Los buenos anhelos
¿En qué se basa Hashem para juzgar a la persona?
Hashem juzga a la persona en conformidad con su voluntad y no en conformidad con sus acciones. Este principio se deduce del hecho de que las circunstancias de su vida provienen de Hashem, como así también sus impulsos y todas sus acciones. Por lo tanto, la persona no puede ser juzgada sobre la base de dichos factores, ya que no están bajo su control. El único elemento que realmente está bajo su control y no depende de nada más es su voluntad. Uno puede literalmente cambiar su voluntad en el momento que lo desee. Por lo tanto, el principal interrogante que se le planteará al individuo en el otro mundo es “¿Por qué no quisiste?”. La voluntad depende de uno mismo. Por lo tanto, la esencia del juicio Divino tiene que ver con la voluntad de la persona.
Una prueba de esto figura en la sentencia de nuestros Sabios de que “Si un hombre le dice a una mujer: ‘Cásate conmigo a condición de que yo sea justo’, entonces, incluso si es un absoluto malvado, se considera que ella está casada con él, porque es posible que a él se le haya pasado por la cabeza la idea de arrepentirse” (Kidushín 49b).
Veamos qué es lo que nos está diciendo la Guemará. Imagínate una persona absolutamente maléfica que se pasó la vida robando, asesinando y que es el terror de su ciudad. Ahora este hombre se acerca a una señorita muy recatada y muy piadosa, la hija del rabino, y le pide que se case con él. Ella le responde que solamente se va a casar con un hombre piadoso y entonces él le dice: “¡No hay ningún problema! Cásate conmigo a condición de que yo sea justo”. Si ella efectivamente se casa con él, la halajá, o sea, la ley judía, establece que sí están casados, porque es posible que él haya pensado en arrepentirse.
Si contempláramos esta misma situación con nuestros propios ojos, ¿qué pensaríamos? ¿Cómo es posible que una persona así afirme ser un justo? Es obvio que es un malvado. No tiene la menor idea de lo que significa ser justo. No lleva kipa en la cabeza y por supuesto que no cumple los preceptos de la Torá. No tiene idea de las leyes de Shabat ni sabe ponerse los tefilín. Además, no tiene virtudes. Es lo que se dice una mezcla de defectos y malos hábitos, un ser compuesto únicamente de pecados y de maldad. Por lo tanto, si se casa con una mujer a condición de que sea justo, eso significaría que el casamiento es nulo, ya que no existe que sea considerado un justo. ¡Es obvio que este casamiento no tiene ninguna validez!
Sin embargo, ¿qué es lo que nos dice la sagrada Guemará? La Guemará contempla esta misma situación a través de los ojos de Hashem y la percibe de una forma completamente diferente a la nuestra. Si este hombre se casa con esta mujer a condición de que él sea justo, entonces, aunque sea un malvado, el matrimonio es válido (por lo menos, provisionalmente), porque es posible que él haya pensado alguna vez en arrepentirse.
Dado que no tenemos la capacidad de mirar dentro del corazón o la mente de una persona, no podemos saber realmente si se arrepintió o no. Por lo tanto, la ley establece que la mujer está provisionalmente casada con él. Pero si el Profeta Elías viniera y confirmara que él de hecho tuvo un pensamiento de arrepentimiento, entonces el matrimonio sería cien por ciento válido, aunque él no tenga la menor idea de lo que implica ser justo ni de lo que esto requiere de él.
¿Qué significa que este hombre “tuvo un pensamiento de arrepentimiento”? Significa que a partir de este momento, él quiere vivir en conformidad con la voluntad de Hashem. Si él tuvo siquiera un solo pensamiento así, entonces se lo considera un justo. Basándonos en esto, llegamos a la conclusión de que el Cielo juzga a la persona de acuerdo con su voluntad. Debido a su buena voluntad, a sus buenos anhelos, este hombre deja de estar en la categoría de personas absolutamente malvadas y el Cielo lo considera un justo.
Y esta es la halajá codificada en el Shulján Aruj (Shulján Aruj: Even HaEzer 38:31). El Shulján Aruj no es un libro para piadosos. No es una obra inspiracional, ni un libro de ética. Es un libro de leyes, cuyos dictámenes determinan si la mujer en cuestión se considera una mujer casada o no. Y esto tiene implicancias para su estatus, para su divorcio y casamiento subsiguientes. Si esta mujer quiere casarse con otro hombre, entonces primero deberá divorciarse de este. Eso significa que la halajá establece que la decisión del individuo de arrepentirse lo transforma en una persona justa. Y los comentaristas añaden: “Incluso si los objetos que este hombre robó siguen estando en su posesión, y no se considera que se ha arrepentido hasta que (en sentido metafórico), él arroja el bicho de sus manos, no obstante, dado que ha resuelto en su mente que ha de devolver (lo que robó), se lo considera justo…” (Jelkat Mejokek). O sea que, si bien de acuerdo con los parámetros halájicos, el arrepentimiento de este hombre no se considera completo hasta que rectifique sus faltas, no obstante, dado que ha llevado a cabo un compromiso mental de arrepentirse, el Cielo ya lo juzga y lo considera como un justo.
Esto significa que Hashem sabe que a la persona le lleva un cierto tiempo rectificar su comportamiento. Pero Él le dice: “Aunque todavía no has rectificado completamente tus acciones, tienes deseos de hacerlo y, por lo tanto, ya te juzgamos en forma favorable de acuerdo con tu intención”. En el Cielo se juzga a la persona favorablemente de acuerdo con su intención, aunque no pueda de manera inmediata corregir su conducta.
Uno puede ofrecer todo tipo de excusas por todos sus fracasos: no cumplió una mitzvá porque su padre se lo impidió; no llegó a un cierto nivel espiritual porque su mujer le puso trabas; no rectificó sus pasiones físicas porque estaba demasiado ocupado ganándose la vida y criando a sus hijos; o estuvo enfermo, o no tenía dinero ─ toda una lista de excusas y justificaciones. Pero esta persona no puede afirmar que “se vio impedido de querer”. Uno siempre puede querer. Y por eso Hashem lo juzga según su voluntad.
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