Las pasiones matan

¿Cuántas personas diabéticas saben del peligro que corren al comer dulces, pero en el momento en el que ven un pedazo de pastel y otras golosinas, se dejan dominar por la gula y no logran controlarse?

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Grupo Breslev Israel

Posteado en 01.01.25

Los principales deseos físicos son el deseo de tener relaciones prohibidas y todo lo que tiene que ver con el tema, el deseo de tener mucho dinero, el deseo de comer y el deseo de prestigio. Y cuando la persona cae en manos de cualquiera de esos deseos, estos le destruyen el buen juicio, la decencia humana básico y el pensamiento recto y cae en el comportamiento más bajo y más vil, que le causa un daño directo y lo coloca en una posición de enorme riesgo tanto físico como espiritual. Sin embargo, todo esto no le importa, porque ahora este individuo está cautivo, encadenado en los grillos de la pasión.

Es que el deseo físico anula la capacidad de percepción del individuo y entonces este no logra entender ni discernir nada. No sólo que no logra percibir el peligro espiritual, sino que, cuando la pasión le arde por dentro, no logra entender ni discernir absolutamente nada.

Dice la Guemará que la Mala Inclinación “trata de matarlo”. El objetivo de cada deseo físico y cada forma de la Mala Inclinación es acabar con la persona. La gula, por ejemplo, mata. ¿Cuántas veces hemos oído acerca de personas diabéticas a los que los médicos les dijeron que comer dulces e hidratos de carbono son un peligro mortal que puede causarles ceguera, necrosis, insuficiencia renal y tantas enfermedades más, pero en el momento en el que ven un pedazo de pastel y otras golosinas, se dejan dominar por la gula y no logran controlarse, y se olvidan de todos los peligros? Se olvidan de los doctores, se olvida de su estado, se olvida de las graves consecuencias de sus acciones, se olvida de los familiares y los amigos que murieron de diabetes o que sufren terriblemente por culpa de esta enfermedad. Se olvida de todo. Lo único que le interesa es satisfacer su deseo. Y una vez que lo satisface, se da cuenta de que se dejó dominar por la Mala Inclinación y se atormenta pensando que le falta carácter y autocontrol. No obstante, la próxima vez que alguien le ofrece un pedazo de pastel o una golosina, otra vez se vuelve a olvidar de todo. Y así sucede una y otra vez. Lo mismo con todas sus pasiones y todas sus adicciones.

En nuestra generación, la gula se ha vuelto tremendamente poderosa. Una de las plagas de esta generación es la obesidad, que desencadena una cantidad de problemas de salud: diabetes, problemas cardíacos, dificultades espirituales y discapacidad funcional. La gente está tan mal, tan deprimida, tan desesperanzada, que se dejan engañar por las secretas panaceas de toda clase de dietas. Y obviamente hay muchos charlatanes que se aprovechan de esto para volverse millonarios a costa de esas pobres personas, vendiéndoles toda clase de libros y fórmulas. Pero todo eso no sirve de nada, ya que no existe una solución mágica. Esto es solamente el artificio de la Mala Inclinación que, tal como testimonia la Guemará, la persona es incapaz de superar. Si uno no aprende los principios que estamos tratando y no lleva a cabo el trabajo espiritual necesario, no va a poder cambiar nada.

La máxima prueba de sumisión a la gula es la cirugía bariátrica, la intervención quirúrgica que reduce el tamaño del estómago. Ese es el punto en el que uno ha “tirado la toalla”. Después de muchos fallidos intentos, esta persona finalmente llega a la conclusión a la que llega la Guemará, de que es incapaz de superar su Mala Inclinación. Pero solamente ha aprendido la mitad de la lección, porque la otra mitad es que “de no ser por el hecho de que Hashem lo ayuda, no podría superarla”. Solamente se da cuenta de la mitad, o sea, de que por sus propios medios no va a poder lograrlo y por eso trata de superar su deseo de comer por la fuerza, eliminando su capacidad de elegir, al someterse a la operación que le reducirá el tamaño del estómago.

Cuando la gente me pregunta si le conviene someterse a esta operación, yo les hago una advertencia. Les digo que si no se encargan del tema de la gula, que es la raíz del problema, la operación no les va a servir de nada, porque el problema no es el estómago sino el deseo de comer, que la operación no va a reducir. La única manera de lograr eso es por medio del trabajo de la voluntad. Conozco muchas personas que se operaron y al poco tiempo ya habían recobrado todo el peso de antes. Por desgracia, también sé de varias personas que murieron como consecuencia del exceso de comida.

Y muchas veces la persona que cae en la gula ni siquiera disfruta de la comida, debido a la obsesión compulsiva que siente por satisfacer su deseo. Todo el tema de la comida es una lucha para esta persona, que es incapaz de estar en paz y sentarse a comer con tranquilidad.

