No somos huérfanos

Marcos estaba muy triste. Uno por uno, sus amigos iban celebrando sus cumpleaños y él se moría de la envidia...

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Grupo Breslev Israel

Posteado en 14.03.21

Marcos estaba muy triste. Uno por uno, sus amigos iban celebrando sus cumpleaños y él se moría de la envidia al ver a sus compañeritos de segundo grado cumplir siete años y ser el centro de atención de la fiesta.

 

Marcos era huérfano. Marcos no sabía cuándo era su cumpleaños. No sabía nada de sus padres biológicos. Sí, sus padres adoptivos eran muy buenos con él, pero no es lo mismo vivir sin raíces, sin identidad, y sin un cumpleaños.

 

Pocas cosas son más trágicas que toda una nación de “Marcos”: un pueblo sin pasado, sin raíces, sin identidad. Una planta no puede crecer y muchos menos prosperar, a menos que tenga raíces.

 

Nosotros, el pueblo judío, no somos una nación de huérfanos, gracias a Dios. Tenemos el pasado más rico y las raíces más profundas. Y sabemos cuál es nuestro cumpleaños: el 6 de Siván, la festividad de Shavuot. ¿Cómo lo sabemos? La Torá declara: “Hoy se han transformado en una nación para Hashem, su Dios” (Deuteronomio 27:9). Hay quienes aún no nos han reconocido como nación, pero la verdad es que no necesitamos su reconocimiento. Muchas grandes naciones y civilizaciones han llegado y se han ido, pero nosotros seguimos acá. El secreto de nuestra supervivencia es la Torá, porque nos convertimos en nación el día en el que Hashem nos dio la Torá en el Monte Sinaí, el 6 de Siván de 2448.

 

Una vez que la luz de la Torá descendió a este mundo, la humanidad se elevó a un plano moral más alto. La aceptación y la observancia de la Torá son los que hacen del pueblo de Israel “el pueblo elegido”. El nivel de “sumisión voluntaria” ante Hashem de nuestro pueblo jamás ha sido igualada.

 

El más grande acto de amor es complacer a aquel que amas sin esperar nada a cambio. Así fue como los grandes de nuestra historia sirvieron a Hashem. Es lo que se llama “le shem shamaim”, o sea, hacer algo en pos de Hashem, sin ningún motivo ulterior.

 

 

Ahora podemos entender por qué leemos el libro de Ruth en Shavuot. Ruth no tenía nada que ganar de su relación con Naomi, su suegra. Naomi era una mujer empobrecida, sin un hogar, que estaba a punto de retornar con las manos vacías a su pueblo y a su tierra. Ruth se aferró a Naomi y al Dios de Naomi, simplemente porque amaba a ambos. Y su altruismo fue el que le permitió convertirse en la bisabuela del Rey de Israel y la Dinastía Mesiánica.

 

Nuestra aceptación y observancia de la Torá, así como nuestra incondicional sumisión a Hashem, son las que establecen nuestra condición de “pueblo elegido” y la que nos permite superar todos los desafíos de la historia. La historia guiña los ojos y los grandes y poderosos van desapareciendo de la tierra, uno por uno. Pero cada año en Shavuot, el pueblo judío celebra otro cumpleaños más y renueva su lazo eterno con la Torá.

 

Nuestra nación sobrevive en base a una sola cosa: la Torá y el grado en que nos aferremos a ella.

 

Hashem no nos ama por nuestros logros en medicina o en hitech. Hashem no nos ama por nuestra cantidad de ganadores del Premio Nóbel (a pesar de que somos solamente el 0.2 por ciento de la población mundial) que es más de 100 veces más grande de lo que nos correspondería por nuestra población. Él nos ama porque hacemos Su voluntad en forma incondicional. Y mientras la luz de la Torá siga brillando en nuestro campamento, seguiremos siendo una luz para las naciones. Feliz Shavuot!

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