Consejos para padres

Una forma de ser un buen padre es no abrir la boca. Meterte en la lucha espiritual de tu hijo puede resultar contraproducente y distraerlo del trabajo que tiene que hacer.

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Yehudit Channen

Posteado en 18.03.21

Cuando tratamos de “apoderarnos” del dilema de nuestro hijo, este pasa de ser un problema que tiene que resolverse a una lucha de poder que podría haberse evitado.

 

Mi hija menor, Miriam, no lograba decidir qué hacer después de la escuela secundaria. Ella completó el sherut leumí (servicio nacional) en una clínica de salud y luego consiguió trabajo de moza, ahorrando dinero para viajar con un grupo de amigas a conocer el mundo. El día en que recibí una foto de ella lavando un elefante en Tailandia fue el día en que finalmente admití que su vida estaba fuera de mi control. Siendo yo baalat teshuvá, mi sueño había sido criar hijas muy religiosas y todas estas actividades no cumplían con los requisitos.

 

En medio de sus viajes, Miriam trabajaba de niñera y siguió trabajando de moza en un salón de fiestas muy caro. En esas épocas del año en que no se celebran bodas judías, los árabes usan el salón. Al principio me dio miedo pero después de un tiempo me calmé y me gustaba escuchar cómo eran las bodas árabes. Me dijo que eran relativamente tranquilas comparadas con las judías y que siempre las mujeres la trataban muy bien.

 

¡Pero eso no era lo que yo esperaba para mi hija! Miriam es una joven increíblemente madura en parte como consecuencia de crecer junto a una hermana mayor que sufrió un repentino paro cardíaco a la edad de dieciséis años, cuando Miriam tenía solamente once. En su adolescencia, Miriam fue testigo y ayudante de la recuperación de su hermana. No fue nada fácil para ninguno de nosotros pero siendo la más pequeña, Miriam vio todo eso y yo creo que le enseñó a tener paciencia y compasión. Pero también le causó un impacto que jamás voy a lograr entender.

 

Yo quería que Miriam estudiara psicología infantil o educación especial porque ella es muy buena con los niños. También quería que continuara estudiando Torá, como en la escuela. Pero a ella no le interesaban ninguna de estas cosas así que dejé de lado estos temas, junto con el tema del matrimonio, el tema de cerrar el teléfono y mi gran favorito, el tema de “esa pollera es demasiado corta”. Mi “hija de los sueños” se iba evaporando rápidamente…

 

Pero como Miriam era tan buena hija (si bien no “beit yaakov”, como yo siempre me había imaginado), decidí dejarla en paz. No quería que sintiera que yo estaba desilusionada. Ella es muy respetuosa y amable, hace preguntas de kashrut y se asegura de separar el maaser (diezmo) de cada mes. Cuando viaja, pasa el Shabat en Casas de Jabad, que según ella son como una escuela de la que se aprende muchísimo. También estuvo en Uman. Nunca tuvo problemas de drogas, alcohol o muchachos, gracias a Dios y por esto doy mucho las gracias. Pero me llevó tiempo aceptar que Miriam no es la típica “jaredí” (ortodoxa). Ella no aspira a serlo, aunque yo sí. ¿Acaso fracasé? Supongo que sí, si mi objetivo era hacer que ella fuera alguien que no es. ¿También tuve éxito? Absolutamente! Ella es una persona maravillosa. Solamente tengo que recordar que mis hijos tienen libre albedrío y les gusta usarlo.

 

Al final, después de varios años de cerrar la boca y apretar los dientes, Miriam me dijo que había terminado con los viajes. Me dijo que había sido fascinante, pero que basta. Ahora quería hacer algo con su vida. “ya estoy demasiado vieja para ser moza”, me dijo, “ya tengo veintiún años”. Para mí fue música a mis oídos.

 

Finalmente, decidió ser modista profesional y ahora está cursando el segundo año. Además empezó una clase de Torá  semanal para mujeres jóvenes en Jerusalem y dice que le gusta mucho. (bingo!!) pronto va a cumplir veintidós, que es cuando yo vine a estudiar a Israel. A ella le gustaría casarse pero prefiere esperar a que se case su hermana mayor. La entiendo.

 

Hoy doy tanto las gracias por no haberla condenado! Aprendí a las duras que ganarte la confianza de tus hijos es la mejor forma de mantenerlos cerca. Como Miriam logró compartir sus sentimientos en forma segura, podíamos conversar sinceramente acerca e la sociedad, el judaísmo y Dios.

 

Mirando hacia atrás, a cuando eduqué a mis hijos mayores, me di cuenta de que me equivoqué. Si nuestros hijos no se están causando daño a sí mismos o a los demás, podemos relajarnos y dejar que vayan entendiendo las cosas solos. No todos los jóvenes saben exactamente lo que quieren hacer ni todos pasan de una etapa a otra en forma fácil. Nuestros hijos son personas que necesitan espacio para decidir. Vivir lleva tiempo.

 

A veces los padres envían el mensaje de “Haz lo que digo pero no lo que hago”. Esto es una hipocresía, obviamente. No sólo que las acciones hablan más que las palabras sino que los constantes sermones pueden perjudicar el crecimiento espiritual, en vez de ayudarlo. Y a veces el silencio es lo mejor de todo.

 

Como dicen los Sabios, “No hay nada mejor para el alma que el silencio”. Y lo mismo con las almas de nuestros hijos.

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