El Séptimo Día de Pésaj

La Nube de Gloria que se encontraba frente al campamento Judío se movió hacia la retaguardia, sirviendo de escudo entre su campamento y el de los Egipcios…

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Ioshúa Starret

Posteado en 06.04.21

La Nube de Gloria que se encontraba frente al campamento Judío se movió hacia la retaguardia, sirviendo de escudo entre su campamento y el de los Egipcios…

Era ahora la noche del séptimo día del Exodo, el 21 de Nisan y el Séptimo Día de Pesaj. Di-s le dijo a Moshé, "Diles a los Judíos que comiencen a andar. Levanta tu vara y extiende tu mano sobre el Mar Rojo y Yo haré que el mar se abra… Egipto sabrá entonces que Yo soy Di-s."
 

La Nube de Gloria que se encontraba frente al campamento Judío se movió hacia la retaguardia, sirviendo de escudo entre su campamento y el de los Egipcios. La Columna de Fuego iluminó el campamento Judío durante toda la noche, mientras que la Nube de Gloria hizo caer la oscuridad sobre el campo Egipcio. Durante toda la noche los Egipcios estuvieron disparando sus flechas y arrojando sus lanzas contra los Judíos, pero la Nube de Gloria las absorbió a todas de modo que ningún Judío fue herido por ellas. De hecho, de acuerdo a algunas opiniones, esas flechas y lanzas rebotaron y se volvieron en contra de los Egipcios, juntamente con el granizo "suspendido" que había quedado de la plaga. Moshé hizo como le dijera Di-s y extendió la vara sobre el Mar Rojo. Pero el mar se negó a abrirse. Dijo el mar, "¡Yo fui creado antes que tú y no me abriré delante de un hombre!" Moshé arguyó que él estaba viniendo en Nombre de Di-s, pero el mar continuó negándose a obedecer.
 
Mientras tanto, los Egipcios comenzaron a acercarse y los Judíos se sintieron más y más angustiados. Se volvieron a Moshé quien les aseguró que bajarían al mar y lo cruzarían. Pero aunque Moshé levantaba su vara y los Egipcios se acercaban cada vez más, el mar seguía sin abrirse. Para empeorar las cosas, los Judíos vieron barro y arcilla en la orilla del mar, cosa que les hizo recordar los horribles días de su esclavitud en Egipto. "En Egipto nos hundían y enterraban en el barro, ¿también aquí pasará lo mismo?" Era una prueba de fe al más alto nivel. Najshón, el hijo de Aminadav, de la Tribu de Iehuda, creyó en Moshé y se lanzó al bullente mar. Pero aun así el mar no retrocedía. El agua llegó hasta su nariz amenazándolo con hundirlo por completo. Entonces, en ese preciso momento, Di-s Mismo apareció sobre el mar, el que instantáneamente se abrió en doce sendas, una para cada tribu. Al abrirse el Mar Rojo también se abrieron todos los océanos, los ríos y los lagos del mundo; incluso todo aquello que contuviese agua, hasta el agua en vasos y jarras. Esto sirvió para informarle al mundo entero sobre el milagro que Di-s había producido.
 
Di-s realizó numerosos milagros para los Judíos en su cruce por el Mar Rojo:
 
