Esperando el autobús
Al igual que el autobús, la salvación no llega ni un instante antes ni un instante después del momento que Hashem decretó..
Casi todos los días yo tomo el autobús 9 para ir de casa al trabajo. Es uno de esos autobuses que dan vueltas por toda Jerusalén y soporta todos los caprichos de los embotellamientos. Se supone que tiene que pasar un autobús cada veinte minutos, pero con facilidad uno espera treinta o cuarenta minutos hasta que llegue el próximo…
Una vez, mientras esperaba el 9, pasó el 19 cuatro veces. Otros pasajeros que estaban esperando conmigo el 9 y yo misma no podíamos tolerar la injusticia. El autobús 7, que justo ahí empieza su recorrido, llega justo a hora, cada 12 minutos. El 7 al principio tiene casi el mismo recorrido que el 9, pero se saltea mi barrio. Hay gente que puede tomarse los dos y encima se queja cuando el 9 llega antes que el 7! No se dan cuenta de lo mucho que deberían dar las gracias por tener dos líneas opcionales para llegar a casa.
También sucede a veces que cuando no tengo que ir a casa, sí me puedo tomar el 7 si tengo que ir a hacer alguna encomienda o algún trámite en el centro. Pero cuando me bajo del autobús, no estoy en casa. O bien tengo que volver a casa a pie o bien tengo que tomarme otro autobús.
Con toda la dificultad que implica ser pasajero del 9, debo admitir que en los últimos años ha habido bastantes mejoras. Antes, el 9 llegaba cada treinta minutos, y ahora cada veinte. La ruta entre mi casa y el trabajo es más directa que antes, lo cual me ahorra tiempo e incomodidad. Antes tenía que bajarme del autobús a varias cuadras de mi casa y ahora me puedo bajar enfrente. Incluso el precio del transporte público ha disminuido últimamente.
A pesar de las mejoras, a veces caigo en pensamientos negativos. ¿Por qué tengo que esperar tanto tiempo hasta que llegue el autobús?
Pero en realidad, no existe tal injusticia. Así como ocurre con las “grandes cosas”, como encontrar pareja, tener hijos, conseguir sustento o curarse de una enfermedad grave, la salvación llega ni un instante antes ni un instante después de que Hashem así lo decida. Es todo Supervisión Individual Divina, hasta el más ínfimo detalle. Por eso, cada vez que espero en la parada, trato de recordar que Hashem quiere que Lo sirva desde este mismo lugar, en este mismo momento, y que debería estar contenta con la situación en la que estoy. También trato de concentrarme en todo lo bueno que he hecho “mientras tanto”. He tenido el mérito de recitar varias veces el Tikún Haklalí (las Joyitas son muy cómodas para eso!) e innumerables Libros de Salmos, mientras esperaba o abordaba el autobús. Y Hashem sabe cuánto me esfuerzo mientras espero las grandes salvaciones de mi vida.
Cada vez que me siento un poco frustrada al ver el supuesto éxito de los demás mientras yo todavía estoy en la lucha, me acuerdo de mi lección del autobús 9. Cada persona tiene su propia ruta que transitar. A veces mi ruta parece estar llena de desafíos pero esa es mi ruta. La ruta de la otra persona es buena para ella, pero no para mí. No tiene mucho sentido tomarse el autobús del vecino por el solo hecho de que llegó antes, no?
Después de todo, el número 9 es el que me lleva adonde tengo que ir.
10/28/2016
Muy buen artículo, muy buena reflexión
La verdad es que sí, qué sentido tiene ver el pasto del vecino más verde que el mío si todos tenemos nuestras pruebas en la vida.
10/28/2016
La verdad es que sí, qué sentido tiene ver el pasto del vecino más verde que el mío si todos tenemos nuestras pruebas en la vida.