Un simple malentendido – Koraj
“Su hijo no está enfermo. Se trata simplemente de un malentendido"
“Koraj, hijo de Itzjar (nieto de Kehot y bisnieto de Leví) comenzó una rebelión contra Moshe” (Bamidbar 16:1-2).
Moshe también era bisnieto de Leví. Koraj estaba celoso de Moshe. El Midrash explica que Koraj era el hombre más rico de todos los tiempos y estaba alentado por su esposa, que decía que Moshe lo ridiculizaba y humillaba a él y a los demás levitas con las “supuestas” leyes que, según Moshe, habían sido ordenadas por Dios para rebajar el estatus de la tribu de Leví. Por ejemplo, Moshe nombró a su hermano Aaron Sumo Sacerdote del Pueblo Judío, las ofrendas principales se entregaban a los Kohanim (los descendientes de Aaron), los Levitas tenían que afeitarse de pies a cabeza, y Aaron y Moshe tenían que levantar y saludar a cada miembro masculino de la tribu Levita.
* * *
En la ciudad de Tarnopol vivía un judío muy adinerado llamado Reb Itzjak. Él y su esposa, Sheindel, tenían un solo hijo que sufría de una enfermedad mental. Habían consultado a los mejores médicos sin ningún éxito. El niño era propenso a divagaciones salvajes, y gritaba sin ningún motivo aparente.
Ellos vivían en una comunidad de mitnagdim, opositores a los nuevos grupos jasídicos y a su líder, el Baal Shem Tov. Por lo tanto, la madre del niño se acercó con gran temor a su marido para llevar a su hijo al Baal Shem Tov en busca de ayuda. Sentía que ese era su último recurso.
Rabi Itzjak rechazó inmediatamente la idea, a pesar de las súplicas y lágrimas de su esposa: “Por favor, Itzjak, ya no soporto ver a mi precioso hijo en el estado en el que se encuentra. Por favor, haz caso omiso de tus sentimientos por los seguidores jasídicos del Baal Shem Tov y sus costumbres, y ruégale que cure a nuestro hijo”.
Al principio Itzjak no se veía rogándole nada al Baal Shem Tov. La comunidad había etiquetado al Baal Shem Tov de fraude y charlatán. Pero después de escuchar los lamentos de su esposa, se dio cuenta de que no había otra alternativa y accedió a ir a ver al Baal Shem Tov.
Como su hijo era demasiado inestable para viajar, Reb Itzjak decidió acercarse a los líderes de la comunidad con los que tenía cierta influencia, y pedirles que invitaran al Baal Shem Tov a Tarnopol. Al principio, los líderes del pueblo se opusieron vehementemente a la petición de Reb Yitzchak. Invitar al líder de los jasidim despertaría la ira de su rabino y de la comunidad en general. Todos estaban de acuerdo en que era una total pérdida de tiempo.
Sin embargo, los dirigentes del pueblo sentían una gran simpatía por Rabi Itzjak y su esposa a causa de su hijo enfermo. Además, siendo un exitoso hombre de negocios, Reb Itzjak era un pilar de la comunidad y tenía gran influencia en todos sus líderes. Finalmente, después de mucho debate, los líderes de la comunidad acordaron invitar al Baal Shem Tov a que viajara a Tarnopol a pasar un Shabat.
Reb Itzjak viajó a Medzibuz para una audiencia con el Baal Shem Tov y para extenderle la invitación. En lágrimas, Rabi Itzjak le contó al Baal Shem Tov de la enfermedad de su hijo, y le rogó al Rebe que fuera a Tarnapol.
El Baal Shem Tov se quedó pensativo durante unos minutos, luego levantó la cabeza, sonrió y asintió. Llamó a Alexei, su chofer, para que preparara su carruaje.
Cuando el Baal Shem Tov llegó, Rabi Itzjak lo llevó rápidamente a su casa para que conociera a su hijo.
El Baal Shem Tov sonrió mientras acariciaba la mejilla del niño. Luego le dijo a Reb Itzjak y a su esposa lo siguiente: “Su hijo no está enfermo. Es simplemente un malentendido. Permítanme hablar con su hijo durante unos minutos, y luego permítanme volver a hacerlo en privado durante una hora cada día durante los próximos días, y estoy seguro de que su hijo se va a recuperar.”
