Woody, el Sumo Sacerdote

Aquellas décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron días embriagadores para los judíos de Norteamérica. De repente, ser judío estaba de moda…

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Howard Morton

Posteado en 04.04.21

La imagen por cortesía de Denis Makarenko/Shutterstock.com

 

Mirando hacia atrás a la era dorada de los judíos norteamericanos, que ahora está culminando, si tuviera que votar para elegir el sumo sacerdote de la cultura judeo-americana (me refiero a la cultura secular, laica), el sumo sacerdote sería Woody Allen.

 

En retrospectiva, ahora podemos ver que la atolondrada celebración de la cultura judía norteamericana que Woody Allen ofreció de escaparate para las masas, sin nada de genuina espiritualidad, era un callejón sin salida repleto de bagels, salmón ahumado, queso crema y tics nerviosos en que las generaciones comieron y disfrutaron su confortable camino rumbo al olvido y la total asimilación.

 

Esta fue la Era Dorada de la judería norteamericana que en realidad  comenzó cuando Woody Allen inició su carrera como guionista de comedias televisivas. El Holocausto había culminado unos cuantos años antes y el antisemitismo noerteamericano abierto había empezado a reducirse a conversaciones tras puertas cerradas y pequeños grupos de inadaptados frustrados que hervían en silencio con ocasionales explosiones pero jamás desaparecían del todo.

 

Aquellas décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial fueron días embriagadores para los judíos de Norteamérica. De repente, ser judío estaba de moda…

 

Tal vez la más grande prueba de este nuevo status chic del judío cultural era que ahora todo el país se mataba de risa con nuestros chistes, chistes repletos de referencias, palabras, entonaciones y angustia judías.

 

Millones de espectadores norteamericanos aceptaron con regocijo en sus living rooms a Milton Berle, Henny Youngman, Joan Rivers, Don Rickles y cientos de otros judíos cómicos. Los universitarios tenían a Lenny Bruce y Mort Sahl. Legiones de compradores de discos adquirieron los álbumes de Alan Sherman y los amantes de la literatura tenían a Philip Roth. Todos estos comediantes y humoristas, y no los políticos, eran los emisarios judíos de mayor influencia en la cultura norteamericana.

 

Y en ese sentido, Woody Allen los superó a todos.

 

En calidad de cómico, comediante, guionista, autor, personalidad de la TV y, por supuesto, director-escritor-estrella de filmes, Woody Allen contribuyó a inyectar un judaísmo cultural e irreligioso durante la cumbre de la Era Dorada de la judería norteamericana. Sólo puedo imaginar lo que multitudes de no judíos, desde las planicies de medio oeste hasta los Estados del Sur de EE UU profundamente protestantes, deben haber pensado del retrato que hizo Woody Allen del judío norteamericano: intelectual pero neurótico, metafísico pero agnóstico, falto de atractivo pero siempre consiguiendo (y a veces perdiendo) a la bonita joven gentil… Pero para muchos judíos seculares, él fue una especie de héroe. Incluso transformó la experiencia del judío norteamericano secular en el ganador del Oscar de la Academia de 1978 para Mejor Película (no poca cosa para una comedia!).

 

Y más aún. Mirar una película de Woody Allen durante su apogeo era la experiencia judía norteamericana secular por excelencia (junto con comer salmón ahumado y bagels los domingos a la mañana). Esto, por lo menos en mi opinión, fue lo que transformó a Woody Allen en el sumo sacerdote de la cultura norteamericana judía secular.

 

Y ahora el secularismo que retrató Woody Allen ha progresado en una generación o dos y todo ha menguado. El judaísmo ha menguado (a juzgar por los títulos y los argumentos; yo ya hace mucho que dejé de mirarlas). Su público ha menguado. Y lo que es más importante, la Era Dorada de la Judería Norteamericana ha menguado, en parte porque el número de judíos norteamericanos ha menguado. Los judíos, que una época conformaban el cinco por ciento de Norteamérica y el cuarenta por ciento de la amada New York de Woody Allen, ahora conforman tan sólo el dos por ciento de la población norteamericana y aproximadamente el trece por cierto de la población neoyorquina, de acuerdo con la Tablet Magazine.

 

Ahora vemos adónde ha llegado la asimilación que Woody Allen describió: la desaparición de los valores y la moral judía, y de los judíos mismos. Generaciones enteras de judíos.

 

Durante los años de gloria de la judería norteamericana, cuando yo todavía no era religioso, Woody Allen era mi vocero. Pero ahora definitivamente no. Su reciente crítica a la oposición de Netaniahu al acuerdo nuclear con Irán  -a pesar de los llamados de Irán de “muerte a Israel” y la promesa de borrar a Israel del mapa-  ciertamente no tienen en mi un partidario. Por supuesto que Woody Allen no es el único. Noventa y ocho eminentes artistas judíos de Hollywood también apoyaron junto con él el acuerdo nuclear con Irán en una carta abierta de una página entera en el Los Angeles Jewish Journal.

 

Así que allí es donde nos llevó la tendencia asimilacionista y secularista de Woody Allen – a una extraña disonancia cognitiva mientras otro régimen antisemita más va afilando su navaja para la caza y mientras ser judío en Norteamérica ya no está más de moda (tal como vemos con el movimiento BDS, la histeria anti-Israel en los campus y el vertiginoso aumento del antisemitismo).

 

Curiosamente, le puedo dar las gracias a Woody Allen en parte por haberme yo vuelto observante hace un par de décadas, porque ahí fue cuando me di cuenta de que ser judío significa mucho más que comer salmón ahumado con bagels y mirar sus películas. Finalmente tomé conciencia de que no bastaba con ser un judío cultural, que al ser judío sin el componente espiritual uno se está perdiendo toda la esencia de lo que significa ser judío y que la vida sin Torá, mitzvot y una conexión con Hashem es la receta histórica para la casi extinción.

 

Y por más obvio que pueda sonar, esta concientización tiene especial relevancia hoy en día, en que el tiempo se está acabando. La Gueulá, la completa redención del Pueblo Judío, está acá nomás, a la vuelta de la esquina. Así que ahora es el momento de empezar a ser espirituales, como nunca antes lo fuimos!

 

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