A La Luz del Shabát – Sheminí
Un grupo de pescadores ayudo a los exhaustos sobrevivientes. Los dos comerciantes no salían de su sorpresa al escuchar que sus salvadores hablaban el mismo idioma de ellos...
Un grupo de pescadores ayudo a los exhaustos sobrevivientes del naufragio. Los dos comerciantes no salían de su sorpresa al escuchar que sus salvadores hablaban el mismo idioma de ellos. …
Cuidando el Kashér
“Para que disciernan entre lo impuro y lo puro…” (Levítico 11:47)
Cuenta el Rabino Yosef Jaim zt"l una bella historia. Dos comerciantes italianos decidieron realizar un largo viaje en barco para ampliar su negocio. Habían decidido comerciar sus mercancías en otros países. El viaje seria estupendo, un fuerte y confortable barco los llevaría a destino. Cuando nada lo hacia prever, se desato una fuerte tormenta y finalmente a pesar de la solidez de la embarcación y la pericia de su capitán, esta naufrago. Podrán ustedes imaginar la desesperación de estos dos hombres. ¿Conseguirían salvar sus vidas?
Afortunadamente, no estaban lejos de la orilla y con esfuerzo y tomados de maderas pertenecientes a la embarcación pudieron llegar a tierra firme.
Al llegar, un grupo de pescadores ayudo a los exhaustos sobrevivientes del naufragio. Los dos comerciantes no salían de su sorpresa al escuchar que sus salvadores hablaban el mismo idioma de ellos. Para su desdicha estaban en España. En aquella época regia una ley en ese país que indicaba que todo judío que pisara esa tierra debería ser ajusticiado. ¿Como harían para no dar a conocer su identidad?
Los náufragos fueron separados y recibieron hospedaje en lugares diferentes. Uno de ellos fue recibido por una familia muy cálida. Allí, lo trataron como a un rey, le sirvieron diferentes tipos de comida, vino y le ofrecieron una cómoda cama donde poder descansar. El hombre a pesar de encontrarse hambriento, decidió que no comería nada que no fuera Kashér. Agradeció por la comida que le ofrecieron, pero dijo estar cansado y preferir acostarse. Esto no llamo la atención de los dueños de casa, ya que era obvio que estuviera sin hambre y muy cansado después de tan terrible suceso.
A la mañana siguiente la historia se repitió. Sus anfitriones le ofrecieron comida y por segunda vez se negó a comer. Estaba absolutamente decidido a respetar de cualquier manera las leyes del Kashrút. El dueño de casa se sorprendió ante la extraña reacción del hombre y le pregunto enojado: ¡¿¡¿dime, acaso eres judío?!?! Empalideció la cara del náufrago al oír lo que se le preguntaba. Al ver el temor que se reflejaba en la cara del pobre hombre le dijo: no temas, no te haré daño, pues también yo soy judío y en esta casa tratamos de cumplir con todos los preceptos de nuestra sagrada Torá.
El comerciante no daba crédito a lo que oía y aun desconfiaba. Sus temores se disiparon completamente cuando el dueño de casa le mostró sus propios Tefilín.
El naufrago feliz se puso los Tefilín, comió, bebió y estudio Torá con el pescador y agradeció al Creador del Universo por haber sido enviado allí.
Al cabo de unas semanas recupero sus fuerzas, busco a su socio y ambos emprendieron el viaje de regreso. En el viaje el otro comerciante le comento: ¡¡¡Pobre de mí por todas estas semanas que estuve comiendo comidas no permitidas y no me puse ni un día los Tefilín!!!
A mí en cambio me aconteció un milagro, contesto el primero. He podido seguir cumpliendo la Torá aun fuera de mi hogar.
A mí en cambio me aconteció un milagro, contesto el primero. He podido seguir cumpliendo la Torá aun fuera de mi hogar.
Al llegar a Italia, el hombre que no había sido enviado a una casa judía, se acerco al Rab del lugar y le pregunto: ¿porque HaShem no me salvo como a mi compañero al cual cuido para que no tuviera que llevar comidas no Kashér a su boca, y por el contrario a mi, me mando a un hogar donde decididamente no podía cuidarme?
Contesto el Rab: En verdad, ¿acaso es la primera vez que comes una comida Taréf (no Kashér) y que no te pones los Tefilin?
Avergonzado respondió: "No, no es la primera vez. Me ha acontecido otras veces. En una oportunidad, recuerdo, que me encontraba lejos de mi casa y no pudiendo resistir el hambre y la sed que tenia decidí entrar a una fonda que no era Kashér. Comí y bebí mucho hasta que por fin me venció el sueño. Dormí hasta la noche del otro día. Al despertar me di cuenta que tampoco me había puesto los Tefilín y ya era muy tarde para hacerlo.
Agrego el Rab: Tú solo contestas tu pregunta. Tu compañero siempre se cuido de no llevar alimentos prohibidos a su boca, por esta razón HaShem se apiado de el y lo salvo milagrosamente, en cambio tú ni siquiera te arrepentiste por aquella vez en la que no te cuidaste, entonces Creador del Universo entendió que no era tan importante para ti, y que tampoco esta vez te molestaría hacerlo.
Aprendemos: Una persona que siempre se cuida de no llevar alimentos prohibidos a su boca, el Dueño del Mundo la cuida para que nunca deba hacerlo.
El Kashrút no es simplemente una prohibición. ¡La Torá no nos pide cosas sin sentido!
La comida que comemos, se transforma en los elementos que necesitamos para vivir. Proteínas, hidratos de carbono, grasas que se encargaran de nutrir cada pequeño espacio de nuestro cuerpo. Si lo que comemos no es puro para un judío, tal como la Torá nos indica, nuestros pensamientos no serán los de un judío y esto nos hará alejarnos de HaShem.
– Tomado y Editado de Maor HaShabát, de la comunidad Ahabat Ajim, Lanus, Argentina. Editor responsable: Eliahu Saiegh –
(Con la amable autorización de www.Torá.org.ar)
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