Creciendo juntos
Muchas veces cuando veo parejas casadas, me pregunto a quién se le pudo haber ocurrido poner juntas a estas dos personas
Muchas veces, cuando veo parejas casadas, me pregunto a quién se le pudo haber ocurrido poner juntas a estas dos personas. Y por supuesto que fue Hashem.
Mi matrimonio no es diferente. Incluso mis propios hijos no entienden cómo fue que nos casamos. “Ma ha-kesher entre tú y papá?” me preguntaron una vez (¿Cuál es la conexión?).
La respuesta es que mi marido tiene la llave del deseo de mi alma, que es curarse, corregir sus errores y perfeccionarse en su servicio de Hashem.
Todos necesitamos un compañero que cuestione nuestras inseguridades, desafíe nuestras ideas preconcebidas y que nos vuelva locos hasta que aprendamos a comprendernos el uno al otro. Con la ayuda de Dios, de esa manera vamos a alcanzar los resultados que esperamos. E incluso en los matrimonios con problemas que no funcionan es posible alcanzar un enorme crecimiento espiritual.
Es fundamental que comprendamos que el matrimonio tiene que ser un desafío. Eso no significa que algo ande mal sino que tienes que usar las discusiones como oportunidades para refinar la capacidad de comunicación.
Tal como solía decir mi padre: “Cada persona necesita alguien con quien pelearse”. Mis padres eran la pareja más despareja que conocí en mi vida pero a pesar de eso muy felices la mayor parte del tiempo. Sin embargo, su matrimonio fue producto de mucho pensamiento de parte de mi padre, así que cuando yo buscaba marido, le pregunté: “Papá, por qué decidiste casar con mamá? ¿Qué tenía ella que admirabas tanto?”.
“Su aspecto”, respondió él.
“PAPÁ!”, exclamé yo.
Hoy a la mañana fui a hacer una visita de shivá (condolencia) a un hombre cuya mujer falleció la semana pasada. Habían estado casados nada más ni nada menos que sesenta años y habían tenido tres hijos.
Mis hijas hicieron otra visita de shivá hace unos pocos días. El marido de su amiga falleció de pronto en un vuelo rumbo a Miami. Solamente habían estado casados sesenta días y se estaban yendo de luna de miel (tardía).
Nunca des por sentado a tu compañero. ¿Quién sabe cuánto tiempo van a estar juntos?
Ninguna otra persona en tu vida va a darte tantas oportunidades de crecimiento. Ni siquiera tus hijos, porque cuando ellos se van de casa (con la ayuda de Dios), tú vas a seguir estando allí con la persona que te sabe poner entre la espada y la pared.
Idealmente, crecemos junto a nuestra pareja. Al principio somos jóvenes inmaduros y es de esperar que terminemos siendo astutos ciudadanos mayores. Juntos pasamos por muchas etapas de crecimiento y desarrollo. Con la ayuda de Dios, el amor crece y se profundiza. Es un proceso continuo. Uno nunca es demasiado viejo para redefinir prioridades y poner a prueba el nivel de madurez.
Pero con un esposo devoto uno siempre es joven. Una parte de ti siempre sigue siendo joven si el romance es capaz de sobrevivir las vicisitudes de la vida.
Nadie me sabe hacer sentir joven como mi marido. Él me mira y me dice que ve la misma mujer joven que conoció hace cuarenta años. Y él también me sabe hacer actuar como una persona joven. A veces, cuando me ofende, tengo que controlarme para no hacerme la lista como una adolescente e irme enojada a mi habitación. Y por otro lado podemos hacer muchas tonterías juntos y nadie se entera. Casi como si tuviéramos otra identidad.
El hombre al que fui a visitar tuvo un matrimonio bastante complicado. Nació en España y tiene una personalidad muy atractiva y muy extravagante. Benny era un hombre de negocios muy exitoso y tenía un montón de amigos. Su mujer Evelyn nació en Alemania. Ella era elegante, práctica y mantenía un perfil bajo. Sus estilos fueron opuestos la mayor parte de sus vidas. Cuando Benny sufrió un derrame cerebral hace quince años, Evelyn tomó las riendas con calma. Fue muy difícil, porque Benny no soportaba estar inválido y eso lo puso muy irritable e incluso más testarudo de lo que ya era.
Por esa época, yo tenía un grupo de apoyo para mujeres que atendían a sus maridos inválidos y Evelyn solía quejarse de lo difícil que era hacer que su marido cooperara. Él estaba deprimido y ella solía ser el blanco de su dolor y de su frustración. Ella estaba ya agotada y empezaba a resentir la carga de tener que atenderlo. Se sentía incómoda cuando iba a nadar y cuando iba a la biblioteca y él no podía. Él nunca había sido un hombre fácil pero ahora era imposible. Ella ni siquiera podía sacarlo a dar un paseo en auto porque él no dejaba de decirle cómo conducir.
Las dos trabajamos juntas para formular una estrategia. Ella poco a poco fue aprendiendo a poner límites con Benny y a ocuparse de sí misma. Y poco a poco él aprendió a depender de ella y a darle las gracias por su atención y por su tolerancia ante el malhumor de él. Al final, él aceptó sus limitaciones y reconstruyó su vida y ella aprendió a vivir como una mujer sana, sin culpa.
Cuando Evelyn se enfermó, todos se quedaron muy sorprendidos. Ella parecía tan fuerte y tan sana comparada con él que nadie jamás pensó que ella iba a ser la primera en fallecer. Pero cuando sucedió, ella y Benny habían alcanzado un lugar muy bueno los dos juntos. Él había aprendido de ella a dar y al final estuvo allí para ella. Él coqueteaba con ella y la hacía reír, hasta el final mismo. Y los hijos vieron eso y se reconfortaron. Sabían que el matrimonio de sus padres había estado muy lejos de ser perfecto. Pero las diferencias entre ambos habían dejado de ser un problema. Ambos estaban unidos en su deseo por pasar felices los últimos años de su matrimonio. Y lo lograron.
Tu pareja puede ser el más grande catalizador de tu crecimiento espiritual, si se lo permites.
Maridos y mujeres son regalos que se siguen dando todo el tiempo…
Pero tienes que estar de acuerdo en crecer.
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