Rabi Itzjak y su esposa se quedaron estupefactos. ¿Cómo podía el Baal Shem Tov decir que la enfermedad de su hijo era simplemente un “malentendido” después de que los mejores médicos se habían resignado a que no podían curarlo? Sin embargo, se sintieron alentados por las palabras del Rebe, y accedieron a permitir que el Baal Shem Tov hablara con su hijo todos los días, como él había pedido, con la condición de que el cuidador del niño se quedara con ellos en caso de que su hijo reaccionara violentamente, como habían sucedido anteriormente.
El Baal Shem Tov se sentó entonces y habló con el niño. Este se quedó sentado en silencio mientras miraba a los santos ojos del Baal Shem Tov y escuchaba sus palabras dichas en un susurro. El Baal Shem Tov le hizo algunas preguntas y el muchacho respondió con calma.
Durante los días siguientes, su cuidador llevó al niño a ver al Baal Shem Tov. Parecía como que el Baal Shem Tov tenía un efecto calmante sobre él. Después de unos días, parecía que el niño estaba curado. Aparentemente, se comportaba normalmente cada vez que se sentaba con el Baal Shem Tov.
Rabi Itzjak y Sheindel estaban eufóricos. Rabi Itzjak le preguntó al Baal Shem Tov: “¿Qué le podemos preparar este Shabat?”. El Baal Shem Tov pidió un cordero y que le trajeran al shojet (matarife). El Baal Shem Tov observó como el shojet sacrificaba correctamente el cordero, pero justo cuando el shochet estaba a punto de abrirlo, el Baal Shem Tov lo detuvo.
“Voy a inspeccionar el cordero”. Entonces introdujo su mano en el cuerpo del cordero y palpó si había alguna lesión en el pulmón que pudiera hacer que el animal no fuera apto. Cuando retiró la mano, declaró que el cordero era kosher.
El Baal Shem Tov se dirigió entonces a la mikve. Mientras tanto, el shojet continuó con la preparación del cordero. Se ausentó brevemente, pero cuando regresó y extrajo el pulmón del animal encontró, para su consternación, una perforación redonda. Esperó a que regresara el Baal Shem Tov, y entonces le contó la historia de cómo se había marchado brevemente y había regresado para encontrar un agujero en el pulmón.
El Baal Shem Tov no pareció perturbado y le dijo al matarife que continuara con los preparativos ya que consideraba que el cordero era kosher. “Quiero que lo cocinen para mi comida de Shabat”, anunció. El shojet se quedó estupefacto, e inmediatamente se apresuró a informarle a la gente del pueblo del cordero taref (no kosher) que el Baal Shem Tov planeaba comer en Shabat.
Los ancianos del pueblo, todos ellos detractores del Baal Shem Tov, planeaban enfrentarse a él delante de toda la congregación por este asunto.
A la mañana siguiente, después de los rezos de Shabat, el Rabino de Tarnopol, acompañado por un grupo de habitantes del pueblo, fue a la casa de Reb Itzjak a confrontar al Baal Shem Tov. El Baal Shem Tov no había regresado, por lo que el Rav tomó asiento a la cabecera de la mesa a esperar su llegada.
Mientras tanto, el cuidador del joven lo llevó a su sesión diaria con el Baal Shem Tov. El cuidador no judío no se dio cuenta de que el hombre sentado a la cabecera de la mesa no era el Baal Shem Tov. Así que llevó al joven a la habitación y se marchó dando por sentado que el muchacho actuaría correctamente como siempre hacía en presencia del Baal Shem Tov.
El muchacho comenzó a hacer un relato incoherente de sus actividades y empezó a relatar cómo después de que el Baal Shem Tov fue a la mikve, el shojet había vuelto y le había hecho un agujero redondo en el pulmón. La gente del pueblo se quedó atónita ante estas palabras. Parecía que el joven decía la verdad. No había razón para que inventara semejante historia y estaba lo bastante lúcido como para comprender lo que había ocurrido.
Ahora se dieron cuenta de su error al juzgar al Baal Shem Tov. Uno a uno se levantaron y se marcharon en silencio. Ahora estaban convencidos de la honestidad del Baal Shem Tov. Cuando el Rabino del pueblo salió de la casa de Reb Itzjak, se encontró con el Baal Shem Tov que regresaba de los rezos de Shabat. El Rabino estaba tan avergonzado que no podía ni hablar y comenzó a murmurar algunas palabras de disculpa. El Baal Shem Tov sonrió y levantó la mano en señal de apaciguamiento. “No se preocupe”, dijo, “se trata simplemente de un malentendido”.
Y así fue.
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