  • 1) La Separación del mar.
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  • 2) El fondo del mar se transformó instantáneamente en tierra seca, de modo que los Judíos pudieron cruzar sin inconveniente alguno.
  • 3) El fondo del mar por sobre el cual caminaban los Judíos fue nivelado y allí donde era más profundo el agua se congeló como si fuese mármol, de modo que los Judíos no tuvieron que subir y bajar en su marcha.
  • 4) Las paredes de agua que separaban los senderos de las doce tribus eran transparentes, de modo que los Judíos podían ver que todos habían cruzado a salvo. También el agua formó una cúpula por sobre sus cabezas.
  • 5) Agua dulce fluía de las paredes, de modo que los Judíos podían beberla. El agua que no era bebida se mantenía suspendida en el aire.
  • 6) Toda clase de árboles frutales crecían del lecho del mar y todo aquél que así lo desease podía disfrutar comiendo de sus frutos. También crecían hierbas para alimentar el ganado que acompañaba a los Judíos.
  • 7) Un aroma del Jardín del Edén acompañó a los Judíos a través del mar.
  • 8)  Todo el cruce de varios millones de personas sólo duró unas pocas horas.
  • 9) Los Judíos merecieron ver la Divina Presencia. Entre los Judíos se encontraban aquellos cuyas madres los habían abandonado al nacer, dejándolos en el campo, por temor a los decretos de los Egipcios. Ahora reconocían la Divina Presencia, reconociendo a Di-s desde su infancia y exclamaban, "¡Este es mi Di-s y yo Lo alabaré!" Esta revelación de Di-s en el Mar Rojo fue tan grande que sobre ella enseñan nuestros Sabios: "Una sierva vio en el Mar Rojo más que el profeta Ezequiel [cuando tuvo su Visión de la Carroza]."
  • 10) El ángel Gabriel anduvo por las aguas del Mar Rojo llevando una advertencia a cada una de sus direcciones. "Cuiden a los Judíos por su izquierda, pues ellos llevarán los Tefilín en su mano izquierda. Cuiden su lado derecho, pues en su mano derecha recibirán la Torá de Di-s. Cuiden del frente, pues allí serán circuncidados. Cuiden sus espaldas, pues el nudo de atrás de sus Tefilín estará sobre la parte de atrás de sus cuellos".
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Fue al amanecer que los Hijos de Israel completaron el cruce del Mar Rojo. Los Egipcios suponían que si los Judíos habían podido cruzar el Mar Rojo, también ellos podrían hacerlo. Y así, persiguiendo a los Judíos, entraron al mar, que aún continuaba abierto. Cuando el último Judío terminó de cruzar, el último Egipcio entró al mar. Para recordarles a los Egipcios lo que habían hecho a los Judíos, Di-s transformó el lecho del mar en un barro profundo y en pegajosa arcilla, haciendo que los caballos y los carros se atascaran en el fango.
 
Fue entonces que las Nubes de Gloria y la Columna de Fuego comenzaron a calentar la arcilla. Los carros comenzaron a arder y la confusión y el desorden se apoderaron del campo Egipcio. Y en ese momento, sin aviso previo, las paredes de agua se desmoronaron, tragando de un solo golpe a todo el ejército Egipcio. Este atrapar de los Egipcios en el fondo del mar desató una discusión en el cielo. El ángel protector de Egipto pidió por ellos ante Di-s, "¿Acaso los Egipcios destruyeron y mataron a todos los Judíos? Es cierto que los hicieron trabajar como esclavos, pero ¡los Hijos de Israel salieron de Egipto con vida y una paga completa!" Di-s contestó, reuniendo al Tribunal Celeste, "Sentémonos y juzguemos este asunto." Primero el Todopoderoso presentó Su punto de vista, "¿No fue Yosef quien salvó a Egipto del hambre? Y ¿cómo le mostraron los Egipcios su gratitud? ¡Esclavizando a los descendientes de Yosef! Luego emitieron duros decretos en contra de los Judíos. Yo instruí a Moshé para que retornase a Egipto y redimiese a los Judíos. Y ¿cual fue la respuesta del Faraón? Proclamó decretos más duros aún en contra de ellos. Finalmente, Yo Mismo los redimí.
 
Ahora los Egipcios están persiguiendo a los Hijos de Israel para matarlos o hacerlos volver a la esclavitud. Yo les pregunto, ¿con cuál de ellos debo tener compasión?" Aunque era su turno para defender su caso, el ángel protector de Egipto no tuvo nada para contrarrestar el argumento de Di-s y sólo pudo pedir compasión, "Tú eres un Di-s de misericordia. ¡Te pido que tengas piedad de mis hijos!" En ese momento Mijael, el ángel defensor de los Judíos, descendió a Egipto y tomó el cuerpo de un niño Judío que había sido utilizado como ladrillo. Y presentando esta evidencia ante la Corte Celestial dijo, "¿Sobre quién deberá tener Di-s misericordia? ¿Sobre esos malvados Egipcios que utilizaron los cuerpos de niños inocentes como ladrillos?". Y con ésto fue sellada la sentencia de muerte contra los Egipcios.
 
