El buscador Divino

Así como Hashem está más allá del tiempo, nuestras almas tampoco están limitadas por el tiempo. Si cierras los ojos y recuerdas….

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Dr. Zev Ballen

Posteado en 17.03.21

Sabías que tu mente tiene una función buscadora de Dios? Se llama “la buena inclinación” y es tu propio buscador que quiere encontrar y “alegrarse con todo lo bueno que (nos) ha dado Hashem” (Devarim 26:11). Es únicamente la buena inclinación la que quiere que olvidemos todo lo bueno que nos han dado. Cada vivencia dichosa, por más pequeña que sea, nos ocurrió por algún motivo. La alegría de los casamientos, de los bar mitzvas, de los nacimientos, de las graduaciones—son todos para recordar después, cuando uno necesita una inyección de alegría en la situación en la que se encuentra. El efecto positivo que se asocia con esos recuerdos le da alegría ahora.

 

Así como Hashem está más allá del tiempo, nuestras almas tampoco están limitadas por el tiempo. Si cierras los ojos y recuerdas cuando anduviste en triciclo por primera vez, estás allí. La mente siempre está buscando cosas agradables en el mundo y dentro de sí misma y de sintetizar las dos. Solamente tenemos que dejarla actuar. Al recordar todos los puntos buenos de nuestras vidas, nos estamos uniendo a Dios, que es la Fuente de la toda la alegría. Esto nos mantiene sanos, tanto física como espiritualmente. Cuando hablo con personas a las que les cuesta encontrar lo bueno y dar las gracias por lo bueno en sus vidas, hacemos una vuelta al pasado y encontramos muchísimas cosas buenas de las que se ya se habían olvidado.

 

Dice Rabí Najman que podemos aprender a encontrar la “sabiduría oculta” que es la sabiduría de Dios en literalmente todo lo que nos rodea. Es un proceso de tres pasos: 1. Enfocarnos en el objeto (por ejemplo, un terrón de polvo), 2. Unirnos a la sabiduría oculta en él (que dentro de él existe la capacidad de sustentar la vida) y 3. Experimentar la iluminación (la luz de Dios) que recibes cada vez que haces esto.

 

Así como podemos hacer esto con cosas que están fuera de nosotros, también podemos hacerlo con nuestros propios pensamientos y recuerdos, que son incluso más espirituales. Todo tiene un “afuera” y un “adentro”. Ahora retornemos a nuestro tema y veamos cómo las cosas que recordamos tienen un bello “adentro” que tal vez no supimos apreciar lo suficiente en ese momento.

 

 

  1. Respira profundamente, relájate y deja que Dios te lleve por el viaje a ti mismo (Lej lejá). Simplemente deja que Dios te dirija la mente para buscar recuerdos positivos y felices, experiencias de potenciación, momentos en los que te sentiste muy bien con respecto a ti mismo. La búsqueda te llevará a logros, elogios, momentos en los que te sentiste amado y aprobado; momentos en los que fuiste paciente y tolerante con los demás; momentos en los que hiciste realidad tus especiales virtudes y dones; momentos en los que resolviste algún problema; en los que superaste un desafío; en los que supiste hacer lo correcto, etc.
  2. No te presiones a ti mismo. Haz esto con paciencia, con tu Fe. Deja que Dios orqueste el proceso para ti. Cuando algo positivo te entra a la mente, puedes hacer algo de esfuerzo para mantenerte enfocado en eso y disfrutarlo pero deja que Dios dirija la búsqueda. Cuando te llega a la conciencia algo positivo, por más insignificante que sea, fíjate en qué forma te llega: acaso es una emoción positiva? Es una imagen visual, o un sonido, o la voz de un ser amado, o de una persona respetada o confiable? Tal vez sea la voz de un mentor, o un maestro, un familiar o un clérigo, o puede ser tu propia voz dándote un mensaje de aliento y de esperanza.
  3. Concéntrate en algo que te haga sentir bien y deja que su energía positiva y su sentido positivo te llena la conciencia más y más.
  4. También puedes pedirle a tu mente que busque en las distintas etapas de tu vida: la infancia, la niñez, la adolescencia, la juventud, la adultez, la edad madura, etc y recuerda los aspectos de tu vida cálidos, dulces, felices, gozosos, confiados, excitantes, logrados, nostálgicos, milagrosos y pacíficos…
  5. Anota todos los puntos de bondad que logres recordar.
  6. Dale las gracias a Dios por hacer este ejercicio. Ahora di: “Por favor Dios, ayúdame a integrar todos estos mensajes maravillosos y tan positivos dentro de mí mismo y de mi vida diaria; ayúdame a estar conectado contigo a cada momento siendo más consciente de mi respiración y respirando a pulmón lleno. Dios mío, ayúdame a tener más calma, a sentirme más seguro-a, a disfrutar de más pensamientos positivos, a que nunca dude de mi valor inherente y de mi importancia como persona. Y por favor Dios, ayúdame a no dudar nunca de que Tú me amas en forma incondicional y que quieres que tenga éxito”.
  7. Finalmente, prométele a Dios y a ti mismo que continuarás haciendo este ejercicio hasta que sea parte de tu propia naturaleza conectarte con tus puntos de bondad cuando lo necesites.
  8. En medio de las sesiones, revisa viejos álbumes de fotos, agendas, diarios, cartas, vídeos de la familia,e tc, en busca de emociones positivas. Habla con gente que te pueda dar perspectivas positivas de ti mismo-a.
  9. Continúa añadiendo más y más cosas positivas a tu lista cada vez que se te ocurra algo nuevo.
  10. Sigue pidiéndole a Dios que te dé más razones para juzgarte favorablemente, al identificar más y más puntos fuertes y rasgos de carácter positivos.

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