Vacaciones en Jerusalem

En Israel y especialmente en Jerusalem se ven cientos de turistas cada día, pasean de un lado a otro viendo las maravillas de esta tierra y tratando de encontrar la fuente de leche y miel. Muchos se quedan prendados de su encanto y repiten experiencia cada año o cuando la economía se lo permite.

Hace años yo también venía como turista. Cuando aún no había ni siquiera comenzado mi proceso de conversión, viajé a este país como no existe ningún otro igual en el mundo entero y me quedé completamente extasiada y enamorada de esta tierra diferente y singular.

Solamente aquí se puede ver a un gran rabino, a un monje copto, a un monje franciscano y a decenas de monjas todo en un plazo de varios minutos caminando tranquila y libremente por las calles de Jerusalem. Sé que hoy en día es muy común alabar la diversidad y la aceptación de varios grupos étnicos en el mismo lugar y también sé que desde fuera de Israel la gente piensa que aquí la situación es diferente y todos viven oprimidos por los judíos. Todo aquel que hace este tipo de afirmaciones obviamente no ha venido a Israel. No es este el lugar para entrar en debates políticos así que lo dejaré en un simple: pasen y vean por ustedes mismos.

No importa la época del año en la que estemos, siempre hay miles de turistas en Israel. No todos son judíos, hay cristianos, agnósticos, evangelistas… la lista no tiene fin. Y disfruto viendo cómo todos vienen y quedan maravillados con las preciosas atracciones turísticas que este país tiene que ofrecer. Desde el Mar Muerto hasta las playas llenas de vida de Tel Aviv o el mar de Galilea, desde el desierto hasta las reservas naturales frondosas y exuberantes del norte de Israel, uno puede encontrar todo tipo de actividades tanto en verano como en invierno.

Pero lo que más me atrajo para continuar viniendo a Israel como destino turístico año tras año hasta que HaShem me permitió fijar Jerusalem como mi residencia permanente no fueron las playas donde se puede nadar con delfines en el Mar Rojo, ni las ruinas ancestrales, sino la paz espiritual y la atmósfera de santidad de sus ciudades. Especialmente en Jerusalem, por supuesto, la sensación es sobrecogedora. La posibilidad de respirar de otra forma, de sentir la mano de Di-s en este mundo a través de cada pequeño detalle es una sensación difícil de explicar. Aunque, al mismo tiempo, parece lo más natural del mundo.

Y es que, a fin de cuentas, la presencia de Di-s en este mundo es lo más natural. Él ha creado todo y está siempre presente en nuestras vidas. Sin embargo, cuando vivía fuera de Israel me costaba un poco de trabajo ver los milagros que nuestro Creador hace en nuestras vidas a diario mientras que al estar en Israel se me hace mucho más evidente. Ver continuamente cómo personas que no tenían ni siquiera algo para comer salen adelante cada día, leer cómo personas se salvan milagrosamente de accidentes que les hubieran costado la vida con toda seguridad y muchas más cosas que son difíciles de explicar. Desde encontrar un taxi en una calle completamente desierta hasta recibir de regalo algo que estaba buscando sin remedio. De alguna forma, se puede establecer ese vínculo  y procedencia divina con más facilidad a todos estos pequeños detalles solamente aquí en Israel. Y, por supuesto, solamente aquí en Israel he encontrado a esa persona especial, esa otra mitad de mi misma esencia, con la que compartir el resto de mi vida y formar una familia.

Es difícil de describir y siento que solamente quien haya estado aquí en Israel y haya vivido con ojos abiertos la experiencia de disfrutar de su santidad podrá entender a qué me refiero. HaShem ha creado esta tierra y la ha dotado de una energía espiritual diferente y única. Gracias al Creador por concedernos el mérito de disfrutar de un lugar tan especial.  

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