La venganza con la cual cayeron las paredes del mar sobre los Egipcios hizo que se partiesen los ejes de sus carros y que los Egipcios fueran sacudidos violentamente, de tal modo que todos sus huesos fueron quebrados. Pero Di-s mantuvo intactas sus almas. Quería que sintiesen cada fracción de dolor y de sufrimiento. Quería hacerles sentir el sabor de lo que habían hecho sufrir a los Judíos en Egipto. Muchos Egipcios fueron arrojados de sus carros y pisoteados por el resto del ejército y por sus caballos. Aquellos que estaban en la retaguardia de las tropas Egipcias intentaron volver a la costa, pero aunque lograban salir a tierra seca, el agua se elevaba por sobre la orilla y los tragaba nuevamente. Di-s hizo que los jinetes no pudiesen despegarse de sus cabalgaduras, haciéndolos rodar dentro del agua como carne dentro de un caldero hirviente. Y así como los Egipcios que perseguían a los Judíos eran castigados de esta manera, también aquellos que quedaron en Egipto sufrieron la misma suerte, siendo aniquilados por el fuego y otras horribles formas de muerte. Di-s lo hizo de manera tal que cada Egipcio se viera forzado a ser testigo del sufrimiento de sus compatriotas. Esto los obligó a reconocer finalmente que estaban siendo castigados por la Mano de Di-s y no debido a hechicerías o causas naturales.
 
El Faraón fue el único Egipcio al que se le permitió sobrevivir al desastre. Enseña el Midrash que siguió vivo durante otros mil años y que llegó a ser el rey de Nínive. Cuando Jonás fue enviado a profetizar contra Nínive advirtiéndoles que a menos que se arrepintiesen serían destruidos (Jonás, 3), fue la experiencia personal que el Faraón tenía sobre el poder de Di-s lo que hizo que la gente se volviese de sus malos caminos. El mar había tragado a todos los Egipcios y a sus caballos, pero ésto hizo que los Judíos se sintiesen ansiosos y temiesen, "Así como nosotros salimos por este lado del mar, es posible que los Egipcios salgan por algún otro lado. ¿Cómo podemos estar seguros de su muerte?"
 
Di-s hizo entonces que el mar arrojase los cadáveres de los Egipcios y los de sus caballos. Al partir de Egipto y anticipando su victoria, los Egipcios se habían adornado a sí mismos y a sus caballos con todo el oro y las piedras preciosas que pudieron hallar. Este botín, que de por sí era muy superior a todo lo que los Judíos habían traído con ellos desde Egipto, se encontraba ahora diseminado por toda la playa. Aunque Moshé insistió en que los Hijos de Israel debían ponerse en marcha hacia la Tierra Santa, la tentación de tanta fortuna le hizo muy difícil hacerlos mover desde las costas del Mar Rojo (muy parecido alo que sucede hoy en día.)
 
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Luego de ser testigos de los maravillosos milagros que habían tenido lugar a su favor, los Hijos de Israel comenzaron a cantar en alabanza a Di-s. También pidieron por el futuro, rogando llegar a ser dignos de recibir la Torá, entrar en la Tierra Santa y construir el Santo Templo. El versículo nos dice que "ellos creyeron en Di-s y en Su siervo Moshé." La Mejilta comenta: "Si creían en Di-s, ¿qué era ese creer en Moshé? De aquí podemos comprender que cuando la persona tiene fe en el verdadero Tzadik (Justo), es como si creyera en el Creador del Mundo." Y lo contrario también es verdad. No es posible alcanzar la verdadera fe en Di-s a menos que se tenga fe en los verdaderos Tzadikim, pues ellos son Sus mensajeros, trayendo Su palabra a este mundo. Pero tampoco terminaron los milagros de Di-s con la Separación del Mar Rojo. El Maná descendió todos los días durante los cuarenta años que estuvieron los Judíos en el desierto y cada familia recibía su porción diaria de acuerdo con su tamaño. Temprano en la mañana caía el rocío y sobre él, el Maná. Luego descendía otra capa de rocío para proteger el Maná. Al despertar ya los estaba esperando ese maravilloso Maná. Pero si atrasaban su búsqueda diaria hasta la tercera hora del día, el Maná era absorbido por el rocío y fluía fuera del campamento. Eventualmente, esta mezcla de Maná y rocío llegaba hasta algún lugar distante donde era bebido por los animales salvajes. Y todo aquel que cazara alguno de esos animales y comiese de él saboreaba el gusto especial del Maná y alababa a Di-s y a Su nación, los Judíos.
 
