El que no se esfuerza no progresa

La persona que no dedica tiempo a un trabajo personal sobre el tema de la emuná cada día de su vida no va a poder cambiar

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Grupo Breslev Israel

Posteado en 17.11.24

La persona que no dedica tiempo a un trabajo personal sobre el tema de la emuná cada día de su vida no va a poder cambiar y va a continuar viviendo con herejía, dificultades y ansiedad. Tendrá miedo de que la gente le haga daño y hasta tendrá miedo de su propia sombra. Su mente estará llena de malos pensamientos acerca de sí mismo y de los demás ─pensamientos de idolatría, venganza y envidia─ y tendrá el corazón lleno de resentimiento e insolencia hacia Hashem, con quejas y con autocompasión, todos los cuales son producto de una misma cosa: la falta de emuná.

La persona que no hace este trabajo no cambia. Nuestros antepasados, la generación del desierto, estudió sin cesar y vio milagros (tal como hemos descrito anteriormente) y a pesar de todo eso, no llegó a tener una emuná adecuada. Tal como comenta Rashi sobre el versículo “¿Cómo puedo cargar con vuestra carga y vuestros pleitos?”: “Esto nos enseña que eran herejes”. Esto es realmente impresionante.

Al analizar los versículos, nos estremecemos al ver la ingratitud de la generación del desierto (tal como expliqué en detalle en mi libro Las Puertas de la Gratitud, y como todos saben). En esta ocasión, nos concentramos en un versículo tomado de la reprimenda que les hizo Moisés a los israelitas, y del cual podemos entender el bajo nivel de fe al que había caído el pueblo de Israel. Dice el versículo: “Y murmurasteis en vuestras tiendas, diciendo: Debido a que Hashem nos aborrece nos sacó de tierra de Egipto para entregarnos en mano del amorreo para destruirnos”.

Al leer este versículo, no supe si ponerme a reír o a llorar. ¿Dónde está la lógica? ¿Es posible que cada vez que algo les venía mal a estas personas ─ que habían sido testigos oculares de tantos milagros en Egipto y en el Mar Rojo, y con quienes Hashem había hablado cara a cara, que habían visto la Shejiná, la Presencia Divina, en el Tabernáculo, que vivían una vida milagrosa y que son llamados “la generación del conocimiento” ─ hayan llegado a una conclusión tan tonta? Y esto es lo que ellos pensaron:

(Aclaración: lo que escribo aquí acerca de Hashem no es mi propia opinión, Dios no lo permita, sino que representa la forma de pensar errónea de aquella generación)

“El Creador nos odia y por eso Él pensó cómo podía matarnos. Y después de mucho pensar y pensar, al Creador por fin se Le ocurrió un plan: ‘Voy a traer las Diez Plagas y voy a dividir el Mar Rojo; voy a matar a millones de egipcios y voy a derrotar a los amalekitas. Entonces les voy a dar a los israelitas la Torá en un increíble evento profético, cada a cara con cada persona. Todo este tiempo les daré el maná, las nubes de gloria, el pozo de agua, ropa limpia que crezca junto con ellos, y tanto más. Y haré todo esto para llevarlos a la Tierra de Israel para que allí los amorreos Me ayuden a destruirlos…’”.

¡Esto es absurdo! La ingratitud alcanzó niveles imposibles de concebir hasta tal punto que la mente se les deformó por completo. No basta con que en un momento de prueba hayan borrado de su memoria todas las bondades y todos los milagros que Hashem les había prodigado, ¡sino que incluso perdieron su capacidad de pensar en forma lógica! A nosotros esto nos resulta incluso gracioso, porque si Hashem los hubiera odiado, entonces los habría matado durante las plagas o los habría ahogado en el mar, o habría dejado que los egipcios y los amalekitas hicieran el trabajo en Su lugar. ¿Acaso Hashem tenía necesidad de esperar a que llegaran a la Tierra de Israel?

Lo que ocurre es que, en el momento en el que uno enfrenta una prueba, reacciona precisamente de esa manera. Si hay algo que no sale exactamente como esperaba, la persona siente que Hashem la odia. En el momento en el que la persona es puesta a prueba, no hay nada que la ayude, porque ha perdido la mente. Únicamente su trabajo personal le sirve para pasar la prueba.

Por lo tanto, si la persona no hace el trabajo de la voluntad, no va a poder cambiar. No va a alcanzar la rectificación de su alma y no cumplirá con su misión en esta vida. Y, como si todo eso fuera poco, correrá enorme peligro.

La Torá detalla esto y repite la advertencia una y otra vez: “Recuerde; no olvides, cómo hiciste enojar a Hashem tu Dios en el desierto. Desde el día en el que te fuiste de la tierra de Egipto hasta que llegasteis a este lugar, te has rebelado contra Hashem” (Deuteronomio 9:7). Recuerden bien: ¡durante cuarenta años se rebelaron contra Hashem! Este es el mensaje a todas las generaciones. Debemos estudiar esto y recordarlo, no en detrimento de nuestros antepasados, sino para que aprendamos de sus pruebas y de sus errores. Y entonces podremos ir por el buen camino. Porque la esencia del objetivo del estudio de la Torá es saber cómo conducirnos en nuestras propias vidas, no meramente para saber lo que ocurrió en el pasado. La Torá no es un libro de historia. Y así es como debe ser: “El hombre nació para trabajar” (Job 5:7).

Por lo tanto, Moisés le dio una reprimenda al pueblo: “Hashem no os dio un corazón para saber” (Jeremías 23:7). Ellos tuvieron que despertarse solos para rogarle a Hashem para que les hiciera dirigir el corazón hacia Él y cumplir Sus mitzvot. Esto se analiza en la Guemará (Avodá Zará 5). Y el Tosafot explica aquí que, después de haber visto numerosas veces cómo habían caído presa de graves pecados ─el Becerro de Oro, los espías, las continuas quejas, etc─ el pueblo de Israel tuvo que tomar conciencia de que corrían peligro y que debían pedirle ayuda a Hashem. Si hubieran hecho introspección desde el comienzo, habrían comprendido en qué lugares oscuro se encontraban. Y habrían entendido que, incluso después de haber oído al mismísimo Dios declarando: “Yo soy Hashem tu Dios” y “No tendrás otros dioses”, habían caído al punto más bajo, al máximo de ingratitud, al construir el Becerro de Oro, por el cual Moisés debió reprenderlos en forma extensa.

Moisés le está hablando a cada persona: sabe en qué consiste el verdadero trabajo. El verdadero trabajo consiste en pedirle a Hashem todos los días: “Danos un corazón para que podamos verdaderamente servirte”. Tal como dice la Guemará; “Cuando Hashem le dijo a Israel: ‘Si tan sólo tuvieran este corazón’, ellos deberían haber respondido: ‘¡Dánoslo!’”. Tal como se mencionó más arriba, este “corazón” se refiere a la voluntad. Cada persona debe ser consciente de que su trabajo consiste en pedirle a Hashem que le dé fuerza de voluntad: “Danos el corazón y la fuerza de voluntad para temerte. Danos el corazón y la fuerza de voluntad para amarte. Danos el corazón y la fuerza de voluntad para superar todas las tentaciones”. Si la persona no dedica un tiempo a este tema todos los días, eso significa que no le importa. Y entonces los días y los años pasarán y la persona seguirá demostrando la misma ingratitud y falta de control de siempre.

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