La declive de los ingratos
Ambos eran ingratos. En vez de festejar y darle las gracias a Hashem por toda su bondad, se quejaban de la única cosa que no tenían. Los dos cometieron el mismo error
Nuestros Sabios dicen que no hay nada que no esté aludido en la Torá (véase Tratado Julín 139). Así que con Purim casi encima, pregunto: ¿dónde está aludido Hamán en la Torá? Nuestros Sabios responden, al analizar el pasaje de Génesis en el que Hashem le pregunta a Adán: “¿Acaso comiste del árbol del que te ordené no comer?”. En hebreo, “del árbol” se dice hamin ha-etz. Nuestros Sabios dicen que este término hamin, del cual, es una alusión a Hamán, porque ambas palabras se escriben igual en hebreo. Y nos preguntamos: qué tiene que ver una cosa con la otra? La Guemará parece un poco críptica y difícil de entender.
Rabí Yehoshua Cohen explica algo muy bello. Que tanto Adán como Hamán tenían todo lo que querían en el mundo. Pero a cada uno le faltaba algo. A Adán le faltaba el fruto prohibido y a Hamán le faltaba la disposición de Mordejai a postrarse ante él. La tremenda magnitud de sus bendiciones no significaba nada para ellos a causa de esa sola cosa que les faltaba.
Adán tenía a todos los ángeles sirviéndole. Hashem lo puso a cargo de toda la creación y todas las criaturas le servían. Tenía cientos de frutos, verduras, nueces y hierbas exóticas con que deleitarse. Pero en vez de disfrutar de la increíble abundancia que poseía, estaba triste a causa de ese único fruto que no debía comer.
Hamán el agagita era el virrey del Rey Ajashverosh, y el gobernador de facto de 127 naciones. Todos los ministros del rey se le postraban en señal de reverencia. Él era el hombre más rico del mundo entero; tenía más de doscientos hijos. Todo lo que quisiera en el mundo entero era suyo. Sin embargo, él dice: “Todo esto no me vale de nada cada vez que veo a Mordejai el judío sentado en la puerta del rey” (Esther 5:13). ¿Cómo alguien puede ser tan ciego como para ignorar su riqueza indescriptible, y molestarse por un detalle tan insignificante?
Ahora vemos que hay una conexión entre Adán y Hamán. Ambos eran ingratos. En vez de festejar y darle las gracias a Hashem por toda su bondad, se quejaban de la única cosa que no tenían. Los dos cometieron el mismo error. La diferencia es que Adán hizo teshuvá, se arrepintió, mientras que Hamán se llevó su maldad a la tumba.
Todos debemos aprender a ser felices con lo que nos tocó en la vida, sin quejarnos por lo que no tenemos, y enfocándonos en lo que sí tenemos. El hecho de ver los diez milímetros que nos faltan en el vaso en vez los ochenta milímetros que sí hay proviene de la fuerza espiritual negativa conocida como klipat Hamán Amalek, la fuerza espiritual impura que se centra en el pesimismo, la ingratitud y la falta. Nuestra tarea consiste en precisamente lo contrario: enfocarnos en las innumerables bendiciones que tenemos y darle las gracias profusamente a Hashem por todas ellas.
Por eso, no nos sorprende que Hamán y Amalek tengan mal ojo, porque ellos son descendientes de Esav. Rabí Najman enseña que los 400 hombres de Esav que lo acompañaron en el camino a su confrontamiento con Jacob simbolizan el mal ojo, ya que las letras de la frase hebrea ra ain (mal ojo) tiene el valor numérico de 400 (véase Sabiduría y Enseñanzas de Rabí Najman 242). La influencia de Hamán Amalek causa mal de ojo. Dado que la principal influencia de Hamán Amalek es la ingratitud y la herejía, debemos librar nuestros corazones y nuestras mentes de todo rastro de estos defectos, estudiando Torá, expresando nuestra gratitud a Hashem y fortaleciendo nuestra emuná, y en general estando satisfechos con lo que tenemos.
En efecto, la fuente del mal de ojo es el deseo que tiene la persona de sentirse como Dios y de pisotear a todo y a todos lo que se le paran en el camino. Y el tratamiento para tal enfermedad espiritual –porque la persona con mal de ojo eventualmente se consume a sí misma—es acostumbrarse a darle las gracias a Hashem profusamente por todo lo que tiene, y no tomar nada por sentado. Cuando la persona ignora la bendición de los riñones que funcionan, los pulmones que respiran, los ojos que ven y el corazón que late, es un ingrato de la peor clase que existe. Esa ingratitud es además una expresión de la total falta de emuná. Aquel que aprende a expresar gratitud prácticamente corrige el pecado de Adán y Eva, quienes antes de pecar no Le dieron gracias a Hashem por sus bendiciones. La gratitud y la emuná acaban con la influencia de Hamán Amalek. Por lo tanto, la gratitud es la base de nuestro triunfo sobre Hamán, Amalek y todas las fuerzas malas en Purim. La luz de la gratitud dispersa la oscuridad de Amalek y Hamán. Feliz Purim!
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