
Las Historias de Rebe Najman: El Plato Principal
La verdadera espiritualidad, como todo lo bueno en la vida, no se construye en un solo día. Pase lo que pase, no te levantes de la mesa: ¡los manjares ya están por llegar!

Rebe Najman cuenta la historia (“La Hierba Amarga”) de dos vagabundos, un judío y un alemán. El judío le enseñó al alemán los fundamentos para hablar y actuar como un judío, con el fin de colarse en una lujosa cena de Pésaj en algún hogar judío adinerado.
Para cuando llegó la noche del Séder, los dos se estaban muriendo de hambre. El alemán, en especial, estaba famélico, ya que no había comido nada en todo el día y por eso esperaba con entusiasmo los manjares que su amigo judío le había descrito. Pero, para su sorpresa, el anfitrión solo le sirvió un pequeño pedazo de papa hervida con agua salada. La copa de vino que bebió con el estómago vacío solo aumentó su apetito, pero el anfitrión siguió leyendo y explicando la Hagadá durante más de una hora.
Casi delirante, el alemán ansiaba desesperadamente que llegara por fin el plato principal, pero lo único que veía era una pila de galletas secas y redondas sin gusto a nada. Comió un poco, y para su consternación, el anfitrión le dio un trozo de rábano picante tan fuerte que sintió como si le quemara la garganta. En ese mismo momento, dio un grito, maldijo su mala suerte y salió corriendo de la casa como si huyera de una horda de demonios.
Más tarde, esa misma noche, el judío regresó al campamento en las afueras del pueblo, radiante y completamente satisfecho. “¡Idiota! Si hubieras esperado solo un poco más, habrías disfrutado la mejor comida de tu vida, igual que yo”.
Cuando completemos nuestros 120 años en este mundo, el Tribunal Celestial también se burlará de nosotros: “¡Tonto! ¡Si tan solo hubieras esperado un poco más! Si hubieras perseverado en la plegaria personal, habrías recibido todos los deseos de tu corazón en la mejor manera posible. Pero te rendiste demasiado pronto, antes de haber construido un recipiente adecuado para la abundancia Divina que Hashem quería darte”.
La vida es como un Séder de Pésaj: probamos el vino antes de la comida. Hashem nos da una muestra de espiritualidad elevada antes de que la merezcamos o la ganemos. Luego, nos llegan las hierbas amargas: las dificultades que parecen quemarnos por dentro. Pero estas pasan, y después llega el suculento plato principal de felicidad y plenitud. Sin embargo, debemos ser pacientes y fortalecernos poco a poco, afianzándonos en la Torá y en la emuná.
Rebe Najman nos enseña que, cuando Hashem le mostró a Moshé que la Tierra de Israel era especialmente propicia para adquirir paciencia, Moshé anheló entrar en ella. Sabía lo crucial que es la paciencia en el servicio a Hashem.
Rebe Natán escribe que el secreto de la paciencia es uno de los más grandes y profundos que Rebe Najman reveló (ver Likutei Moharán I, Torá 24). Todo lo bueno llega a su debido tiempo. El período de espera y anhelo nos beneficia; el deseo por algo valioso nos ayuda a construir un recipiente adecuado para la abundancia espiritual Divina.
Cualquier logro espiritual que llega demasiado rápido es perjudicial. Cada persona valora aquello por lo que ha esperado y trabajado arduamente. En cambio, desprecia lo que obtiene de manera fácil y rápida. Muchos judíos recién observantes, que tienen un ascenso meteórico y comienzan a dejarse barba y peyot pocas semanas después de ponerse tefilín por primera vez, a menudo terminan cayendo en una regresión espiritual total.
Todo nuevo baal teshuvá (judío que retorna a la observancia) debe saber que la espiritualidad auténtica no se adquiere de la noche a la mañana. Alegóricamente, Rebe Najman dice que si vas a comprar un raro perfume de aceite, el vendedor te dirá que esperes a que macere (ibid, Torá 6:2). Es decir, todo lo bueno llega a su debido tiempo, pero debemos ser pacientes y perseverar en nuestro estudio diario de la Torá, en la plegaria y en la observancia de las mitzvot.
A la luz de lo anterior, podemos entender aún mejor por qué debemos ser pacientes mientras esperamos la llegada del Mashíaj. El judaísmo nos exige esperarlo y anhelar la redención total de nuestro pueblo, pero sin especular ni forzar los tiempos. Mientras seamos pacientes y comprendamos que el gran banquete pronto reemplazará las hierbas amargas, seguramente veremos al Mashíaj con nuestros propios ojos, ¡amén!
¡Pase lo que pase, no te levantes de la mesa!
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