¿Qué Hijo, Mamá?

Yo he tomado la decisión de no imponerle mis creencias a nadie y en especial no al clan familiar. Yo prefiero vivir una vida que hable por sí misma, y no juzgarlos…

Gracias a Dios, tengo la bendición de estar en buenas relaciones con el clan familiar. Si bien tenemos diferentes creencias, y tal vez no sepan exactamente en qué creo yo, tampoco me lo preguntan. Porque la mayoría de mis familiares son cristianos. Así fue como me criaron. Pertenecíamos a la iglesia evangelista con todos sus dogmas. Mis familiares saben que no tengo otras creencias.

Por ejemplo, hace ya muchos años que nosotros no celebramos Navidad ni ninguna otra fiesta cristiana. Ahí fue cuando se dieron cuenta de que algo “andaba mal”.

Mis familiares y mis vecinos me invitan a que vaya a sus iglesias. “Y trae a los chicos…”. Yo rehúso sus invitaciones, pero ellos nunca me preguntan por qué. Siento que tienen miedo de preguntar, no soportan oírme confirmar en forma fehaciente que yo no creo en “su dios”. Como sabrán, en esa religión, si no convocas el nombre de ese dios y no lo aceptas, entonces te envían al infierno, no un lugar donde purificarte, sino un lugar donde te quemarás por siempre en agonía por haberte negado a aceptar a estar persona como tu salvador personal. Y debido a que mi familia me ama, no pueden soportar oír que no creo, porque eso me haría entrar en la categoría de los que “se van al infierno”.

Yo he tomado la decisión de no imponerle mis creencias a nadie y en especial no al clan familiar. Yo prefiero vivir una vida que hable por sí misma, y no juzgarlos.  A veces esto me resulta bastante frustrante, porque mi vida ha cambiado tanto con la Emuná, la auténtica y firme fe en Di-s, y las enseñanzas de Rabi Najman, que deseo compartirlas. Quiero que mi familia sepa que la Emuná es la respuesta a todos sus interrogantes. Yo rezo para que HaShem me permita ser un ejemplo, un modelo viviente de la Emuná y me dé la oportunidad de ayudarlos a ver la verdad de la Emuná, y el amor de HaShem.. Y gracias a Dios, Él sí me da muchas oportunidades!

En una de estas ocasiones, yo había ido de compras con mi dulce mamá. Habíamos salido las dos solas, lo cual facilitaba la conversación. Nosotras siempre charlamos de todo tipo de temas y en esta ocasión en particular yo sentí que ella realmente quería preguntarme “eso”, o sea, en qué creo en realidad. Yo amo a mi mamá y, siendo yo misma madre, sé lo mucho que una madre puede llegar a preocuparse. ( Y en especial cuando no sabe lo que es la Emuná), así que Le pedí a HaShem que por favor me ayudara a decirle la verdad y que no le causara ningún sufrimiento.

Gracias a Dios, mi plegaria fue respondida de inmediato, cuando le pregunté: “Mamá, a cuál de tus hijos mandarías al infierno para que se quemara por siempre de angustia?”. Y antes de que pudiera responder nada, continué, para que ella pensara: “Mamá, yo cometí tremendos errores. He sido desobediente, he sido irrespetuosa y he cuestionado tu autoridad. También te he mentido. Los otros hermanos tampoco fueron lo que se dice ángeles. Entonces te pregunto: a cuál de tus hijos enviarías el infierno? ¿A todos?

La pregunta obviamente la tomó por sorpresa, y entonces respondió con tono confiado: “A NINGUNO DE USTEDES”. Entonces le pregunté: “¿Entonces tú eres más compasiva que Dios? ¿Tú, un mero ser humano? ¿Tú eres más compasiva que el Creador del universo?”.

Ella se puso a empezar y entonces le dije: “Mamá, tú me amas tanto como un ser humano es capaz de amar, pero por ser un ser humano, tu capacidad es limitada. Dios me ama mucho más que eso y si tú, como ser humano con limitaciones, no estás dispuesta de ningún modo a mandar al infierno a tus hijos, que son imperfectos, desobedientes e irrespetuosos, entonces ¿por qué  te parece que Él si los va a enviar al infierno?

Nos quedamos en silencio. Yo sabía que ella estaba pensando. La verdad se dijo con amor. Y es de esperar que le traiga paz y con la ayuda de Dios que pueda replantearse el dogma que tiene tan arraigado dentro de sí. Yo voy a continuar viviendo mi vida noájida y espero que continúe demostrándole a mi familia el camino de la Emuná. Y si un día me preguntan, les diré todo lo que quieran saber. Pero hasta ese momento, dejaré que HaShem me dé las palabras, cuando estas hagan falta.