La conexión de la alegría – Ki Tavó

El amo no tiene reparos en tener una conexión superficial e impersonal con su sirviente. Para el padre, esta opción está lejos de ser la ideal...

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Rabino David Charlop

Posteado en 12.09.22

Esta es una Parasha especial para todos los Bresleveros. ¿Por qué? Permítanme explicarles. La alegría (a la que nos referiremos en el resto del artículo como “simjá”) es uno de los principios más importantes del Jasidus de Breslev. Una de las principales fuentes de ese principio es un verso notable que figura en la Parasha de esta semana. La Torá describe extensamente el terrible sufrimiento que padecerá el pueblo judío si se aleja de Hashem. En medio de este cuadro aterrador, hay un verso que explica la razón: “porque no serviste a Hashem, tu Dios, con alegría (“simjá”) y bondad de corazón, cuando todo era abundante”. A partir de aquí, los jasidim de Breslev (y muchos otros) señalan la increíble importancia y el poder de la “simjá”.

¿Qué es esta cualidad especial conocida como “simjá”? Como me señaló mi esposa cuando le conté mis intenciones de escribir sobre el tema de la “simjá”, en cuanto se intenta intelectualizar el tema, este ya ha perdido parte de su significado. “Simjá” es principalmente un poderoso estado emocional que refleja una profunda sensación de alegría, en contraposición a los buenos sentimientos asociados con la claridad intelectual o la comprensión. (Ambos pueden estar relacionados pero, en general, el lugar de “simjá” está en el corazón, no en la mente). Dicho esto, me gustaría seguir indagando en este concepto, sobre todo, tal y como se lo utiliza en el versículo.

Sabemos que hay muchos mandamientos y requisitos para aquel judío que intenta vivir su vida honestamente y en sintonía con el Creador. La Torá y el Talmud hablan extensamente de la severidad de muchas de las mitzvot (mandamientos) específicas que debemos cumplir. En ninguna parte se menciona una obligación específica de estar en un estado de “simjá” ni hay ninguna prohibición directa de estar triste o deprimido. Tanto la cualidad edificante de la “simjá” como los efectos negativos de la tristeza o la depresión son obvios para todos. Aun así, dado que no están legislados, ¿por qué la responsabilidad es tan grande?

El gran comentarista del siglo XIV, Rabeinu Bejaye, nos enseña una notable lección cuando explica que las mitzvot tienen dos componentes distintos. El primero es el acto mismo y el segundo es la actitud hacia la mitzvá. Una persona puede cumplir una mitzvá de manera aparentemente “perfecta” y, sin embargo, esa mitzvá puede carecer totalmente de significado, como un cuerpo sin alma. La mitzvá hecha con “simjá” no es sólo la forma preferida de cumplir el mandamiento, sino que es un componente esencial. ¿Por qué?

En nuestros rezos de Rosh Hashana, recitamos las poderosas palabras “¿seremos como hijos de Hashem o seremos sólo como siervos?”. El siervo cumple la voluntad de su amo. Su actitud positiva, aunque útil, no define la relación. La relación padre-hijo sólo es significativa cuando hay una actitud de cuidado y de preocupación. Sin eso, su conexión parece poco más que la de un amo y un siervo.

Sin embargo, hay una diferencia obvia y esencial entre la relación amo-sirviente y la de padre- hijo. El amo no tiene reparos en tener una conexión superficial e impersonal con su siervo. Para el padre, esta opción está lejos de ser la ideal. Cumplir las mitzvot sin “simjá” es reducir nuestra conexión con nuestro Padre Divino a un nivel superficial y técnico y nos rebaja del nivel de hijos al de siervos. Rabenu Bejaie dice que así como hay recompensa y castigo por el cumplimiento o incumplimiento de las mitzvot, también hay recompensa y castigo si nuestras mitzvot se hacen con simjá o no. La razón debería ser clara. Si no cumplimos las mitzvot con “simjá”, quiere decir que habrá consecuencias negativas, porque aunque estemos siendo buenos servidores, estamos perdiendo nuestra cercanía con Hashem.

Todos los sufrimientos descritos en la Parasha de esta semana pueden remontarse a este factor. No sentimos “simjá”. Perdimos la conciencia y la conexión de ser hijos de nuestro Padre que nos ama tanto. A partir de ahí todo empieza a ir cuesta abajo.

¿Qué pasa si no sentimos esa conexión? ¿De dónde se supone que viene? Los comentaristas dicen que la palabra “simjá” (las letras hebreas sin-mem-jet) está relacionada con la palabra tzemaj (tzadi-mem-jet) que connota el crecimiento y el florecimiento de un organismo vivo. El resultado natural y orgánico de vivir según las palabras de la Torá es el crecimiento de la alegría. Como dice el versículo: “para aquellos cuyos corazones son rectos hay “simjá””. A veces se necesita tiempo para que una planta crezca, pero si la regamos y la cuidamos, entonces veremos su desarrollo y su florecimiento.

Que nuestros corazones y nuestras almas se llenen de la “simjá” de hacer la voluntad del Creador y que sintamos realmente la alegría de ser los hijos de Hashem. Amén.

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