Una sonrisa que dice gracias

Dios me convenció de sacar la basura afuera y el Rabino Arush me convenció de lavar los platos.

Las dos cosas siempre me resultaron difíciles. Y siempre había que hacerlas precisamente cuando estaba en medio de leer un buen libro en el sofá con una taza de café…

Pero una vez que leí En el Jardín de la Paz, todo cambió.

El marido tiene el deber de tratar a su mujer como una reina; tiene que hacerla sentir como su prioridad número uno. Y no hay mejor forma de hacerlo que dejar lo que está haciendo para salir afuera con el frío que hace a sacar la basura o ponerse a fregar los platos.

Eso también es servir a Hashem.

Al lavar los platos, le estás demostrando a tu esposa cuánto la amas y eso es una gran mitzvá llamada “shalom bait” – paz conyugal. No sólo mi mujer me lo está pidiendo. ¡Hashem me lo está pidiendo!

  Toda la vida es un gran episodio de fake news. Todo el tiempo los medios de comunicación de extrema derecha y extrema izquierda nos engañan, tratando de demostrarnos que el mundo es un mal lugar. Solamente hace falta un par de posts en Facebook de uno hablando en contra del otro y listo.

Pero la verdad es que el mundo es un bello lugar.

A cada momento respiramos el aire que Hashem nos da.

Cada día vemos a nuestros padres, nuestro marido, esposa, hijos, hermanos, hermanas, amigos y colegas. Estamos rodeados por personas que nos hacen sentir el más grande amor que existe.

A cada rato ves una flor, o un árbol, o un pajarito, o un poco de pasto, o una nube o algo que nos da una muestra de la belleza Divina que nos rodea.

Incluso la gente que no conocemos son inherentemente buenas personas. Cuando conoces a alguien, automáticamente te extiende la mano para saludarte. Alguien a quien no has visto en tu vida se toma el tiempo para explicarte dónde queda tal o cual calle. El empleado de la cafetería te cobró el café con leche 10 pesos menos debido a que no tienes cambio exacto. La gente hace actos de bondad todo el tiempo.

En cualquier momento dado, Hashem nos da mil motivos para sonreír.

Y si tenemos mil motivos para sonreír cada día, ¿por qué andamos con el ceño fruncido? Si tenemos motivos para levantarnos a las 4.00 am, estudiar Torá hasta el minián de vatikin y ganarnos un sinfín de méritos, ¿qué es lo que nos detiene?

La mala inclinación es una adicta al trabajo que siempre encuentra la manera para mantenernos alejados de las mejores cosas de la vida que ya tenemos.

Cuando yo era pequeño, sonreír era algo tan fácil. Incluso cuando era adolescente, la alegría era una emoción muy accesible.

¿Qué pasó?

Es que estoy preocupado por el sustento y por proveer a mi familia. Estoy preocupado por lo que pasa en el mundo y por aquellos que creo que lo están arruinando. Estoy preocupado por lo que los demás piensan de mí o lo que pienso que me están haciendo.

Esta ansiedad no siempre sale a la superficie pero está ahí latente, y alcanza para ponerme de mal humor cuando en realidad no tengo motivos para estar triste.

Esa es una transgresión contra Hashem. Es un servicio Divino sonreír especialmente cuando no tenemos las más mínimas ganas de hacerlo.

Cada vez que “mostramos los dientes” estamos realizando un verdadero servicio al Creador. Un servicio de gratitud, un servicio de agradecimiento. Un servicio de traer luz a nuestros seres queridos, a nosotros mismos y al mundo entero.

Además es una gran mitzvá sonreírle cada día a Hashem y decir: “Hashem, te amo!”. Busca alguna oportunidad para hacer esto: cuando pases al lado de unas flores, o al contemplar el rostro de un ser amado. Si prestas atención, vas a ver que lo haces mucho más de una vez por día.

Especialmente en estos días que nos toca vivir, que la oscuridad acecha a cada esquina, cada chispa de luz que creamos va a brillar muchísimo más.