¡No la encuentro!

Esta es la historia de un milagro pequeño y muy simpático gracias al cual un joven se salvó de mucha angustia y mucho sufrimiento.

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Grupo Breslev Israel

Posteado en 11.03.24

Como ya hemos explicado en distintas ocasiones, la gratitud obra milagros no sólo en el caso de grandes problemas (como, por ejemplo, enfermedades incurables) sino también en el caso de problemas de menor importancia, porque la emuná, la plegaria y la gratitud se aplican a cada detalle de la vida, desde lo más importante hasta lo más insignificante.

A continuación, les presentaré otro ejemplo más de un milagro pequeño y muy simpático gracias al cual un joven se salvó de mucha angustia y mucho sufrimiento.

Y esto es lo que nos escribe:

“Shalom y bendiciones:

“En primer lugar, quiero darle las gracias al Rabino Shalom Arush, por haber publicado estos libros tan importantes.

“Justo ahora estoy terminando de leer el libro En el jardín de la fe, que yo creo que es un libro obligatorio para cada persona, y ya compré Las puertas de la gratitud, En los campos del bosque, y otros, gracias a Dios.

“La historia que le quiero contar sucedió este mismo año. Resulta que tengo un amigo que se dedica a la fotografía. Un Shabat, él estaba en la yeshivá y yo estaba en mi casa. Yo tenía que ir a la yeshivá el domingo en el coche de mi mamá. Cuando mi amigo se enteró de esto al terminar el Shabat, me pidió que le trajera el equipo de fotografía, que se encontraba en la casa de un amigo de sus padres. Le dije que le iba a llevar el equipo a la yeshivá el domingo, o sea, al día siguiente.

“El domingo a la mañana coloqué el pesado equipo en el coche de mi mamá y viajamos. Cuando llegué a la yeshivá, dejé el equipo en una de las habitaciones y fui a escuchar la clase de Torá. Pero esa mañana, mi amigo, o sea, el dueño del equipo, había ido a hacer unos trámites, y volvió recién media hora después de que yo llegara. Cuando por fin vino, examinó el equipo y se dio cuenta de que faltaba la computadora, que cuesta más de mil dólares. Enseguida me preguntó dónde estaba, pero yo no sabía exactamente qué había en las cajas y le expliqué que yo no tenía nada que ver con el tema. Y si bien yo solamente le había hecho un favor, al final resulté ser el principal sospechoso de la desaparición de la computadora. Todos buscaron en mi habitación y en mi armario y uno de los empleados de la yeshivá, que antes había sido oficial de investigaciones de la policía, me empezó a interrogar a fin de averiguar qué había sucedido.

“Durante tres días buscaron la computadora y no dejaron de llamarme por teléfono. La verdad es que toda esta experiencia fue bastante desagradable para mí. El tercer día, a la mañana, ‘por casualidad’, llegó a mis manos el librito Deja de lloriquear y verás milagros. Apenas terminé de leerlo, dije: ‘Gracias, Dios mío, por todo lo que me está sucediendo. No entiendo nada. Solamente creo que todo es para bien’. Media hora después, me llamó mi mamá para contarle que justamente tenía pensado usar el coche y ‘por casualidad’ el motor no arrancaba y entonces abrió el maletero para sacar los cables y entonces encontró la computadora de mi amigo, que, al parecer, se había deslizado del paquete que contenía el equipo de fotografía.

“Esta historia me enseñó una gran lección sobre el poder de la gratitud y a partir de ese momento empecé a dar las gracias por cada cosa, tanto buena como ‘mala’. Y siempre trato de dar las gracias y mi más grande salvación es que logré conocer estos libros. ¡Gracias, Hashem!”.

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