Pregúntenle a un breslevero!

A veces una breve parábola es mucho más clara que cien conferencias. Este es un ejemplo (gracias a mi vecino, que me la contó)...

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 04.04.21

A veces una breve parábola es mucho más clara que cien conferencias. Este es un ejemplo (gracias a mi vecino, que me la contó):

 

Un joven que no tenía mucha idea de Dios, de la Torá o del judaísmo estaba en busca de respuestas. Entonces decidió ir a visitar uno de los barrios religiosos de Ashdod. Allí detuvo a una persona en la vereda, un estudioso de Torá que iba de prisa rumbo a la sala de estudios. El joven le preguntó amablemente: “Discúlpeme, señor, ¿acaso hay un Dios en el mundo?”

 

El estudioso le respondió con tono decidido: “Por supuesto que hay! ¿Acaso no estudiaste el Rambam (Maimónides)? Allí figura en forma explícita al comienzo de las Leyes de la Torá, en el primer capítulo”. El hombre se encogió de hombros. Jamás en su vida había visto las leyes de Maimónides y ni siquiera sabía quién era Maimónides. Entonces el estudioso miró el reloj y se dio cuenta de que era tarde, así que se fue corriendo.

 

Mientras tanto, el joven vio a un jasídico de Jabad yendo por la calle y tarareando una melodía de Jabad. El joven le preguntó: “Discúlpeme, podría por favor ayudarme y decirme si hay un Dios en el mundo?”.

 

El jasid de Jabad se quedó muy sorprendido por la pregunta, como si le hubieran preguntado si el cielo es azul o naranja. “Por supuesto que sí! Abre cualquier ejemplar del Tania en la página que quieras y allí vas a ver que se habla del Creador”. La respuesta no satisfizo al joven, porque él no sabía qué era el Tania.

 

Luego pasó por una casa de estudios de la jasidut Gur y cuando el joven vio a un jasid, enseguida le hizo la misma pregunta. El jasid Gur le aconsejó que se fijara en los escritos del Rebe de Gur, donde se menciona al Creador a cada momento. Pero el joven no conocía los libros de Gur, y nuevamente se quedó muy frustrado por la respuesta. ¿Acaso no había en todo Ashdod alguien que pudiera responder en forma clara a una pregunta tan simple?

 

Entonces el joven vio algo muy extraño. Vio a un hombre de unos cuarenta años caminando por la calle con una sonrisa en el rostro. Iba vestido de negro como todos los otros, pero tenía los zapatos empolvados y las mangas llenas de zarzas, como si acabara de volver de un paseo por el bosque o algo así. El joven decidió hacer un último intento. “Discúlpeme, pero podría ayudarme y decirme si hay un Dios en el mundo?”

 

Con gran felicidad y una enorme sonrisa, el breslevero respondió: “Por supuesto que sí, hermano!”.

 

“¿Y cómo estás tan seguro?”

 

“Acabo de hablar con Él!”. Poco después, el joven fue visto caminando con zapatos empolvados y una sonrisa en el rostro…

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