Pasar a ser un dador

La cultura occidental tiende a cultivar esta tendencia antinatural que da lugar a expectativas malsanas que, si no se satisfacen, traen sentimientos de decepción y negatividad. ¿Qué ocurre entonces?

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Lori Steiner

Posteado en 08.07.24

Es un hecho que venimos a este mundo como “tomadores”. Los bebés necesitan cuidados constantes física, tanto emocional como espiritualmente. Esta idea es tan obvia que ni necesita explicación. Sin embargo, a medida que vamos creciendo, nos damos cuenta de que los demás también tienen necesidades, y si nos crían padres que están en sintonía con la importancia de crecer hasta convertirnos en dadores y que ellos mismos son dadores, de forma natural nos vemos abocados a sentir la gratificación que supone darles a los demás. Seguir siendo un “tomador” es egoísta y a menudo es el resultado de una sensación de carencia, de insatisfacción emocional y espiritual, y de unos padres que abusan de la importancia de las comodidades materiales y de las necesidades del ego para apaciguar y alegrar.

¿Cómo podemos explicar esto? Demasiados padres, abuelos, cuidadores e incluso maestros caen en la trampa de recompensar en exceso en cada momento posible por razones como evitar o frenar los arrebatos de conducta, ganarse el favor de un niño, hacerlo feliz en el momento, distraerlo, complacerlo, pensar erróneamente que la felicidad momentánea equivale a una autoestima sana y celebrar hitos y logros. Estas cosas están bien en cierta medida, sin duda, pero cuando recurrimos a dar regalos y recompensar a cada paso, corremos el riesgo de que los niños se sobreestimulen y exijan la adquisición de más recompensas, regalos, elogios, diversión y externalidades. ¿Qué se entiende por “exigir”?

“Exigir” es como una molesta necesidad insatisfecha. Cuando exponemos a nuestros hijos a cosas que apelan al ego y cuando nos excedemos en algo, corremos el riesgo de que ellos o nosotros, para el caso, dependamos de estos elementos externos hasta el punto de la adicción. Entonces, cuando no recibimos más y más, nos sentimos abatidos. Cuando la avalancha se detiene, uno puede deprimirse al tener una sensación de carencia, una especie de insatisfacción con lo que es y un deseo constante y persistente de más cosas, más entretenimiento, más dulces, más regalos, más estímulos y más poder para construir el ego.

Este anhelo malsano y el deseo de más tiene el potencial de conducir a los celos, la codicia, y las adicciones a pecados como la pornografía, el cigarrillo, el consumo de drogas, el abuso de los demás, y recurrir al alcohol y la comida para adormecer el dolor que emana de los antojos que son difíciles de controlar. Estos son síntomas de un alma en pena.

La cultura occidental tiende a cultivar esta tendencia antinatural que da lugar a expectativas malsanas que, si no se satisfacen, traen sentimientos de decepción y negatividad. ¿Qué ocurre entonces? Tenemos una sociedad de narcisistas y personas que harán cualquier cosa para “salir adelante” y llenar el molesto vacío. En el extremo, y si se generaliza, este estado mental -de ensimismamiento- puede crear anarquía, caos y todo tipo de problemas sociales. De hecho, estamos viendo los efectos de este tipo de mentalidad en nuestra cultura actual. Esto simplemente quiere decir que no hemos madurado desde la infancia. Hemos fracasado en la transición de ser un tomador a ser un dador. Hemos olvidado la agenda de nuestra alma o quizás nunca aprendimos lo que el alma realmente necesita. Hemos derribado todos los límites en una interpretación equivocada de la “libertad”.

El primer paso para resolver un problema es el reconocimiento y la comprensión clara de la raíz de la preocupación. El problema no es el capitalismo. Se trata más bien de la forma en que abordamos la libertad y de lo que es la verdadera libertad: liberarse del ego que insiste en obtener más y, en su lugar, satisfacer las necesidades puras del alma.

Al permitir que los seres humanos determinen lo que está bien y lo que está mal, nos enfrentamos a una multiplicidad de opiniones que entran en conflicto entre sí. No existe un fundamento sobre el que se reconozca y honre la verdad absoluta. El mundo fue creado para difundir verdades Divinas inmutables a partir del plano de la creación: la sagrada Torá. La Torá es un manual para vivir con propósito – vivir ética y moralmente. El manual para vivir con Dios en vez de en oposición a Él no ha sido propagado y ejemplificado lo suficiente por la nacion judia, y el resultado se ha convertido en un mundo que está tambaleando por la falta de una base apropiada cimentada [U1] en la Divinidad. Un mundo que no reconoce ni vive bajo los dictados de un Poder Superior es un mundo en caos. Y entonces se produce la anarquía.

Pasar a ser un dador es la raíz de todo. Debemos “renunciar” a nuestras opiniones en aquellos asuntos que tienen una norma absoluta de la Torá y debemos comprender la verdadera definición de libertad. En última instancia, pasamos de querer más a convertirnos en más: sentir gratitud por lo que tenemos; desarrollar un fuerte deseo de ayudar en lugar de dañar; dar en lugar de recibir; y enseñar valores como el estudio, la paciencia, la empatía, la bondad, la conexión con Hashem, la diligencia y la pureza. La transición a ser más proviene del deseo de elevar nuestra conciencia y combatir el mal a través de esta elevación. Y comienza en el hogar. Cuando nos elevamos, elevamos a nuestros hijos y, al hacerlo, elevamos el mundo entero.

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Lori es docente y coach de optimización de la vida. Su libro titulado Living in Happiness: The Call to Return está disponible actualmente enla librería BookBaby con un 20% de descuento para nuestros lectores, al aplicar el código UNITY20.


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