Elegimos la vida!!!

La esencia y ser del Creador, no es el mundo físico que Él ha Creado, sino el objetivo primordial por el cual lo ha creado, la Torá…

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Moshe Waisberg

Posteado en 05.04.21

La esencia y ser del Creador, no es el mundo físico que Él ha Creado, sino el objetivo primordial por el cual lo ha creado, la Torá…
 

¡¡Elegimos la vida!!

Las tragedias que hemos presenciado en los últimos tiempos y las oscuras mareas que azotan en forma particular a cada individuo en esta etapa final del exilio desafían los límites de toda filosofía y todo análisis. 
 
Cualquier posible argumento es simplemente vanidad cuando observamos la dura realidad en la que vivimos y las terribles aflicciones que golpean a nuestros hermanos en la tierra santa y alrededor del mundo.

Sin embargo, como judíos, sabemos que el sufrimiento y las tragedias no son la expresión del régimen celestial, que Él no está sentado en Su palacio, cómodamente, seguro de Su juicio y ejerciendo Su dominio en la tierra. ¡No! – Él está sufriendo. Cada alma judía que pereció en el Holocausto es un hijo más que Él vio morir frente a Sus propios ojos. Es cierto que no podemos entender, y  ciertamente no queremos entender, pero nunca podemos dudar de que Él es nuestro Padre. Lo único más trágico que ser torturado a muerte, es ver a un hijo ser torturado… No lo puedo escribir porque mi corazón es un órgano físico, que no puede sufrir más de lo que contiene en sangre; pero HaShem es el Eterno, Sus sentimientos son eternos, Su dolor es incontenible. Por eso no quiero explayarme en el terrible sufrimiento que es para Él cada vez que hay tragedias.
 
Sin embargo, al final del camino, perdura la misma pregunta: ¿Por qué permitió Él la tragedia?
 
Pero con la máxima humildad que puedo recolectar, quisiera plantearlo de modo diferente: El Santo Bendito Sea nunca permitió el mal.
 
Nuestros Sabios enseñan que la primera palabra enunciada en los diez mandamientos, “Anojí”, “Yo”; es un acróstico de las palabras hebreas: “Aná Nafshí KeTavit Yehavit”, “Yo, Mi alma, he puesto en Mis escrituras”. La esencia y el ser del Creador no es el mundo físico que Él ha Creado, sino el objetivo primordial por el cual lo ha creado: la Torá.
 
HaShem decidió, cuando nada faltaba, cuando nadie podía criticar Su grandeza o herir Su voluntad, antes de que hubiera una Creación capacitada para interferir con Sus deseos; Él deseó salir de Su zona de comodidad, decidió que Su luz, Su verdad, Su bondad absoluta penetraría a un “otro”, Él escogió adaptarse a nosotros, a nuestra manera de entender y de sentir, Él se propuso a Sí mismo crear un diálogo entre lo Eterno y lo trivial, y un puente entre la oscuridad y la luz.
 
Es difícil para muchos de nosotros leer estas líneas y empezar a considerar que el Santo Bendito Sea siente, y que realmente nuestras aflicciones perforan Su esencia y tocan en el punto frágil que yace bajo las capas de adjetivos y atributos; el corazón de un padre que ama incondicionalmente a Sus hijos y desea con todo Su ser, otorgarles la máxima plenitud posible, algo que ni siquiera sabemos apreciar aún.
 
Pero a estas alturas es muchísimo más difícil pensar en un Creador que es un observador de tragedias inenarrables y que simplemente “sabe” por qué son parte de un plan mayor.
 
Creo que es esta terrible actitud la que, Di-s no permita, expande la duración del exilio. HaShem Bendito Sea no necesita que seamos Sus abogados, que entendamos Sus planes. Él quiere que nos adhiramos plenamente a lo que Él permite, a Su voluntad, a Su Torá sagrada. Y cuando algo ocurre, debemos saber que no es porque Él haya permitido que ocurriera, sino que solamente dio la opción, pero jamás el permiso.
 
