La Hiel y la Miel

Nuestros enemigos acechan en las penumbras blandiendo armas no convencionales. ¿Y por casa cómo andamos?

Existen tantos desafíos en nuestra generación… No logro recordar una época en la que haya habido tantos niños con enfermedades terribles; tanta gente con graves problemas financieros; tantas familias con crisis educacionales e hijos rebeldes. Y a nivel nacional, las amenazas son enormes, tanto desde afuera como desde adentro. Fronteras que durante décadas estuvieron completamente tranquilas ahora se van poniendo cada vez más peligrosamente calientes. Nuestros enemigos acechan en las penumbras blandiendo armas no convencionales. ¿Y por casa cómo andamos?

Nada bien: nuestros valores de Torá y todo nuestro sistema de educación basado en la Torá se enfrentan a un desafío sin precedentes.

La Guemará afirma en forma enfática que no hay sufrimiento sin previa transgresión. Entonces ¿qué es lo que hemos hecho, por amor a Di-s, para atraer todo este enorme arsenal de juicios estrictos sobre nuestras cabezas?

La respuesta es muy simple: toda la amargura tiene su origen en las malas lenguas, en las lenguas desenfrenadas…

HaShem, que es un Padre increíblemente cariñoso con nosotros, Sus hijos, no puede soportar que una persona le cause dolor y pena a otra persona. Lashón Hará, las malas lenguas, suscita por lo tanto juicios estrictos. Esto no es ningún chiste ni algo que uno pueda descartar con un mero gesto de la mano. Hay muchos juicios estrictos -como por ejemplo, la inexplicable incapacidad de encontrar pareja o de tener hijos- que tienen su origen en una transgresión de las leyes del buen habla. La gente se olvida de que tiene que implementar la guía de Shmirat HaLashón -cuidar la lengua- del santo sabio judío, el Jafetz Jaim. No se dan cuenta de la gravedad de los preceptos entre el hombre y su prójimo, y en especial amar al prójimo como a uno mismo, evitando causar angustia al prójimo y teniendo cuidado de no guardar rencor contra nadie, entre muchas otras reglas importantes.

La lengua es exactamente igual de filosa que la espada. Y derramar la sangre de los demás -aunque se trate de la persona más “insignificante”- constituye un crimen aborrecible y casi imposible de reparar. Si la culpabilidad de una cierta persona no ha sido demostrada en una corte de ley por medio de dos testigos legítimos, entonces uno no puede hablar lashón hará de esa persona. Y quien lo hace está transgrediendo la Torá.

El santo Tana Rabi Shimon ben Shetaj era el Av Beit Din, el Jefe de Justicia de todo Am Israel. Él vio una vez a una persona que blandía una espada persiguiendo a otra persona. Él fue corriendo detrás de ellos dos hasta que llegó a un callejón sin salida. La víctima ya estaba en el suelo, palpitando y a punto de morir. De la espalda del atacante todavía goteaba la sangre. Entonces Rabi Shimon le dijo al atacante: “¡Malvado! ¿Quién mató a esta persona, tú o yo? ¡Y qué puedo hacer, que no puedo llevarte a juicio, siendo que la Torá exige dos testigos!” (Talmud, Sanedrín 37b). Rabi Shimon ben Shetaj no podía juzgar al asesino, pero eso no significa que haya quedado libre. Porque cuando no hay una corte que pueda juzgar a la persona acá abajo, entonces el Tribunal Celestial es el que juzga a la persona y entonces la justicia es muchísimo más severa. Efectivamente, no pasó mucho tiempo antes de que el asesino sufriera una muerte espeluznante a cargo de una serpiente…

Y si Rabi Shimon ben Shetaj no podía acusar a esa persona a pesar de la abrumadora evidencia, entonces ¿cómo es que nos permitimos a nosotros mismos a repetir los chismes, las habladurías y las malas lenguas, que no fueron demostradas por una corte de justicia ni un Beit Din? Eso es algo sumamente peligroso.

La prensa y los periodistas juzgan a la gente y publican rumores y chismes todo el tiempo. Pero ellos también tienen la obligación de cumplir con las reglas del Jafetz Jaim. Toda persona que difunde chismes y habladurías, llenando literalmente el mundo de veneno, no tiene lugar en el Mundo Venidero. Por lo tanto, ten mucho cuidado de lo que dices y de lo que escribes. Aléjate de los chismes y las habladurías, porque desde el punto de vista espiritual, son como terroristas.

La gran mayoría de sufrimientos por los que estamos pasando se deben a las malas lenguas y los juicios estrictos hacen que la vida se vuelva amarga como la hiel. Únicamente la teshuvá y el amor al prójimo pueden transformar la amargura en dulzura.

Al guardar la lengua, nos estamos guardando y protegiendo a nosotros mismos y a nuestros seres queridos. Ahora es el momento de estudiar y/o repasar las leyes del Jafetz Jaim. ¡Nosotros somos capaces de transformar la hiel en miel!