Escuchar la voz – Vaera
La mujer no tiene por qué participar de la maldición del hombre.
El trabajo físico no reduce la capacidad de las mujeres para percibir nuestra función dentro del contexto de una perspectiva más amplia. Incluso en el proceso de cambiar un pañal…
La amargura de su espíritu
A diferencia de las mujeres, los hombres judíos no pudieron escuchar sobre la redención venidera debido a la pesada carga de su servidumbre. “Moshé habló a los hijos de Israel, pero no escucharon a Moshé por la angustia de espíritu y por el duro trabajo” (Shemot 6:10). Las personas con un espíritu amargado no pueden pensar en nada más que en cómo satisfacer sus necesidades inmediatas. Buscan un alivio instantáneo y no tienen la “menujat hanefesh” (tranquilidad de espíritu) necesaria para imaginar la redención o anhelar la libertad. En lo único en que pueden pensar es en cómo conseguir su próxima comida.
El exilio del habla
“He aquí que los hijos de Israel no me han escuchado; ¿cómo entonces me escuchará el faraón, siendo yo de labios incircuncisos?” (Shemot 6:12). El Sfat Emet explica que existe una conexión directa entre la capacidad del profeta para profetizar y la capacidad de las personas para escuchar. La razón por la cual Moshé tenía labios incircuncisos era porque Israel no podía escucharle. Esta incapacidad del pueblo judío para escuchar les impidió recibir los Diez Mandamientos directamente de Hashem. El habla está en exilio mientras los receptores no estén preparados para escuchar la palabra Divina.
El Midrash explica que Israel no podía escuchar a Moshé porque les era difícil separarse de la idolatría (Shemot Raba 6:5). La palabra para idolatría en hebreo es avodá zará, que literalmente significa “trabajo extraño”. Por lo tanto, cualquier tipo de compulsión por un “trabajo extraño” que no sean las mitzvot de Hashem puede bloquear nuestra capacidad para escuchar la voz de Hashem. Debemos apartarnos de la obsesión por completar perfectamente cada tarea doméstica o laboral. Hay situaciones en las que nuestra atención plena es necesaria para algo más importante, ya sea el llanto insistente de un bebé o un hijo adolescente que quiere hablar de las cosas que está sintiendo. En cada caso, debemos detenernos y escuchar la voz de Hashem dentro de nosotros, y preguntarnos: “¿Qué quiere Hashem de mí en este momento?”
Antes de pecar, Adam y Javá vivían en el Jardín del Edén, donde podían disfrutar de sus frutos sin tener que trabajar. Eran libres de dedicarse de lleno a escuchar la voz de Hashem. Pero como malgastaron esta oportunidad, les fue quitada. Desde entonces, el hombre fue maldecido a tener que trabajar para ganarse la vida con el sudor de su frente. De la misma manera en que los hombres en Egipto no pudieron escuchar las palabras de redención, hoy en día, estar excesivamente atrapados en el trabajo duro puede impedirnos escuchar la voz interna de Hashem.
Las mujeres escucharon
Las mujeres judías en Egipto pudieron ver más allá de su esclavitud momentánea. La servidumbre no las hundió tan profundamente como para olvidar la posibilidad de la libertad. A pesar de la amargura de su situación, pudieron imaginar la redención futura. Por ello, son elogiadas por incitar a sus esposos a mantener relaciones con ellas para tener hijos. Mientras que los hombres habían perdido la esperanza, las mujeres creían en un futuro mejor. De esta manera, su emuná (fe) era completa. La verdadera fe es ver nuestra situación en perspectiva y comprender que lo que debemos soportar en el momento es solo una pequeña pieza en el gran rompecabezas de la vida.
Escuchando la voz
El principal desafío del exilio, incluso hoy, es liberar la mente de todos los asuntos externos para poder escuchar verdaderamente. El Sfat Emet nos insta a desprendernos del vacío del materialismo para liberar nuestros corazones y escuchar las palabras de Hashem. Aunque una mujer esté ocupada con todo tipo de tareas mundanas, desde el trabajo en la oficina hasta pelar papas, nuestra actitud marca la diferencia. Es una capacidad única femenina operar en más de una dimensión a la vez. El trabajo físico no reduce nuestra capacidad de escuchar y ver nuestra tarea dentro de un contexto más amplio. Incluso en el proceso de cambiar un pañal, nos damos cuenta de que esto también es parte de criar a una nueva generación de tzadikim (personas justas). La mujer no tiene por qué participar de la maldición del hombre.
Trascendiendo la esclavitud
Durante nuestros rezos matutinos, mencionamos el Éxodo de Egipto antes del Shema Israel. Al liberarnos de la esclavitud de Egipto y de todas las demás culturas extranjeras, nos preparamos para escuchar la palabra de Hashem. Los israelitas “no escucharon a Moshé por la angustia de espíritu y por el trabajo duro”, porque sus necesidades físicas dominaban su alma. Preocuparse demasiado por la comodidad física puede hacer que ignoremos el sufrimiento de nuestra alma. Hashem nos dio el regalo de un alma extra en Shabat para liberarnos de la esclavitud de nuestro cuerpo. Asimismo, abstenernos de las treinta y nueve melajot (trabajos creativos) en Shabat nos permite escuchar la palabra de Hashem.
Que todos podamos merecer escuchar la voz de Hashem hablándonos en cada momento del día. Amén.
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