En la medida en que aceptamos la Torá como el verdadero deseo de HaShem, entendemos que la posibilidad del mal en este mundo es una rampa de trascendencia, un catalizador que incita al hombre a que logre superar su propio techo, así como Él Mismo decidió superar Su propio techo y crear un mundo, un “otro”.
 
Y a esto se resume todo: Sí, HaShem es Perfecto; sí, nada Lo puede afectar, herir, frustrar, alegrar. Pero, ¿quiénes nos creemos para definirlo a Él como un ser superior, para encarcelarlo en una dimensión desconocida, para exiliarlo de nuestras vidas, de las cuales Él anhela participar?
 
Más alto que el cielo, más arriba que el firmamento de luz en el que hemos decidido acomodarlo, Él puede ser encontrado en la bajeza, tosquedad y trivialidad de nuestro mundo. Porque Él creó este mundo, y desde el instante en que surgió en Su voluntad original, cada mínimo detalle es un dilema existencial para Él; cada brizna que impacta el manantial en el bosque; cada gota de lluvia que aterriza en una posición específica y exacta.

No podemos entenderlo ni podemos apreciarlo. Pero jamás debemos olvidar.
 
Éste es el secreto primordial: HaShem podría brillar con Su semblante maravilloso en cada instante de nuestras vidas: Él puede disipar toda la oscuridad en este momento en que estoy escribiendo.
 
Sin embargo, Él sabe que cuando amas a alguien le debes dar su espacio; la verdadera muestra de amor incondicional de Él es que nos da nuestro espacio, nos da opciones. Lo único que tenemos que hacer para que Él decida finalmente erradicar el espíritu de impureza, es nosotros erradicar nuestro espíritu de impureza; aquél que nos hace creer que HaShem permite el sufrimiento y el dolor, el que nos hace argumentar que todo es parte de un bien mayor, y finalmente nos da la tranquilidad para apagar el fuego que consume a nuestras almas exiliadas.
 
Debemos decir: ¡Basta! Tenemos que gritar a los cuatro vientos: ¡Ubajarta baJayim!, ¡Elige la vida!
 
HaShem está esperando a que tomemos la firme decisión de que el mal no tiene permiso de existir, y agitemos nuestros corazones fragmentados para palpitar al ritmo de la vida eterna, que nuestra sangre fluya con la convicción de que nada ni nadie puede interferir con la Redención.
 
Él está sufriendo; nosotros estamos sufriendo. Pero el sufrimiento y el placer tienen un común denominador: los dos son irracionales. El sufrimiento no puede ser explicado, el placer tampoco.
 
Si quieres que el sufrimiento gire ciento ochenta grados y se revele el placer, debes estar dispuesto a apreciar el amor incondicional que Él tiene contigo al permitirte un espacio, al darte opciones. Entonces esa misma realización es la que impulsa un amor incondicional de nosotros hacia Él, para otorgarle todo nuestro espacio, hasta la última esquina de nuestra conciencia. Para empezar a pensar en qué es lo que HaShem desea y no dar cabida a nada externo.
 
Abrir los ojos es ver el dolor existencial de la Shejiná misma, de la presencia divina. Él está sufriendo. No debemos temer abrir las puertas a la realidad, porque aunque es terrible, ella nos despierta a una dimensión de incondicionalidad, donde las palabras son silencio y los gritos enmudecen, donde debemos seguir la actitud de Job: “Taparé mi boca con mi mano”. Utilizar la crisis para actuar, para hacer la diferencia, para santificar nuestro espacio y escoger la vida. Frente al sufrimiento no hay palabras, pero el silencio debe ser cubriéndonos la boca con la mano. Hagamos lo que tenemos que hacer, demostremos cada uno en su vida, que estamos dispuestos a darle a Él nuestro espacio y que sabemos que está aquí con nosotros.

HaShem ve el corazón: Aquí no se trata de lo que perciben los demás. Se trata de que sepamos en nuestra intimidad que Él está listo para redimirnos, que Le demostremos que en efecto, no estamos dispuestos a tolerar el exilio un instante más, que ¡elegimos la vida! 
  
 

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