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Purificar el mundo entero
Este es un gran mensaje de aliento para nuestra generación.
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Así como Moisés falleció a la hora de “voluntad de voluntades”, lo mismo ocurrió con el Rey David y José el Justo (Yosef HaTzadik), que fallecieron a esa misma hora. Y es porque ellos también alcanzaron una voluntad perfecta por medio del poder de la plegaria. En el caso del Rey David, no hace falta enumerar la larga lista de pruebas de que él era pura plegaria. De hecho, él dice de sí mismo: “Yo soy plegaria” y su libro de Salmos da testimonio de que él es el arquetipo de la plegaria. Él pasó noches enteras cantando y alabando a Hashem: “Ante Ti clamo todo el día” (Salmos 86:3). La gran innovación que aprendemos del Rey David es que todo el arrepentimiento depende de la plegaria. No hay forma de arrepentirse sin plegaria. Y tal como enseña la Guemará, el Rey David les enseñó a todas las generaciones un camino de arrepentimiento para el individuo y ese camino de arrepentimiento es el libro de Salmos (tal como se afirma en el Likutey Moharán II 73). El Rey David da testimonio de que toda su capacidad de elegir libremente era gracias al poder y la ayuda de Hashem: “Tú guías mi destino” (Salmos 16:5), que significa: “Tú pusiste mi mano en la buena porción, diciendo: ‘Elige esto’”. ¿Por qué Hashem lo ayudó a elegir? Porque él era todo plegaria y por eso Hashem lo condujo por el camino que deseaba transitar.
Del mismo modo, Yosef HaTzadik fue una persona de pura plegaria. Cuando estuvo en la cárcel durante doce años, ¿qué hizo? No tenía libros y además no podía estudiar en un lugar tan sucio. Pero las palabras de la plegaria acompañan a la persona dondequiera que vaya. Tal como enseña Rabí Najman: “Así como la madre siempre acompaña a sus hijos y no los olvida, así también las palabras, que son el nivel de la Shejiná, de la Presencia Divina, siempre acompañan a la persona”. Por lo tanto, Rabí Najman dice que el habla “habita junto a ellas en su impureza” “y va con él incluso a un lugar inmundo” (Likutey Moharán I 78).
Lo único que Yosef HaTzadik podía hacer allí era hablar con Hashem y rezar y eso fue lo que hizo, sin parar. Por eso, “el Nombre del Cielo está perpetuamente en su boca”. Del mismo modo, cuando se vio sometido a los continuos halagos (tal como se describe en el Midrash), ¿qué hizo Yosef para conservar la fortaleza? Igual que todos los demás tzadikim que estuvieron en situaciones de peligro, llamó a Hashem: “¡Rescátame, sálvame! El agua me ha llegado al alma. Mi alma está atada a grillos de acero…”. Hizo el trabajo de la voluntad. Tal como dice el versículo (Génesis 39:8): “Él se negó”. Fue intransigente en su voluntad de no someterse ni siquiera en lo más mínimo a la tentación de la lujuria.
¿Qué hemos aprendido? Que la plegaria modifica la naturaleza y que, por medio de la plegaria, la persona anula sus malos rasgos. Yosef HaTzadik cambió la naturaleza por completo. Se transformó en uno de los siete pastores. Y anuló no sólo su propia maldad, sino toda la maldad de Egipto. Él solo, con el poder de su plegaria y su voluntad, cambió el lugar más impuro del mundo entero, “la desnudez de la tierra”, transformándolo en un lugar que estaba preparado para recibir e incorporar a las setenta almas puras de la Casa de Jacob. De no ser por el justo Yosef, que preparó el lugar para ellos, ellos habrían caído en las garras de la impureza allí en Egipto y se habrían quedado hundidos allí. Incluso tzadikim de la talla de Jacob y las tribus no habrían podido pasar una prueba semejante. Pero este judío que se dedicó al trabajo de la voluntad trajo logros, rectificación y purificación a sí mismo y a toda la nación de Israel por todas las generaciones. Y con el poder de su plegaria transformó a los rudos egipcios, que estaban sumidos en la promiscuidad, al nivel de rectitud. Hizo que todos se circuncidaran y los elevó al nivel de “cuidar el pacto”.
Este es un gran mensaje de aliento para nuestra generación. Mucha gente está segura de que nuestra generación ha descendido a lugares tan sucios y tan impuros que parecería que la batalla está perdida definitivamente, que ya no se puede hacer nada, que la batalla está perdida, que no hay nada que hacer, Dios no lo permita. De hecho, todo eso es verdad. Pero con voluntad y con plegaria, no existen las limitaciones. Uno cumple con sus obligaciones y deja que el Creador se encargue del resto. Cuando uno lleva a cabo el trabajo de la voluntad, entonces va a estar absolutamente protegido, y será santo y puro incluso en una generación como esta, y aunque está al nivel más bajo. No sólo que va a poder superar todas las pruebas, sino que, junto con él, está rescatando a toda una generación y al mundo entero. Y todo esto debido a que un judío simple se eleva en espiritualidad, está haciendo que todos los mundos se eleven. Tal como enseñó Rabí Najman de Breslev: “Cuando una persona que estaba en el más bajo de los niveles se eleva de un nivel a otro, está haciendo que esa otra persona que está directamente encima de él se eleve también, y esa otra persona, a su vez, hace que se eleve la persona que está por encima de ella, y así sucesivamente, cada vez más alto” (Likutey Moharán I 25).
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