Para siempre en el Jardín del Edén

La cosecha se acaba. No hay más frutos para recolectar. El negocio deja de producir ingresos. El trabajo ya no existe.

3 Tiempo de lectura

David Ben Horin

Posteado en 27.03.23

“Todo tiene su tiempo, y hay un tiempo para cada cosa bajo el cielo. Tiempo de dar a luz y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado” (Kohelet 3:1-2)

“Esta es otra prueba de Dios”. Mi mujer señala el almendro.

“Puedes poner diez semillas de almendro en la tierra. Puedes plantar cien o mil. Puedes utilizar todos los mejores tipos de alimentos para plantas o fertilizantes, o puedes dejar que Hashem haga llover sobre las plantas cuando Él lo considere oportuno”.

“De todos los días del año, durante dos semanas al final del invierno, todos los árboles muestran juntos sus hojas floridas de color rosa claro. ¿Acaso un árbol le dice a otro que comience? ¿Importa si estos árboles de la izquierda fueron plantados en marzo mientras que los de la derecha empezaron a emerger de la tierra en septiembre? Los frutos de todos brotan al mismo tiempo”.

“Así es como sabes que toda la Creación está guiada por su Único Creador”.

¿Acaso nosotros, los seres humanos, somos como las plantas?

Para todos nosotros, la vida transcurre en ciclos.

Hay una época en la que estamos arriba. Tenemos dinero. Tenemos bienes. Tenemos trabajo. Pero después, todo empieza a ir mal. Perdemos el trabajo o el negocio que tenemos va en declive durante un tiempo. Pasamos apuros. Pero entonces, después de ese período de “vacas flacas”, las cosas otra vez mejoran y empezamos a levantarnos de nuevo.

¿Acaso nosotros, los seres humanos, somos como estas plantas?

Estamos disfrutando de una buena racha en un trabajo de éxito. Compramos un coche para nuestra familia. Todos vestimos ropa elegante. Cada Shabat, compramos el mejor vino y la carne más selecta.

Es la época de la cosecha.

Es cuando los árboles dan frutos abundantes. Tomamos todo lo que podemos mientras aún está en las ramas.

Luego, las cosas cambian. La cosecha se acaba. No hay más frutos para recolectar. El negocio deja de producir ingresos. El trabajo ya no existe.

Esta es la etapa de la siembra. Es cuando plantamos nuevas semillas o cuando el árbol queda en barbecho.

¿Qué hacemos entonces? Nos tomamos el tiempo para mejorar. Aprovechamos la oportunidad para pasar revista a nuestras vidas y descubrir en qué somos deficientes a la hora de servir a Dios.

Rezamos con el minián. Aumentamos las horas de estudio de la Torá. Somos más cuidadosos con el uso del cuerpo. Prestamos atención a las palabras que utilizamos para expresarnos.

También aprendemos nuevas habilidades profesionales. Mejoramos las que ya tenemos. Buscamos nuevas oportunidades.

Nuestra semilla sigue enterrada en la tierra. Es como un árbol desnudo, esperando a que lleguen las lluvias. Seguimos en ello, esperando a que todo dé sus frutos.

Entonces, conseguimos un nuevo trabajo. Encontramos un nuevo cliente. Las cosas “vuelven a la normalidad”, y empezamos a ver cómo la semillas que sembramos penetran en la tierra. Los árboles vuelven a producir.

Ha llegado la temporada de cosecha.

El tiempo que pasamos labrando la tierra, plantando las semillas y fertilizando la tierra recibe la bendición de Dios.

Lo que nos hace diferentes

Ha llegado la temporada de cosecha.

Pero, si pasamos por el mismo ciclo que las plantas, ¿qué es lo que nos hace diferentes?

La bendición de la emuná.

Cada planta conoce su estación.

Saben cuándo emergerán de la tierra. Saben cuándo darán su primer fruto. Saben, cada año, cuándo reproducirán su abundancia para que todos la disfruten.

Si Hashem bendice al mundo con lluvia durante el invierno, el almendro sabe que sus pétalos brotarán en invierno, y sus almendras, en verano.

Al igual que las plantas, Hashem garantiza que tendremos frutos. A diferencia de las plantas, Hashem no nos dice cuándo.

Esa es la bendición.

No sabemos cuándo seremos plantados. No sabemos cuándo la semilla de nuestra próxima misión se liberará de la tierra y emergerá. No sabemos cuándo daremos frutos. No sabemos durante cuánto tiempo daremos frutos.

No sabemos cuándo dejaremos de dar frutos y llegará el momento de volver a empezar con una nueva semilla con vistas a una nueva estación.

Para algunos, las estaciones llegan rápido. Para otros, cada estación es mucho más larga. Para todos, la transformación física del invierno en primavera y del verano en otoño no influye en cómo cambiarán las estaciones internas que Dios le asigna a cada uno de nosotros de manera independiente.

La única garantía es que cambiarán. El rey Salomón nos dice que esto también pasará.

Esa es la fe.

Cada día que nos falta algo es simplemente el momento en el que somos una pequeña semilla luchando por salir a la superficie. Cada vez que vemos que otros tienen más es un recordatorio de que nuestra estación sigue siendo el invierno y que tenemos que seguir empujando hasta que Hashem nos bendiga con la primavera.

Esto es fundamental para la fe:

– En cada momento de la vida, vivimos en una estación determinada.

– Esa estación dará paso inevitablemente a la siguiente.

– La estación en la que estás es necesaria para que hagas algo para estar preparado para la siguiente estación.

Cuando entiendas esto, podrás ver claramente cómo:

– Todo en la vida es bueno.

– Todo proviene de Hashem.

– Todo es para nuestro propio bien.

Especialmente si vivimos toda la vida sembrando.

Sabemos, con absoluta certeza, que nuestra gran cosecha no será en este mundo pasajero y estacional.

Será para siempre, en el Jardín del Edén.

Escribe tu opinión!

1. Anónimo

4/22/2023

Precioso enseñanza gracias Rav mi Nefesh se nutre con cada estudio Shalom Shabbat Am Israel

Gracias por tu respuesta

El comentario será publicado tras su aprobación

Agrega tu comentario