Del mismo modo, las personas con enfermedades del pulmón ven con sus propios ojos las terribles consecuencias de su adicción al tabaco, por culpa de la cual sufren tanto ellos como sus familias. Estas personas se someten a tratamientos carísimos y hasta amputaciones, pero, a pesar de todo eso, en el momento en que ven un cigarrillo, se olvidan de todo y vuelven a fumar. Son incapaces de superar su Mala Inclinación, si bien este vicio les produce un sufrimiento físico terrible. Ni siquiera logran percibir su propia aflicción. Y no se ponen a pensar en todos los grandes líderes de Torá que han condenado en forma explícita este vicio. No piensan siquiera en toda la gente que sufre por culpa de ellos ni se dan cuenta de que están profanando el Nombre de Hashem.

La verdad es que es para llorar por estas pobres personas. ¿Y qué podemos decir de los drogadictos y de los alcohólicos? Ellos también saben perfectamente que lo que están haciendo está mal y está prohibido y ven con sus propios ojos las amargas consecuencias en los demás y en ellos mismos y saben que el declive es brusco y precipitoso, pero, a pesar de todo, no logran superar el vicio. Se están matando a sí mismos con sus propias manos, como así también a sus familias. Se endeudan hasta el cuello y entran en sociedad con personas poco fiables; terminan presos y mueren jóvenes. Y todo eso por culpa de las drogas y el alcohol.

En cuanto a la lujuria, cuando esta arde en el hombre, este se olvida de todo y no logra sentir nada fuera de eso. No percibe a Hashem, ni a la Torá; pierde por completo su temor Divino y no percibe el peligro. Solamente tiene un deseo: satisfacer su pasión a cualquier precio. La lujuria le arde por dentro como un infierno, y no le interesa nada fuera de eso: tanto si el objeto de su pasión es una mujer casada o idólatra; no le importa si el acto que está por cometer incurre en el peor castigo de la Torá: la escisión de su alma o muerte por la Corte, y los efectos que sus acciones tendrán en su familia: su esposa y sus hijos.

Tal como hemos aprendido, esta persona no logra superar su adicción y, como resultado, cuando esta le arde por dentro, no le queda otra opción más que sucumbir, a menos que logre erradicarla. Puede estudiar Torá, pero en el momento en el que el deseo le arde, todo lo que sabe, incluyendo las pérdidas que va a sufrir, se le borran de la mente.

Y si esto fue lo que ocurrió a lo largo de las generaciones, tal como lo describe la Torá, en nuestra generación se ha multiplicado mil veces. La lujuria ha alcanzado proporciones astronómicas debido a todos los artefactos tecnológicos a los que la gente está adicta. Toda esta generación se ha vuelto progresivamente disfuncional en cada ámbito de la vida y es incapaz de desenchufarse: Es una generación que ha sucumbido a las más terribles aberraciones y perversidades (si bien este no es el lugar apropiado para extendernos sobre este tema). La cuestión es que esta generación ha perdido la esperanza, porque la Mala Inclinación es más poderosa que la persona y no hay nada que pueda salvarla. Por eso, todos, sin excepción, pueden caer. Y entonces todos tienen el deber de aprender estas leyes, porque estas leyes nos dan esperanza.

La codicia, o sea, el vicio que lleva a la persona a acumular riquezas, hace que se vuelva loca. Esta persona se da permiso a sí misma para mentir, robar, engañar, transgredir la Torá y mucho más. Este es un comportamiento que todo ser humano considera malvado y que le causa daño tanto a la propia persona como también a los que la rodean. Delitos, robos, que muchas veces terminan en asesinatos, estafas, evasión de impuestos – cuando la codicia domina al individuo, este se olvida de todo. Después, cuando toma conciencia de lo que hizo, se promete una y otra vez que no va a reincidir, pero cada vez vuelve a sucumbir en la tentación. ¿Y sabes por qué? Porque esto es algo que está mucho más allá de su capacidad.

Y especialmente en la generación en la que vivimos, que ha alcanzado el pináculo de la codicia y el vicio del juego, que hace que uno se olvide por completo de todo lo que sabe y todo lo que ha aprendido y literalmente juegue a la ruleta rusa, arriesgando su vida, su familia y su porvenir. ¿Cuántas veces hemos oído acerca de familias que se destruyeron, de matrimonios que se terminaron divorciando, de personas que perdieron sus casas y todas sus pertenencias para poder pagar deudas de millones por culpa de las apuestas? ¿Cuántas veces hemos oído acerca de personas que se divorciaron, se hundieron en el mercado negro, abandonaron la religión, y destruyeron sus propias vidas y las de sus familias, e incluso algunos se suicidaron tirándose del techo de un edificio, todo por culpa del juego? Ahora bien, las demás personas han visto todo esto y saben del peligro, pero cuando se les despierta el vicio, no hay nada ni nadie que pueda frenarlas.

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