Iguales y opuestos

¿De dónde sacamos la fuerza emocional para levantarnos del ayuno y las lamentaciones para cantar y bailar en los viñedos?

¿Alguna vez te preguntaste por qué un pitcher campeón de las Grandes Ligas de béisbol tiene que hacer un gran giro antes de lanzar una bola rápida de 100 MPH? ¿Alguna vez te detuviste a pensar por qué no se le permite a nadie pararse detrás de un avión a reacción cuando este despega? ¿O por qué no se puede desarrollar la musculatura a menos que se levanten pesas o se realice algún otro ejercicio extenuante?

La respuesta a todas las preguntas anteriores, y a muchas más en la vida, es la misma: la Tercera Ley de la Física de Sir Isaac Newton: “Toda acción tiene una reacción igual y opuesta”. Este es el principio subyacente de la propulsión a chorro, la artillería, los cohetes y todo lo que implique empuje hacia delante. Cuanto más inflemos un globo y lo soltemos sin atarlo, más volará por el aire… Cuanto más tensemos la cuerda del arco, más lejos y más rápido se disparará la flecha.

Me habría encantado hablar con Sir Isaac; con un poder de observación física tan convincente, él también podría haber sido un gigante espiritual. Tanto el Rambam como el Gaón de Vilna fueron físicos fantásticos, y esto es porque su familiaridad con el reino espiritual los ayudó a comprender los secretos subyacentes de la Creación.

Observando las leyes del mundo físico, podemos comprender las leyes del mundo espiritual.

La semana pasada vivimos el día más catastrófico de la historia de nuestro pueblo: Tishá BeAv, el día de la calamidad y la destrucción repetidas. Pero esta semana llegamos al “Día del Amor” – el 15 de Av o “Tu BeAv”, uno de los días más felices del calendario judío.

¿De dónde sacamos la fuerza emocional para levantarnos del ayuno y las lamentaciones para cantar y bailar en los viñedos?

La Ley de Newton es la respuesta: “toda acción tiene una reacción igual y opuesta”. Nuestros Sabios nos dicen lo mismo: Hashem dirige el mundo “medida por medida” (Tratado Sanhedrín, 90a). Cada acción provoca una reacción igual y opuesta. Un claro ejemplo de esto es lo que nuestros sabios nos dicen que se aplica a Tisha BeAv (Tratado Taanit, 30b): “Cualquiera que llore [la destrucción de nuestro Templo Sagrado en] Jerusalén, merecerá ver su alegría [de ser reconstruido]”.

La Ley de Newton encaja perfectamente con los principios de la emuná, en particular, que todo lo que hace Hashem es para nuestro beneficio final. Tal como ocurre en el gimnasio o en la pista de atletismo, sabemos que el dolor produce una ganancia. Lo mismo ocurre con lo espiritual. Hashem nos pone ante retos difíciles para provocar una reacción igual y opuesta de oración, autoevaluación y teshuva. Si nuestras vidas fueran fáciles, nunca haríamos ningún esfuerzo sincero por acercarnos a Hashem.

Es el Tisha BeAv que nos lleva al Tu BeAv. Cuanto más fuerte es el retroceso, mayor es el empuje hacia adelante. Cuanto menor sea el descenso, mayor será el ascenso posterior. Este es probablemente el mayor estímulo que tenemos. Nuestros reveses son temporales. Si los miramos con emuná, entonces todos se convertirán en grandes triunfos, porque nos acercarán a Hashem – el máximo éxito en este mundo, un logro que no puede alcanzarse en el Mundo Venidero. Eso es lo que estamos haciendo aquí en este mundo.

La vida no consiste en “pasarla bien”, aunque servir a Hashem sea un placer sublime. Estamos aquí para elevarnos y elevar este humilde universo material con las herramientas de la Torá, la emuná y la plegaria que Hashem nos da. El Shabat después de Tisha BeAv- es conocido como Shabat Najamu, el Shabat del Consuelo. Hashem nos consuela y nos transmite que nuestro sufrimiento no fue en vano; el grado de nuestras tribulaciones en la Diáspora – con todos los pogromos, inquisiciones y holocaustos – sólo nos muestra lo que nos espera con Mashíaj, la reunión de los exiliados, la redención y la reconstrucción de nuestro Templo Sagrado, rápidamente y en nuestros días, amén.