El judaísmo y otros hobbies

Hay muchos tipos de hobbies o pasatiempos de los que uno puede disfrutar mucho. Hay quien se dedica a coser, tejer, hacer scrapbooking o pintar para pasar el tiempo. Otros pasatiempos más costosos son viajar o visitar restaurantes gourmet. En fin, cada uno con lo que le gusta.

Personalmente, tengo varios hobbies aunque del que quiero hablarles es de los idiomas. Me gustan mucho, me parece muy interesante aprender nuevas lenguas y descubrir las similitudes que hay entre la forma de expresarse de culturas completamente diferentes. Así fue como empecé a aprender hebreo. Escuchaba esa lengua rara y encantadora a diario en mi lugar de trabajo y decidí aprender el idioma “por hobby”. Ya sé que puede parecer una diversión un poco extraña, pero hay más gente como yo de lo que se imaginan.

En fin, después de una ardua tarea para buscar unas clases de hebreo de calidad, di con un sitio en el que podía aprender con una profesora israelí y me anoté en el curso. Fue un shock total, ¡me encantaba el idioma! Iba a las clases cada día con ansias renovadas de aprender más, hacía los deberes con muchas ganas y así me puse al día para empezar con los alumnos que llevaban ya un año o dos aprendiendo el idioma.

Esto lo compaginaba con el trabajo, que me absorbía más de 8 horas diarias, pero encontraba en mi grupo de hebreo una salida a la rutina y un desahogo que no había experimentado jamás. Poco a poco, empecé a aprender sobre la cultura israelí y más adelante sobre judaísmo. Y ahí sí, en ese momento fue cuando comencé a entender por qué me había atraído esta lengua de una forma tan absorbente. Encontré tremendamente fascinante cada una de las costumbres judías sobre las que aprendía algo y poco a poco me fui dando cuenta de que el judaísmo para mí no era un hobby sino algo más.

Después de viajar a Israel y de mucho meditarlo busqué la forma en la que debía hacer conversión y el resto es historia. Gracias a Di-s, que me ayudó a encontrar el camino que debía recorrer y cumplir así con una de las reparaciones más grandes de mi vida, hacer la conversión al judaísmo.

Se preguntarán tal vez por qué les cuento tanto rollo, por qué me extiendo en la historia de mi conversión una y otra vez. Bueno, es porque quiero que tengan presente que el judaísmo no es un capricho, no es un pasatiempo o hobby que uno mima con gusto pero que ocupa tan solo una parte de su vida. Todo lo contrario, el judaísmo es toda la vida. Cada una de las cosas que hacemos las hacemos por amor a Di-s, por el apego que tenemos a las mitzvot y por el deseo de complacer a nuestro Creador. Como Bnei Noaj también hay que cumplir ciertos preceptos y no hay ninguna necesidad de dar el paso de hacer la conversión al judaísmo, sino que es suficiente con ser noájida.

Y si, con mucha convicción y meditación, uno decide hacer la conversión al judaísmo, tiene mucho sobre lo que pensar y mucho que recapacitar. HaShem tiene muchas formas de mostrarle a la persona su camino en la vida, y de uno depende seguir determinados pasos para cumplir su objetivo en esta existencia. A unos les descubre este camino a través de su pasión por los idiomas, a otros a través de un viaje revelador, a otros por medio del contacto con judíos o por otras mil y un circunstancias que es prácticamente imposible enumerar. Pero lo que sí es cierto es que no vale con un sueño revelador para hacer una conversión.

La conversión consiste en un camino con mucho trabajo de por medio, con mucha introspección personal y en la mayoría de los casos con muchos sacrificios. El judaísmo no es un hobby que uno puede dejar para los ratos en los que está aburrido sino que hay que tomarlo muy en serio. Es un viaje apasionante y satisfactorio pero no está exento de mucho trabajo y mucha seguridad de lo que uno quiere hacer. Que HaShem nos ayude a todos a saber tomar las decisiones correctas en cada momento.

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