Una Gota de Humildad
¿Quién en su sano juicio se atrevería a demostrar siquiera el más mínimo rasgo de soberbia mientras está parado frente al Rey?
Una de las principales tareas que debemos llevar a cabo en el mes de Elul es prepararnos para el temible momento en el que nos presentaremos ante juicio delante del Rey de Reyes en Rosh Hashaná. ¿Quién en su sano juicio se atrevería a demostrar siquiera el más mínimo rasgo de soberbia mientras está parado frente al Rey? Por lo tanto, tenemos que buscar una gota de humildad.
El primer paso consiste en tomar conciencia de nuestra propia pequeñez y extremadamente limitada capacidad en comparación con el Creador. El Creador nos da toda la fuerza que tenemos y Él nos sustenta a diario. Todos somos perfectamente conscientes de nuestra pequeñez si nos comparamos con el Océano Atlántico o la Cordillera de los Andes. Imagínense un minuto de qué modo el Océano Atlántico o incluso la cordillera más grande del mundo no es más que una pequeña porción del planeta Tierra. Y el planeta Tierra es solamente una minúscula porción del Sistema Solar. Y el sol, que es el núcleo del Sistema Solar, es solamente una pequeña estrella entre millones de otras estrellas. Todas las otras estrellas y las galaxias a las que pertenecen son creaciones de Hashem. Entonces ¿quién puede concebir siquiera la vasta amplitud de Hashem? Por eso cada uno debe decirse a sí mismo: “Yo no soy más que una pequeña criatura; no soy Dios”.
La Mala Inclinación, que es la manifestación interna de la najash, la serpiente primigenia que tentó a Adán y Eva, le inyecta el veneno de la soberbia a la persona, haciendo que se olvide de su tamaño en comparación con el Creador.
Cada vez que la persona piensa que ella dirige el mundo o que es capaz de controlar en forma exclusiva su propio destino o el destino de los demás, eso es señal de que contrajo el veneno de la Mala Inclinación, pues ha olvidado que no tiene ningún poder en absoluto sin el Creador.
La verdadera humildad somete los pensamientos, el habla y los actos de la persona al Creador; esa persona clama en el Nombre del Creador y busca Su ayuda, sabiendo perfectamente que es incapaz de hacer nada sin la asistencia del Creador. Esa persona mantiene un verdadero lazo con Él, pues a través de la humildad, ni siquiera se considera un ente separado del Creador.Hashem está más que feliz de dirigir la vida de esa persona, guiándola en forma personalizada desde Arriba. Esa es la vida de Emuná. Por lo tanto, el primer paso para adquirir la humildad es saber que sin el Creador no soy nada. Que sin Él no tengo nada. Que el Creador dirige el mundo, no yo.
Si miramos la vida más de cerca, vamos a ver que la mayor parte de las cosas están más allá de nuestro control. Nuestros Sabios enseñan que los niños, el sustento y la longevidad son racionados por Hashem y no son de ninguna manera los resultados de nuestros propios esfuerzos. Nosotros no decidimos quién serían nuestros padres ni en qué clase de hogar nos criaríamos. Nosotros no decidimos si íbamos a criarnos como hijos únicos o con diez hermanos, sanos o enfermos, ricos o pobres, sudamericanos o europeos, o cualquier otra variable. Todas estas son decisiones que tomó Hashem. Entonces ¿de dónde uno saca la idea de que él dirige el mundo si ni siquiera es capaz de decidir las cosas más básicas de su vida? Por eso nuestros Sabios afirmaron que Hashem determina todo excepto el temor a Dios: esto es algo que la persona debe adquirir ella misma. La persona puede decidir que Hashem es Dios y por lo tanto que ha de someterse a Su voluntad, o bien puede continuar con su terquedad, pensando que él dirige el mundo.
Si nos fijamos bien, veremos que incluso aquellas cosas que aparentemente tenemos bajo control también están fuera de nuestro control. Por ejemplo, supongamos que uno hace todo lo posible por cuidar el cuerpo, hace ejercicio y come comida sana. No fuma ni bebe alcohol. Pero de pronto se entera de que sufre de una enfermedad incurable. Mira a su alrededor y ve gente obesa, que se la pasa comiendo o bebiendo, que fuma dos atados por día, pero que a pesar de todo eso vive muchos años que él. Vemos personas tremendamente inteligentes, exitosas, talentosas y ricas que de un día para el otro perdieron toda su fortuna en el mercado de valores o en una quiebra. Y, por el otro lado, tenemos también a la persona promedio con poco o nada de talento e inteligencia que en muy poco tiempo se vuelve millonaria. Estos ejemplos, y muchos otros como ellos, nos demuestran lo insignificantes que somos verdaderamente. Esto también nos conduce a la humildad.
Rabí Najman de Breslev nos enseña que la Emuná es producto de la verdad (ver Likutey Moharán I:7). Apenas la persona se entera de la verdad, que no es nada sin Hashem y que Hashem lo sustenta a cada instante, concediéndole además todos sus talentos y aptitudes, entonces es capaz de aprender a tener Emuná. Pero mientras no ocurra eso, y que inclusive el mosquito lo antecedió en el orden de la Creación, uno puede sucumbir a la tentación de la soberbia y de pensar que controla su propia vida, todo lo cual lo aleja enormemente de la Emuná. La concientización de nuestra propia insignificancia y de nuestra incapacidad de hacer nada sin la ayuda del Creador nos conduce a la Emuná. Y una vez que logramos la Emuná, se nos abren las puertas a todas las bendiciones del mundo.
9/19/2022
Gracias HASHEM por la VERDAD en las enseñanzas
9/01/2020
GRACIAS HASHEM POR LAS ENSEÑANZAS DEL RAB SHALOM ARUSH. GRACIAS HASHEM POR DARME EL REGALO DE LA EMUNA Y SER HUMILDE. GRACIAS, RAB SHALOM ARUSH….