La guerra de los rebes
Hashem decidió que Napoleón perdiera frente al invierno ruso. ¿Acaso eso era bueno para los judíos? La emuná nos enseña que todo lo que Hashem hace es lo major...
La corte Divina estaba hecha un tumulto. Gritos del lado izquierdo de la sala rugiendo: “¡Que Napoleón gane la guerra!”. Y desde la derecha, “¡Rusia tiene que ganar la guerra!”. En el medio de la corte, una nube de fuego camuflaba el Trono Celestial, donde el Todopoderoso, la Suprema Justicia, escuchaba con atención a ambas partes.
Pocos conocen la verdadera historia de la guerra napoleónica con Rusia. Para entender exactamente qué fue lo que ocurrió, debemos recordar el principio talmúdico: cuando hay falta de paz entre los sabios de Torá, hay falta de paz entre los ángeles encargados de las naciones, lo se manifiesta finalmente en guerras (véase Tratado Brajot 16b).
Entonces ¿qué fue lo que ocurrió?
En la época de la guerra napoleónica con Rusia, había tres prodigiosos rebes jasídicos, que eran los líderes espirituales de Polonia, Rusia y Ucrania, respectivamente, a los cuales decenas de miles de personas acudían en busca de su bendición, su consejo y sus palabras de aliento. Se trata de Rabí Yaakov Israel, el Joze de Lublin, Rabí Israel, el Maguid de Koznitz, y Rabí Menajem Mendel de Riminov. Si bien los tres eran muy buenos amigos y se estimaban muchísimo el uno al otro, los tres no se ponían de acuerdo en cuanto a qué era lo mejor para el pueblo judío.
Rabí Menajem Mendel de Riminov rezó con todas sus fuerzas para que Napoleón ganara la guerra y emancipara a los judíos de Rusia y de Ucrania, que sufrían terriblemente a causa de los pogromos, los cosacos y los crueles decretos del Zar. Él estaba seguro de que si los judíos eran emancipados, y gozaban de igualdad de derechos, la vida judía prosperaría. Los judíos podrían construir nuevas sinagogas, mikves e instituciones de Torá. Todo iba a ser mejor de esa manera.
El Jozé de Lublin y el Maguid de Koznitz se oponían con vehemencia a aquella opinión. Ellos estaban convencidos de que si los judíos se liberaban de la dura opresión del Zar, iban a alejarse de la Torá. Según ellos, la emancipación iba a conducir a la asimilación en masa y temían por el destino de su pueblo. Los ángeles creados por las plegarias de cada parte eran los que gritaban en la Corte.
Finalmente Hashem decidió que Napoleón perdiera frente al invierno ruso. ¿Acaso eso era bueno para los judíos? La emuná nos enseña que todo lo que Hashem hace es lo mejor, tanto si lo entendemos como si no.
Qué aprendemos de esto?
Hashem valora las opiniones de todos los tzadikim. La Guemará (Moed Katan 16b) enseña que el tzadik decreta y Hashem implementa el decreto. Pero tal como aprendemos en el Tratado Brajot, los decretos opuestos de los tzadikim conducen al enfrentamiento. Una cosa es segura: Hashem es el único que puede mediar. Nosotros no podemos ponernos de parte de nadie. Nosotros tenemos el deber de amar y respetar a todos. Si ellos no se ponen de acuerdo, que Hashem decida. Mientras tanto, cada persona debe seguir la opinión de su propio guía espiritual. Bendiciones para un año Nuevo feliz! Amén!
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