En Shabat no descendía el Maná. En cambio, una doble porción del mismo aparecía el Viernes, suficiente como para el consumo de ambos días. Además, este Maná descendía para cada persona de acuerdo con sus acciones. Si era una persona recta, el Maná descendía justo frente a su tienda. De lo contrario, debía salir a buscarlo. Más aún, cada persona podía sentir el gusto del Maná tal como lo desease. Podía estar caliente o frío, ¡todo de acuerdo a su especial preferencia en ese momento! El Maná era absorbido completamente por el cuerpo de los que lo comían, de modo que no producía deshecho alguno. Los Judíos poseían también una roca que los seguía de un sitio al otro. Esta roca los proveía milagrosamente de agua fresca en medio del desierto. Cuando el Pueblo Judío se detenía y acampaba, los cabezas de cada tribu tomaban sus báculos y trazaban una línea en el suelo desde la roca hasta el área de su tribu. Entonces el agua fluía desde la roca, llegando a cada Judío cuando la necesitaba. También crecían hierbas y árboles alrededor de la roca con lo cual alimentaban el ganado. Y también estaban las Siete Nubes de Gloria que acompañaron a los Hijos de Israel durante los cuarenta años que estuvieron en el desierto. Estas Nubes milagrosas no sólo los mantenían ocultos de la vista sino que les otorgaban muchos beneficios más. Las Nubes funcionaban como guías, apuntando hacia la dirección designada y aplanando la ruta sobre la que viajaban.
 
Nunca tuvieron que trepar una montaña o descender a un valle. Además, estas Nubes les ofrecían protección ante las inclemencias del desierto y el ataque de sus enemigos. Aunque debieron combatir contra los Amalequitas, los Emoritas, los Midianitas, contra Sijón y Og, ningún soldado Judío hubo de morir en la batalla. Estas Nubes rodeaban por completo a los Judíos, de modo que cuando viajaban eran ellas, de hecho, quienes los llevaban: "Yo los llevé como sobre las alas de águilas." Más aún, cada día estas Nubes limpiaban y planchaban las vestimentas de los Judíos, evitándoles gastar sus fuerzas en el cuidado de sus ropas, las que se mantuvieron en perfectas condiciones durante toda su estadía en el desierto. Y en cuanto a las vestimentas de sus hijos, a medida que el niño crecía, sus ropas crecían con él. Con la construcción del Tabernáculo (luego de la entrega de la Torá), algo que era tan maravilloso e increíblemente hermoso como la Creación misma, los Judíos obtuvieron un milagro más: la revelación diaria de la Divina Presencia. Los Judíos viajaron hasta el Monte Sinaí y allí acamparon a los pies de la montaña.
 
La Revelación que estaban a punto de presenciar fue de hecho uno de los más grandes milagros de todos los tiempos. Pero aun así, la Hagadá nos dice: "Si Di-s nos hubiera llevado al Monte Sinaí y no nos hubiera entregado la Torá, ¡Daieiuno!". La pregunta es obvia. ¿No era acaso el propósito del Exodo el que los Judíos recibiesen la Torá? ¿Qué valor tendría llegar al Monte Sinaí si la Torá no hubiera sido entregada? Rashi explica que cuando los Judíos acamparon a los pies de la montaña lo hicieron "como un solo hombre con un solo corazón" (Rashi, 19:2). Los comentaristas agregan, "Alcanzar los pies de la montaña hubiera sido de por sí suficiente, ¡aunque más no sea para lograr esa unidad!" El solo hecho de que los Judíos hubiesen logrado tal nivel de unidad, ¡hubiera sido suficiente como para llevarlos hasta el Monte Sinaí! Pero el milagro más significativo fue la Revelación en el Monte Sinaí. Allí Di-s apareció ante los Hijos de Israel y les entregó la Torá. El mundo y todo lo que hay en él había sido creado para ese momento de Revelación; de modo que todos pudieran recibir Su palabra y saber que fue Di-s Quien produjo el Exodo Judío de Egipto. La Revelación del Monte Sinaí y la Entrega de la Torá son el motivo más importante para la celebración de Pesaj y en especial de la Noche del Seder.
 
 
– Selección extraída del libro "La Hagadá de Breslov" – Breslov Institute Research –

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1. Eduardo Segura A

4/06/2018

Que sublime el poder conocer los verdaderos detalles de lo ocurrido en esta travesía, pues en la Biblia no se encuentran todos estos detalles y no entiendo el porque le quitaron el verdadero sentido, es como quitar el sabor a un exquisito plato. Me da mucha alegría, amor y fé conocer esos grandes detalles que le dan alegría a mi alma.

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