La persona más feliz del mundo

Si estás buscando la felicidad en la vida, no la vas a encontrar en el dinero ni los lujos. Cuando leas esto, vas a cambiar de perspectiva por completo!

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Rabino Shalom Arush

Posteado en 02.03.22

En esta oportunidad quiero contarles un episodio de la vida real acerca del cual leí hace poco y que contiene un mensaje de emuná que puede ayudar a muchos. La historia la cuenta un joven llamado Alon Paz, que sufre de parálisis total del cuerpo. Ustedes obviamente se preguntarán cómo hizo para escribir la historia. Les voy a explicar. Resulta que este joven lleva pegada en la nariz una pequeña etiqueta adhesiva redonda y encima de su computadora hay una cámara fotográfica muy pequeñita que se enfoca en el punto plateado que lleva puesto en la nariz y este puntito devuelve el rayo a la pantalla de la computadora. Alón, al mover la nariz, mueve el rayo hacia la izquierda, hacia arriba, hacia abajo, y activa la computadora; de esta forma escribe artículos, lee clases de Torá y responde a todas las personas que se dirigen a él tanto por medio de la computadora como por medio de su teléfono celular personal, que consta de un audífono especial con el que le responde de inmediato a cada persona. Esto es lo que escribe Alón:

Shalom. Me llamo Alón Paz. Tengo 38 años de edad. Nací y me crié en la ciudad Hod Hasharón. Cuando nací sufría de parálisis en las piernas. De todos modos, me manejaba en forma independiente: podía caminar varios pasos solo, conducía, escribía, comía sin ningún problema. Hace aproximadamente seis años, siendo ya inválido, iba conduciendo en un auto especial para gente inválida y sufrí un terrible accidente de tránsito. Como resultado del accidente, quedé totalmente inválido. Sufría de parálisis total en todo el cuerpo. El diafragma se dañó y por eso también estoy conectado a un respirador. No tengo manos. No tengo piernas. Y la respiración, gracias a Dios, Bendito Sea, es asistida por un respirador.

En la actualidad me encuentro internado en la clínica de reposo “Beit Rivka”, en la ciudad de Petaj Tikva. Como secuela del accidente que sufrí, mi emuná en el Creador se fortaleció enormemente. Hoy en día paso el tiempo estudiando Torá con la ayuda de rabinos y personas buenas que vienen a visitarme, y también con amigos que vienen a hacerme compañía. Algunos incluso tienen días fijos para las visitas.

Yo estoy en una habitación privada y casi no salgo de ella. La mayor parte del día me entretengo recitando plegarias y estudiando Torá. Ahora quiero contarles cómo hago para enfrentar la situación en la que me encuentro, la fuerza que obtengo de la emuná. La emuná es la que me mantiene y me da la voluntad para vivir y seguir adelante. Espero que todo el que lea esto se fortalezca con lo que les digo y que puedan también fortalecer a mucha más gente. La persona promedio, si le ocurre algo, por más insignificante que sea, de inmediato exclama. “¿Por qué, Dios mío, por qué? ¿Por qué justamente a mí? ¿Qué hice de malo para merecer algo así?”. Yo personalmente no recuerdo haber dicho, desde el momento en que ocurrió el accidente y hasta el día de hoy, “por qué”. Hay una sola palabra que dije todo el tiempo y la sigo diciendo ahora: “Gracias, gracias, Dios mío. Si esto es lo que elegiste para mí, ¿quién soy yo para ir a quejarme, ponerme a llorar y enojarme contigo? Tú eres el Único que sabe qué es lo mejor para mí. ¡Tus caminos son ocultos y Tus actos son prodigiosos! ¡No hay nada fuera de Ti, Dios mío, Bendito Seas, todo es para bien!”.

