El secreto de Esther

En Purim, celebramos la caída de nuestro archienemigo Hamán, el descendiente de Amalek que anhelaba aniquilar al pueblo judío, al igual que sus predecesores y todos aquellos que siguieron sus pasos hasta el día de hoy, Dios no lo permita.

La Reina Esther era más astuta que Hamán. Siendo la catalizadora de la salvación de Hashem, ella no se opuso a Hamán de una manera frontal ni lo confrontó. A diferencia de su tío Mordejai, el tzadik de la generación que se negó a postrarse ante Hamán, Esther convenció a Hamán de que ella era su mejor amiga y su fan, y entonces Hamán bajó la guardia. Esther lo invitó a un banquete privado cuyos únicos participantes eran ella misma y el Rey Ajashverosh.

Veamos cómo reacciona Hamán: “La Reina Esther no ha invitado a nadie más a su banquete privado con el rey. ¡Solamente a mí!”. Hamán se siente fantástico. Esto es exactamente lo que el Rey Salomón profetizó cuando dijo “La arrogancia precede a la destrucción y el espíritu altivo precede la caída”.

¿Cuál era el secreto oculto tras la elección de un banquete privado como la forma de causar la caída de Hamán?

Esther, que poseía espíritu profético, vio con su mente que pendían juicios muy estrictos contra su pueblo. ¿Qué es lo que habían hecho mal? Habían transgredido la ley rabínica al asistir al banquete de Ajashverosh, si bien él había reservado una mesa especial “Glatt kosher” para ellos. Ellos pecaron con vino, y Esther sabía que debía llevar a cabo una rectificación de aquella transgresión y debía hacerlo también con vino. Pero esto era sumamente peligroso, como un electricista que trata de arreglar una conexión de alto voltaje que electrocutó a su colega. ¿Qué fue lo que vio Esther exactamente?

Nuestros Sabios nos dicen: “Entra vino, salen secretos”. Esther sabía que el equivalente numérico de ambas palabras hebreas (vino y secreto) es 70. Y también sabía que si el exilio persa-babilónico iba a durar más de 70 años, entonces los judíos permanecerían en el exilio para siempre, Dios no lo permita. Ella se dio cuenta de que el vino iba a ser el que produciría la caída de Hamán.

Y nosotros nos preguntamos: “¿Cómo es posible que el vino produzca la caída de una persona? En el judaísmo, usamos el vino en las ocasiones más sagradas (la libación del Templo Sagrado, el Kidush en Shabat y festividades, la principal bendición en las bodas y la circuncisión)”. Y ese es precisamente el punto en cuestión – así como el vino tiene poder de extrema santidad, también puede ser absolutamente devastador y destructivo. Igual que el polvo atómico, que puede iluminar una ciudad o dejarla hecha cenizas, el vino puede elevar espiritualmente al justo y enterrar al malvado.

El santo Rebe de Apta, Rabí Yehoshua Shia Haschel, explica que hay dos clases de copas de vino: la copa de la salvación y la copa del veneno.  Según él, Esther, con sus prodigiosos poderes, vertió el vino de la copa de Ajashverosh con la intención de que fuera “la copa de la salvación”, para que el rey tuviera compasión del pueblo judío y anulara el decreto contra ellos. Pero cuando vertió el vino en la copa de Hamán, lo hizo con la poderosa kavaná (intención) de que fuera una copa de veneno, que produjera la caída de Hamán. Y así fue.

De esto aprendemos dos lecciones muy importantes: primero, que no podemos vencer a Amalek con armas convencionales, sino solamente con armas espirituales. Y segundo, que cuando bebemos vino en Purim, nosotros también podemos desencadenar la caída de nuestros enemigos, porque hay un Purim en cada generación.