La teshuvá de mayor impacto

Cuando creamos un edificio, usamos materiales. Cuando un chef crea un plato, utiliza ingredientes. Cuando un programador crea una aplicación, usa un código. ¿Cómo creó Dios el mundo?

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David Ben Horin

Posteado en 27.01.25


Existen más de 10 millones de tipos de criaturas vivientes en la tierra: mamíferos, aves, peces, plantas, insectos y más. De todos estos habitantes, Dios le otorgó a solo una de sus 10 millones de criaturas el precioso regalo del habla. Ese es el valor de este don, y lo importante que es tratarlo con el mayor cuidado.

Cuando creamos un edificio, usamos materiales.
Cuando un chef crea un plato, utiliza ingredientes.
Cuando un programador crea una aplicación, usa un código.
¿Cómo creó Dios el mundo?
Dios creó el mundo con palabras. Él creó algo de la nada con el solo hecho de hablar.

Y Él le otorgó el poder del habla a la especie que hizo a Su imagen. Los humanos somos la única especie en la tierra que puede comunicarse con palabras y la única que puede tomar los recursos de Su mundo y transformarlos.

Nunca ha habido una civilización animal. Nunca ha habido avances sociales, culturales o tecnológicos entre los animales.
Solo entre un tipo de criatura viviente que puede hablar, han progresado las cosas material, médica e intelectualmente, entre otros innumerables aspectos.

El habla lleva consigo el poder de la creación.

El Gran Peligro

Pero el habla también contiene dentro de sí el poder de la destrucción.
El mal uso de este gran regalo causó nuestro gran exilio hace casi 2000 años.
Nuestra gran tragedia surgió por el odio gratuito. ¿Y qué fue lo que causó este odio? Malusamos nuestras palabras para insultarnos, arruinar reputaciones, destruir vidas y generar tanto rencor entre nosotros que nos convertimos en una presa fácil para nuestros adversarios edomitas.

Lo mismo ocurrió en nuestro tiempo.
La tragedia del 7 de octubre también fue resultado del odio gratuito.
Fuimos tan venenosos con nuestras palabras hacia los demás, que cualquiera leyendo el periódico local podía ver que éramos un blanco fácil.

Lamentablemente, uno de nuestros enemigos hizo justamente eso.
Yahya Sinwar, que su nombre sea borrado, leyó cada hoja de noticias en hebreo que pudo obtener. Él sabía perfectamente lo grave que se estaba volviendo nuestro lenguaje. Podía leer el nivel de odio que estábamos generando entre nosotros mismos. Él vio que estábamos demasiado ocupados mirándonos unos a otros en lugar de a él y a su gente para protegernos.
El Ayatolá de Irán y los líderes de Hizbulá no sabian de los insultos que nos lanzábamos. Pero Sinwar, que sabía leer hebreo y lo hacía con voracidad, sí sabía.

Él fue el único que nos atacó ese día con la confianza de saber nuestro punto más débil.

Dios le da al mundo entero instrucciones básicas sobre cómo usar Su don: No maldigas Su Nombre con las palabras que Él te da. Y al pueblo judío, Él le da muchas más instrucciones sobre cómo usar Su regalo con volúmenes de leyes que rigen el habla correcta entre las personas.
Las palabras son, con mucho, la fuerza más destructiva para el pueblo de Israel, ¡porque también son la más poderosa!

El Poder de la Paz a través de las palabras

Hashem nos dio el habla para traer Su luz al mundo:

Nos da el habla para rezar.

Nos da el habla para estudiar Torá.

Nos da el habla para levantarles el ánimo de los enfermos, los pobres, los huérfanos y las viudas.
Nos da el habla para amarnos unos a otros.

Aprender y practicar las leyes de lashón hará es admirable, pero incluso antes hay algo que puedes hacer con tu habla.
Deja de decir palabras inapropiadas.
Elimina las groserías de tu discurso.
Haz todo lo posible por purificar el regalo que Hashem reservó solo para ti entre los otros 10 millones de seres en Su tierra, evitando que la suciedad contamine la dulzura de tus palabras.

La próxima vez que escuches a una celebridad decir algo que hierve tu sangre, modera tu reacción. La próxima vez que un líder político que no soportas prometa hacer algo terrible, espera un segundo antes de decirles a tus amigos lo que piensas.
La próxima vez que estés con “los chicos”, tus mejores amigos, o tu alma gemela, y te sientas muy cómodo, haz el esfuerzo de cambiar cada palabra picante o sucia por un reemplazo.

La Guemará advierte que el pecado de un discurso obsceno a menudo se relaciona con actos que Él llama abominación. Como resultado de malusar nuestra lengua, los jóvenes de Israel mueren, los gritos de las viudas y huérfanos quedan sin respuesta, e incluso un decreto de setenta años buenos sobre una persona puede ser anulado.

Por cada mal, Dios hace un bien infinitamente mayor. Si los castigos son tan severos por nuestros crímenes verbales, ¡imagina la recompensa cada vez que estamos a punto de decir algo inapropiado y nos contenemos!
Imagina el beneficio para nosotros y para los demás si comenzáramos a relacionarnos con las personas usando un lenguaje que disminuya, o incluso borre, las llamas del odio que las palabras pueden crear.

¡Cuántos milagros y maravillas podría iniciar un cambio tan pequeño!

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