elevado calor que desprenden suele provocar incendios.

Si sumamos todos estos factores a mi miedo irracional, el resultado es bastante obvio. Así que cuando hay que cambiar las bombillas de mi casa, llamo a mi electricista y él se encarga de sustituirlas.

Antes me avergonzaba de esta extraña debilidad, pero hoy ya no me avergüenzo y no se lo oculto a nadie (me parece que mi electricista está bastante contento con este curioso y extraño arreglo). Así que cada unos cuantos meses, cuando la casa está lo suficientemente oscura, llega él. El trato es que yo compro las bombillas y lo que haga falta, él las instala sin mucha dificultad, y la casa vuelve a estar iluminada con la luz artificial que ofrece hoy la tecnología.

Hace unos días se fundió una de las bombillas halógenas. No tengo ni idea de por qué, pero decidí tomármelo como una aventura. ¿Fue coraje imaginario? ¿Orgullo propio? La cuestión es que yo estaba decidido a cambiarla yo mismo pasara lo que pasara. De repente, me pareció que era una prueba de mi masculinidad, y no estaba dispuesto a esperar a que se fundieran más bombillas y viniera el electricista a solucionar el problema. Esta vez, lo iba a hacer yo mismo.

Entonces fui a la tienda donde siempre compro bombillas nuevas con la bombilla fundida en la mano para poder enseñarles exactamente lo que necesitaba. Tenían muchos modelos, colores y tamaños diferentes, pero la que yo necesitaba no estaba en stock. Al final, el dueño de la tienda logró encontrar la bombilla más parecida a la que yo quería -obviamente la más cara que tenía- y me fui a casa sonriendo y lleno de optimismo.

No sé si alguien habrá inventado alguna vez una plegaria para cambiar una bombilla. A mí me surgió una desde lo más profundo de mi corazón…y se la ofrecí al Creador. Después de tres intentos fallidos, ¡funcionó! La conecté, comprobé si estaba encendida, la apagué, la volví a encender, y la apagué y la volví a encender. Ya está. La flamante bombilla funcionaba.

Celebré mi pequeña victoria alegremente, con una enorme sonrisa en la cara. “Berel, me has alegrado el día”, pensé, dándome una palmadita en la espalda…

Es increíble lo mucho que nos importan las pequeñas cosas de la vida. Tomemos el ejemplo del profeta Jonás. El ricino que Dios creó especialmente para él de la nada para que tuviera algo de sombra le produjo tanta felicidad. Esto sucedió después de que él fuera instrumental en salvar las vidas de miles de personas en Nínive. Todos estaban destinados a morir y la ciudad iba a ser destruida a causa de su comportamiento, pero después de escuchar la reprimenda de Jonás se arrepintieron y se salvaron. Entonces, Dios creó el árbol de ricino para ofrecerle a Jonás sombra del sol abrasador. Poco después, cuando el árbol murió, Jonás se sintió muy afectado, lo cual resulta bastante extraño. ¿Cómo Jonás se enojó tanto por un pequeño árbol después de haber salvado miles de vidas y una enorme ciudad?

La respuesta a este interrogante es que el Creador del Universo le estaba recordando a Jonás la diferencia entre los detalles y la visión de conjunto, entre lo principal y más importante y las cosas marginales, acerca del placer y también un poco de la incomodidad temporal.

 Sustituir las bombillas fundidas forma parte de la vida de casi todo el mundo. Pero no son lo “principal” de la vida. Tenemos muchos recordatorios de la esencia y la parte más importante de la vida. Servir a Dios, rezar, la observancia de la Torá y las mitzvot, tener emuná en Dios y en nuestros sabios son las partes más importantes de la vida. Y no hay ningún manitas o electricista en el que podamos confiar para sustituir las bombillas fundidas de nuestras vidas. Nosotros somos los únicos que podemos reparar y encender las bombillas de nuestras propias almas. Y la única forma de hacerlo es asegurándonos de mantener la vista siempre en el objetivo.

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