Hamburguesa con papas fritas y Diet Coke
¿Nunca les pasó que pidieron el café con edulcorante artificial en lugar de azúcar después de un almuerzo copioso en el que comieron de todo?
¿Nunca les pasó que pidieron el café con edulcorante artificial en lugar de azúcar después de un almuerzo copioso en el que comieron de todo? Menuda contradicción, ¿no?
Los productos para adelgazar, los bronceadores y los tratamientos para la piel se venden a mansalva en los meses estivales. Las revistas se llenan de dietas milagrosas para perder “esos kilitos de más” y de tablas de ejercicios para hacer en casa. Estas recetas suelen estar entremezcladas con anuncios de métodos infalibles de adelgazamiento, clínicas de cirugía estética, etc. La mayor incongruencia, sin embargo, es que entre estas páginas aparecen a la vez fotografías de chicas a las que no les sobra un solo gramo de grasa disfrutando tranquilamente de un helado en la playa o del menú super King extra maxi grande con refresco incluido a un precio increíble.
A nosotras, que no se nos escapa una, el plan diseñado para estos meses nos parece estupendo: nos gastamos cientos de dólares en cremas, solárium, bronceadores y complejos vitamínicos-adelgazantes-supermineralizantes para después pasar a la dieta de zumos y poco más que llevarse a la boca durante las largas horas de los días de dieta exprés. Cuando ya llevamos una semana o varios días con esta tortura, nos enfrentamos a la báscula para descubrir que hemos engordado medio kilo. Entonces hay que correr a la farmacia en busca de los ansiolíticos y antidepresivos… y eso que aún no fuimos a probarnos la ropa de la nueva temporada para después salir con ganas de destrozar en pedazos la tienda, los carteles con fotos de modelos escuálidas y el escaparate con las últimas novedades.
¿No les parece que todo esto es una locura? Yo me sentía una esclava total antes de descubrir que la apariencia externa no es tan importante. No es que yo fuera una persona superficial que solamente se fijaba en la imagen de los demás y de mí misma, pero mi perfeccionismo me llevaba a querer tener una imagen acorde a lo que se exige en la sociedad hoy en día. Siempre me he preocupado por conocer a los demás en todo su conjunto, es decir, conocerles por dentro y fijarme en su personalidad también y en sus valores. Sin embargo, no me daba a mí misma esta oportunidad sino que cada vez me exigía más y al ver que no podía llegar a estos cánones de belleza me sentía muy triste. Esto es idolatría, sin lugar a dudas. Este sometimiento a los estándares que unos pocos hombres han marcado no es más que una debilidad, es dejarse llevar por los demás en lugar de reclamar la individualidad de cada persona.
Estamos hechos a la imagen de Di-s y esto significa que debemos estar felices con cómo hemos sido creados. Tenemos la obligación de cuidar nuestro cuerpo y mantenerlo saludable, es un regalo que nuestro Creador nos hizo al venir a este mundo y, por tanto, debemos respetarlo. Este respeto consiste, entre otras muchas cosas, en no sobrealimentarlo, no introducir en él productos dañinos, no someterlo a la esclavitud de las drogas, el tabaco, el alcohol, etc. Sabemos cómo debemos llevar una vida saludable pero en cuanto anuncian una nueva cadena de productos de comida rápida vamos corriendo a probar qué novedades tiene. Dejando a un lado los alimentos, también martirizamos a nuestro pobre cuerpo con rayos UVA en invierno y con largas horas de exposición al sol en verano entre otras múltiples variantes de “tratamientos de belleza”. Todo esto, Di-s nos libre, puede desencadenar en enfermedades de la piel incurables.
Lo que Di-s quiere de nosotros es que en este mundo ejercitemos nuestra alma, que prestemos atención a los anhelos que vienen de lo más profundo de nuestro ser. Esto no tiene nada que ver con lucir el último modelo de la colección de verano o estar más bronceado que los demás, ya que esto no es un deseo de nuestra alma, sino lo que unos pocos quieren imponer a los demás. Incluso podemos llegar a pensar que la idea ha sido nuestra, no de las revistas de moda y los anuncios comerciales de la televisión pero no nos engañemos a nosotros mismos. Somos más inteligentes y tenemos un alma pura que lucha por ganar la batalla de la superficialidad. De nosotros depende quién gana esta guerra.
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