Tú también puedes

La historia verídica que les estoy por contar nos enseña que cuando hablamos con amigos y conocidos en la calle o en el autobús, siempre conviene decir algunas palabras de emuná y de gratitud, porque uno nunca sabe qué situaciones está enfrentando la persona que tiene enfrente.

Y con unas pocas palabras uno puede cambiarle la vida por completo y atraer hacia sí un sinfín de bendiciones. E incluso si uno no se destaca por su capacidad oratoria, ni por su erudición, igualmente puede hablar con simplicidad del poder de la emuná y quién sabe qué salvaciones está obrando en la vida de esa otra persona. Es suficiente con tener siempre en el bolso un par de libros o un par de CDs listos para distribuir, ya que nunca se sabe con quién se va a encontrar.

No es necesario invertir mucho dinero o un esfuerzo que esté más allá de tus posibilidades para formar parte de la campaña de difusión. Incluso si una sola de los cientos de personas con las que hablas tiene el mérito de retornar a Hashem y vivir con emuná, entonces tu recompensa será infinita.

Además, esta historia nos enseña que incluso si no llevas contigo un libro o un CD, siempre puedes recurrir a la palabra y usando solamente tu boca y tu corazón, puedes ejercer una gran influencia en la vida de los demás. Las palabras de emuná y de gratitud poseen un valor inmenso y uno puede literalmente darle vuelta la vida a otra persona. Esta historia nos demuestra el poder de la gratitud de parte de una persona que no hubiéramos pensado que era capaz de hablar de forma semejante.

Uno de los rabinos que da clases de Torá y publica libros cuenta esta historia que le ocurrió a él mismo. Y esto es lo que nos cuenta:

Hace un tiempo, viajé a la tumba de Rabí Najman de Breslev en Uman a rezar. Pero cuando llegué a Uman me di cuenta de que tenía un problema con el boleto de avión de vuelta y a pesar de que traté de solucionar el problema, no lo logré y no sabía qué hacer. Sin otra opción, me dirigí al aeropuerto, pero nadie me pudo ayudar y entonces allí vi un grupo de mujeres que también volvían de Uman, que también tenían problemas con los boletos.

Pensé que, tratándose de un grupo de gente tan numeroso, les iban a solucionar el problema de inmediato, así que me senté a esperar a ver qué pasaba, a ver si solucionaban mi problema también. Al rato me di cuenta de que el problema que tenían ya había sido solucionado. Yo les pregunté cómo habían hecho y me respondieron simplemente: “Le dimos las gracias a Hashem y todo se arregló”. Yo pensé para mí mismo: “A mí me llaman Rabino, pero en el momento en que se me presentó este inconveniente, no supe qué hacer, mientras este grupo de mujeres hizo lo más lógico y lo más simple: dar las gracias al Creador”.

Así que yo también empecé a dar las gracias y al rato mi problema ya había sido dejado atrás, cuando me dieron un boleto alternativo por otra aerolínea. Vi con mis propios ojos cómo la gratitud me salvó en cuestión de minutos…

La verdad es que uno nunca sabe a quién tiene enfrente. Y tampoco sabe cuánto puede aprender de cada persona. En esta generación, no podemos “etiquetar” a nadie por la ropa que lleva puesta. Uno puede ser muy “religioso” y cumplir todos los preceptos, pero al mismo tiempo carecer de emuná y vivir toda su vida sin darle las gracias a Hashem, triste y amargado. Por el contrario, hay personas cuyo aspecto físico nos daría pensar que están muy lejos de la emuná pero en realidad uno empieza a conversar con ellos y se da cuenta de que tienen una gran emuná en Hashem y no dejan de darle las gracias.