Preciosos retoños
A mí siempre me encantó la idea de tener un jardín en el que pudiera cultivar flores y disfrutar de la naturaleza, teniendo un lugar donde relajarme.
“Educa al niño de acuerdo con su sendero. Incluso cuando sea anciano no lo abandonará” – Proverbios 22:6
A mí siempre me encantó la idea de tener un jardín en el que pudiera cultivar flores y disfrutar de la naturaleza, teniendo un lugar donde relajarme. Lamentablemente, con todas las mudanzas que hicimos en los últimos años, y al estar tan ocupada con la crianza de los hijos, la jardinería no ocupó un lugar predominante en mi lista de prioridades. Los dos últimos departamentos que alquilamos no tenían acceso a ninguna clase de jardín.
Hace un año nos mudamos a un departamento muy lindo y si bien no tiene jardín, sí tiene un lindo balcón lleno de sol que tiene vista a unas montañas bellísimas llenas de árboles y arbustos. La mayoría de los atardeceres, la puesta del sol es como una postal. Cuando se estaba acercando la primavera, decidí empezar a hacer jardinería en el balcón. A menos que uno compre frutas y verduras orgánicas, que son muy caras, uno está constantemente ingiriendo veneno de todos los pesticidas que usan los agricultores. Por eso, decidí empezar a cultivar tomates, limones, pomelos, melones y manzanas. Y con la ayuda de algunos vídeos de Youtube, empecé! (Youtube, cuando se lo utiliza de la manera debida, puede ser muy beneficioso pero tenemos que cuidarnos mucho de no dejarnos llevar por todas las cosas que dañan el alma….).
Al principio estaba súper entusiasmada. Todo excepto las semillas de manzana, germinaron tal como esperaba. Al ver los primeros retoños verdes saliendo de la tierra sentí una enorme felicidad. Después de algunas semanas de crecimiento, los tomates empezaron a formar flores que eventualmente se transformaron en pequeños brotes de tomate. Yo me entusiasmé muchísimo y ahí mismo empecé a averiguar las leyes de trumot y maasrot, los diezmos que se deben separar de los cultivos que crecen en Israel. Pero oh… lo que yo pensé que iba a ser un abundante cultivo resultó ser solamente un par de tomates por planta. Y para culmo, las hojas empezaron a volverse amarillentas y se infestaron con unos bichitos voladores (después me enteré de que esos bichitos se deben a que la tierra tiene demasiada humedad).
Mis plantas de melón también crecían pero tal como me temía, las macetas no eran lo suficientemente grandes para las grandes raíces. Ellas también empezaron a dar señales de fracaso…
Tras leer mucho sobre el tema, me di cuenta de que había amado a mis plantas demasiado. En mi pasión por hacerlas florecer, en vez de dejarlas tranquilas y dejarles lugar para crecer, las regué demasiado. También me di cuenta de que los melones necesitan un terreno abierto para alcanzar todo su pontencial.
Gracias a Dios, dado que los árboles de limón y pomelo son mucho más lentos para crecer, ellos todavía aguantan y me hacen muy orgullosa! (por lo menos por ahora).
A pesar de mi desilusión, aprendí mucho de esta experiencia, no sólo acerca de agricultura sino también algo mucho más significativo. Podemos comparar el cultivo de plantas con la crianza de los hijos.
Como todo en la vida, demasiado de algo por lo general no es bueno. En nuestro anhelo por darles lo mejor a nuestros hijos, a veces podemos dar demasiado amor y acabar ahogándolos. Esto se aplica especialmente en el caso de adolescentes y adultos jóvenes. Si ellos sienten que se ahogan, es posible que decidan buscar algún lugar no tan “ahogador” donde puedan desarrollarse con tranquilidad. A veces simplemente debemos dejarlos ser tal como son, dejarlos crecer y solamente asegurarnos de que estén seguros y sanos. Por supuesto ellos siempre tienen que saber que estamos siempre a su disposición y que los amamos, pero si nos excedemos en nuestros límites, tal como ocurrió con los tomates y los melones, no les va a ir bien..
Cada niño es único y tiene sus propios rasgos de carácter y su propia misión en el mundo. Como padres, debemos tratar de cultivar su desarrollo dándoles un buen ejemplo y orando para que emulen dichas cualidades, pero finalmente ellos mismos deben tomar sus propias decisiones y elegir sus propios caminos físicos y espirituales.
Por eso, incluso si tus propios preciosos retoños muestran señales no demasiado satisfactorias, no temas. Hashem nos da dificultades para que nos acerquemos a Él. Cuando estamos por el suelo, es solamente para que podamos alcanzar grandes alturas.
“En el invierno todas las plantas y el pasto mueren. Su fuerza se disipa y están como muertos. Pero cuando llega el verano, se despiertan y retornan a la vida” (Sabiduría y Enseñanzas de Rabi Najman de Breslev , #98).
Si oramos ante Hashem que nos ayude y seguimos el manual de instrucciones (la Torá), las semillas que hemos sembrado echarán raíces y un día producirán adultos fuertes y robustos.
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