Él es el Creador. Yo soy la criatura. Él es el Padre, yo soy Su hijo. Él es el Rey, yo soy Su siervo. Él es el que da las órdenes, yo soy el que las cumplo. Yo Lo corono Rey cada noche y cada día, Rey de mi cuerpo y Rey de mi alma, de toda la ciudad en la que me encuentro, de toda la santa Tierra de Israel, de todo este enorme mundo y de todo el inmenso universo, porque Él es el Rey de Reyes, el Santo Bendito Sea. Él creó y formó todo lo que existe. Él es Uno y no hay quién lo secunde. Él es Uno y Único. ¡Amo de todos los mundos! Él es el que creó todo y dirige todo. ¡Él es infinitamente más grande que el universo, más grande que todo! Él puede hacer conmigo lo que se Le antoje. ¿Quién o qué soy yo para oponerme a Él? Yo confío en todas Sus decisiones y en todos Sus actos en forma absoluta. La persona tiene que entender que el mundo tiene un Creador y que las cosas no pasan así porque sí. Hay cálculos Divinos que nosotros no comprendemos y por lo tanto tenemos que aceptar todo con comprensión, con amor y con alegría, porque si uno cree en el Creador, entonces tiene que confiar en Él completamente.

Así como sabemos darle las gracias cuando las cosas nos van bien, también tenemos que saber darle las gracias cuando no nos va bien. Es preferible sufrir, sentir dolor y estar afligidos, limpiarnos, rectificarnos, purificarnos y expiar los pecados en este mundo y no en el Mundo Venidero, para poder ir directamente a un sitio bueno allá Arriba.

Hoy estoy recluido dentro de una habitación muy pequeña “como una cajita de fósforos”, postrado en la cama y conectado al respirador. No veo la tierra ni el cielo. Solamente yo y cuatro paredes. Yo sé que no me estoy perdiendo nada de afuera. La ciudad es grande. El país es grande. El mundo es grande. Pero yo sé que afuera todo es materialismo, pasiones físicas, vanidades, y yo estoy recostado en la cama dentro de la habitación y hago hitbodedut y hablo con el Creador. Le hablo a Él. Le pido y oro por mí mismo, por toda mi familia y por todo el pueblo de Israel. Yo sé que cuando llegue el momento de irme de este mundo, al cabo de ciento veinte años, voy a recibir mil veces más, un millón de veces más de lo que recibí en este mundo. ¡No me estoy perdiendo nada! El hecho de que me encuentre en esta situación no es algo que tenga que dar lástima. Al revés: ¡es todo un mérito! Yo, con este sufrimiento, estoy ayudando a expiar los pecados del Pueblo de Israel. ¿Qué más puedo pedir?

Hoy comprendo algo que a la persona sana le cuesta comprender: que el cuerpo es algo secundario. Mientras lata el corazón, y funcione la mente y los ojos vean y los oídos oigan y la boca hable y coma y el alma me eleve, ¿qué otra cosa necesito? No necesito absolutamente nada. Porque al saber que este mundo es transitorio, que la vida es pasajera, que el cuerpo es transitorio, ¿de qué me voy a preocupar? ¿Por qué voy a temer? ¿A qué le voy a tener miedo? Mi Padre Divino, Hashem, me cuida y me protege y me provee todas mis necesidades y como dice en los Salmos (23): “Mizmor LeDavid. Hashem es mi Pastor; nada me ha de faltar”. Gracias a Dios, estoy contento de ser quien soy, lo que soy y como soy. No tengo quejas contra Hashem. ¡Solamente gracias! Soy muy feliz.

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1. Andres

2/22/2024

Gracias por tu increíble fuerza espiritual sin esa fuerza no somos nada es que eres un gran gran ejemplo para tada humanidad q simpre ablamo

2. TERESITA DE JESUS IRIBE RIOS

3/10/2022

Qué nivel de Emuná de este joven!. Bendito sea el Creador.
En mi entorno, conozco a muy pocas personas que esté alegre o dé gracias hasta por lo aparentemente malo, o agradecer y estar feliz por una enfermedad o condición menor que este joven.
Realmente es necesario trabajar segundo a segundo por el fortalecimiento de la Emuná.

3. Elena Rodríguez

3/06/2022

Sin palabras no se que puedo decir

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