Conectarse con el Tzadik – Tetzavé

En este mundo estamos en un estado de olvido y sueño espiritual y nuestro trabajo es tratar de despertar y recordar de dónde venimos y quiénes somos realmente.

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Moshe Neveloff

Posteado en 28.02.23

“Ahora les ordenarás a los Hijos de Israel que tomen para ti aceite puro de oliva, prensado para iluminar, para encender continuamente una lámpara” (27:20). La parasha de la Torá de esta semana comienza hablando de la Menorá, el candelabro especial de siete brazos que se hizo para encender una luz eterna en el Mishkan (Tabernáculo) y después, en el Templo Sagrado de Jerusalén.

Rabí Natan de Breslev explica que el aceite puro le fue traído específicamente a Moshé, porque él representa toda la Torá. Él era el verdadero Tzadik que podía despertar e iluminar el alma de cada judío individual, la cual está arraigada en la Torá. Por eso el versículo dice “les ordenarás a los Hijos de Israel”; la palabra orden en hebreo “titzavé” también significa “hacer una conexión”. 

Hashem le dijo a Moshé: conecta las almas judías a su raíz en la Torá, para que la Torá ilumine a cada persona, de acuerdo con la raíz de su alma (creo que esto se basa en la enseñanza de que cada judío tiene una letra especial en la Torá). El pueblo judío tenía que llevarle a Moshé aceite de oliva puro, lo que significa que tenían que despertarse a sí mismos y traer al Tzadik su aceite de oliva puro, que es el aspecto de la bondad de sus mentes y su conocimiento (es decir, sus almas), que se llama “aceite santo”. 

Así también hoy, cada persona necesita traer su punto bueno, su aceite de oliva puro – la bondad pura que aún encuentra dentro de sí misma – al Tzadik. La intención de la persona al llevar el aceite al Tzadik debe ser que la luz del Tzadik brille sobre ella, para que su alma se encienda y brille como una vela, que es el aspecto de “El alma del hombre es la lámpara de Hashem” (Proverbios 20:27). Esta es la razón por la que al pueblo judío se le ordenó traer el aceite de oliva puro al Tzadik, Moshé (Likutei Halajot, Leyes de partir el pan, 5ª enseñanza).

En las enseñanzas de Rabi Najman y en las enseñanzas jasídicas en general, conectarse con el Tzadik tiene mucha importancia. Conectarse con él significa aprender sus enseñanzas e intentar seguir los consejos que revela en sus enseñanzas sobre la vida y sobre cómo servir a Hashem. Rabi Natan escribe en “Sabiduría y Enseñanzas de Rabi Najman” que Rabi Najman conocía todas las almas del pueblo judío y sabía cómo dar a cada persona una rectificación especial (tikún) de acuerdo con lo que su alma necesitaba (lección 185). 

En este mundo estamos en un estado de olvido y sueño espiritual y nuestro trabajo es tratar de despertar y recordar de dónde venimos y quiénes somos realmente. Rabi Najman explica que los Tzadikim soplan el polvo de la depresión y la tristeza que cubre nuestros corazones. Y al hacerlo, ayudan a a que el corazón se encienda de nuevo con el deseo ardiente de acercarse a Hashem (Likutei Moharan, 9ª enseñanza, 2ª parte).

Podría decir que una plegaria que escribí para mí hace mucho tiempo en Erev Pésaj me ayudó a empezar a compartir estas enseñanzas sobre la sección de la Torá:

Hashem, por favor, ayúdame a difundir la luz sanadora de Rabenu z“l (Rabi Najman).  Desde que empecé a estudiar y a conectarme, de una manera profunda, con las enseñanzas de Rabi Najman, he estado rezando ante Hashem para poder compartirlas. Ha sido una experiencia increíble compartir cada semana una enseñanza sobre la porción de la Torá, y también poder compartir experiencias de mi vida. 

Recuerdo que hace mucho tiempo, en Sucot, hablando con un amigo mío cuando aún vivíamos en mi antigua comunidad de Shomria, fui a visitarlo en su Sucá y recuerdo que le dije mientras nos separábamos que siento que me falta algo, que me falta algo en la vida, en mi conexión con Hashem. Aunque ya sentía que mi vida había mejorado mucho y que tenía mucho más sentido viviendo en Israel y haciéndome observante de la Torá, seguía sintiendo una carencia en mi interior. Poco después de esta conversación, otro amigo de Shomria me preguntó si quería participar en el taller que estaba organizando basado en las enseñanzas de Breslev. Le dije que sí. Después de las vacaciones empezamos a estudiar y a hablar juntos una vez a la semana (yo era el único que acudía al “taller”). 

Uno de los primeros temas que estudiamos fue la plegaria personal, que es algo en lo que el Rebe Najman hacía mucho hincapié y animaba a sus alumnos a cumplir cada día. Recuerdo que en ese momento me dije: “Guau, tengo que probar esto”. Recuerdo que iba caminando a casa después de las plegarias vespertinas por el camino largo, tardando 10 o 15 minutos más, por una carretera nueva que acababa de ser pavimentada para un nuevo vecindario. Al principio me resultaba extraño: ¿qué hago aquí y qué se supone que debo hacer? Sin embargo, recuerdo mirar las estrellas brillantes por la noche, en el norte del Negev, y empecé a sentir el poder del consejo de Rabi Najman. Aunque me resultaba difícil hablar y expresarme ante Dios, era bueno respirar un poco de aire fresco y tener un poco de tiempo tranquilo para pensar. Sentía como si todo un mundo nuevo se abriera ante mí. No al instante, pero muy pronto sentí que mi vida empezaba a cambiar.

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