El Invitado de Medianoche

Al principio, Edelman pensó que los golpes a la puerta eran parte de un sueño. Pero cuando continuaron, abrió un ojo inyectado en sangre y se dio cuenta de que era algo real.

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 05.04.21

Al principio, Edelman pensó que los golpes a la puerta eran parte de un sueño. Pero cuando continuaron, abrió un ojo inyectado en sangre y se dio cuenta de que era algo real.

Edelman, el director de la escuela, vive en un lujoso departamento de la costa de Jersey, a alrededor de cinco minutos a pie de la playa. Edelman se va a dormir bien temprano, porque se levanta puntualmente cada mañana a las 5.30 am y es el primero en llegar a la escuela, incluso antes que los alumnos y los profesores. Edelman funciona como un reloj, y según un estricto programa preparado con varios meses de antelación. A él no le gusta mezclar el trabajo con el placer; tiene horas separadas para uno y para lo otro. Y lo peor de todo es que no le gustan para nada las sorpresas a medianoche, y menos que menos a la 1.13 a.m….

Al principio, Edelman pensó que los golpes a la puerta eran parte de un sueño. Pero cuando continuaron, abrió un ojo inyectado en sangre y se dio cuenta de que era algo real. Somnoliento, se puso las pantuflas y se fue arrastrando hacia la puerta de entrada. En vivo y en directo, y a todo color, estaba allí su despreocupado sobrino, un joven estudiante universitario y jugador de básquet, como así también amante del buen entretenimiento, parado en la entrada.

“¿Qué tal, tío Nati? ¿Qué cuentas de bueno?”.

“Ch… Charly… ¿eres tú?”, tartamudeó el desorientado director de escuela, que no estaba acostumbrado a toques de diana a medianoche…
“Ah, sí, tío, soy yo, tu queridísimo y encantador sobrino de pelo rubio y ojos celestes, honrando tu puerta de entrada”.

“¿Y qué es lo que quieres, Charly? Tu madre no me dijo nada acerca de una visita tuya”. Edelman no podía soportar nada que no hubiera sido planeado de antemano. Si algo no figuraba en su agenda, en lo que a él concernía, no existía. Por no decir nada de una sorpresa como esta a plena medianoche… ¡qué descaro!

“Mamá no sabe que estoy acá. Me dieron ganas de respirar un poco de aire marino así que me tomé un avión de Denver a Newark. Además, ¡hace ya un año que no te veo! Pero tío, no me parece que estés muy contento de verme. Disfruta de mi visita mientras puedas, porque vine solamente por una semana…”.

Edelman tragó saliva, se quedó sin aire y tosió: “Una semana”, se dijo a sí mismo. “¡Voy a tener que soportar a este inútil una semana entera!”.
Charly no esperó a que lo invitaran a pasar sino que abrió la puerta con la valija mientras en la otra mano sostenía la tabla de surf y todos sus demás accesorios y enseguida tiró todo en medio del living.

“¿Qué me dices de una buena taza de café, con unos huevos revueltos y unas tostadas con manteca? ¡Me muero de hambre!”

A disgusto, como un sirviente dedicado a complacer los caprichos de su queridísimo sobrino, Edelman fue a la cocina y se puso a preparar una comida de medianoche para el hijo mayor de su hermana. Lo único en lo que lograba pensar el pobre Edelman era en su sueño interrumpido y en su horario transgredido y cómo a la mañana se iba a despertar cansado y todo el día iba a ir al revés de lo planeado. Al fin y al cabo, a su sobrino no le importa en lo más mínimo de su tío. De no ser por  la playa y el surf  -los cuales su sobrino no tiene en Denver-  jamás iría a visitarlo. Pero la verdad es que no tendría que haberse sorprendido tanto: no era la primera vez que Charly venía de visita en la primera semana de septiembre. Él empezaba las clases en la universidad el 15. Pero en la escuela de Edelman las clases ya habían empezado y encima de todos los desafíos de un nuevo año, los nuevos profesores y los nuevos alumnos, ¡ahora le cayó encima Charly, directo en su regazo!

“A Charly no le importa nada de mí”, pensó Edelman mientras preparaba el omelette. “Lo único que le importa es tener una cama lista, un buen desayuno y una playa cerca. Todo el año ni siquiera me manda un saludo por email. Nothing. Nada. Gurnisht. Pero ahora que me necesita, soy el Hilton con todas sus comodidades”.

¿Cómo te sentirías si estuvieses en lugar de Edelman, sintiéndote que se aprovechan de ti? Es una sensación horrible. A nadie le gusta sentirse usado.

Dime algo: ¿Acaso somos todos una nación de Charlys? ¿No actuamos de la misma manera? Una vez al año, en las Altas Festividades, tocamos a la puerta de HaShem y Le pedimos que nos dé vida y un ticket de comida que dure un año entero. La Torá dice que somos todos los hijos amados de HaShem. ¿Acaso esa es la forma en que se comporta un hijo o una hija?

Tal vez pienses que esto no se aplica en tu caso, porque tú observas el Shabat, comes kasher y vas a la sinagoga todo el año.

Pero ¿acaso llamas a HaShem todos los días? Incluso con los 29 días del mes de Elul que tenemos para prepararnos para Rosh Hashaná, ¿cómo podemos corregir las faltas de un año entero? ¿Quién es capaz de acordarse de lo que hizo hace medio año? Y justamente por eso es que tenemos problemas en la vida: porque no hacemos una limpieza a diario de toda la suciedad espiritual que se va acumulando. En los calurosos días de verano, cada uno de nosotros se baña a diario. ¿Acaso el alma se merece menos que eso?

Una hora de plegaria personal es como un spa para el alma.

Elul es nuestra oportunidad para un nuevo comienzo. Es un momento propicio para limpiarnos con una auto-evaluación diaria y una hora de plegaria de personal diaria. Además es un gran momento para establecer una relación personal con HaShem. Por eso, no seamos solamente amigos en las épocas de temporada de surf, una vez al año. Que la plegaria personal sea parte de nuestra agenda de Elul. Aquellos que lo hagan pueden estar seguros de que van a tener el mejor año de todas sus vidas y un refrescante nuevo comienzo.
 
 

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