Quién gana? Shelaj

Cuando el cananeo moría, su familia embalsamaba el cuerpo y lo ponía en un féretro, que se guardaba en el sótano de la familia

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Rabino Lazer Brody

Posteado en 04.04.21

“… una tierra que devora a sus habitantes” (Números 13:32)

 

Los espías fueron castigados por hablar mal de la Tierra de Israel, que es uno de los más grandes regalos que Hashem le hizo al pueblo judío. Entre otras calumnias, los espías desalentaron a los Hijos de Israel para que no entraran a la Tierra de Israel diciendo que “es una tierra que se devora a sus habitantes”. Rashi explica que dondequiera que iban veían funerales. Desgraciadamente cuando le falta emuná, la persona no logra entender lo que está viendo.

 

Si bien los doce espías eran incuestionablemente tzadikim, únicamente Joshúa y Caleb eran hombres de genuina emuná. Los dos sabían que si Hashem les estaba dando la Tierra de Israel, también les estaba dando la capacidad y los medios para conquistarla de manos de los malvados cananeos que profanaban la Tierra Santa con idolatría y con una inmoralidad sin precedentes.

 

Qué fue lo que sucedió realmente?

 

Si bien los cananeos eran idólatras inmorales, ellos creían en el poder de alguien que fuera genuinamente tzadik. También creían en el concepto de castigo y recompensa en la vida después de la muerte. Entonces cómo es que no tenían miedo de vivir una vida llena de pecado?

 

Rabi Menajem Menashe en su clásico libro Ahavat aim explica que los cananeos tenían una artimaña. En vida, hacían lo que les placía y nada los frenaba. Cuando el cananeo moría, su familia embalsamaba el cuerpo y lo ponía en un féretro, que se guardaba en el sótano de la familia. Cuando moría un justo, los cananeos sacaban a todos los muertos del sótano y los llevaban a enterrar al mismo tiempo que enterraban al justo, porque pensaban que si se abrían las Puertas Celestiales para que entrara el justo, ellos también aprovechaban la oportunidad para pasar por la puerta de entrada y meterse en el Paraíso.

 

El día en que los espías entraron a la Tierra de Israel, murió Job, que era el más eminente justo no judío de su generación. En todo Canaán la gente iba corriendo a enterrar a sus muertos. En cada pueblo y en cada ciudad había funerales. Los espías registraron lo que estaba sucediendo como si fueran corresponsales de la CNN, de Reuters o de la BBC, siempre dispuestos a decir algo malo acerca de Israel mientras miraban lo que acontecía con una vista totalmente distorsionada de los hechos. Entonces los espías retornaron e informaron que Israel “es una tierra que se devora a sus habitantes”. Al no contar con la información necesaria, ellos llegaron a la errónea conclusión de que en la Tierra Santa abundan las desgracias.

 

Si ellos no hubieran tenido el preconcepto de que es mejor quedarse en el desierto y comer maná, entonces se habrían preguntado a sí mismos: “Si la Tierra de Israel es tan terrible, entonces por qué los cananeos siguen viviendo allí? ¿Por qué ELLOS no se van?”. Un simple niño de ocho años con mente lúcida se habría planteado una pregunta tan obvia. Ellos no.

 

La “emuná” cananea suena absurda, pero no obstante se basaba en la creencia en los tzadikim, los justos, en el mundo venidero y en la rendición de cuentas. Los diez espías pecadores que calumniaron la Tierra de Israel les faltaba la fe en el verdadero tzadik, en Moisés. Entonces en la prueba de emuná los espías no tuvieron mejor nota que los cananeos y es por eso que toda esa generación tuvo que morir y tuvieron que pasar otros cuarenta años hasta que  los israelitas pudieran entrar a la Tierra de Israel.

 

Cuando contemplamos el pecado de los espías con ojos de emuná, llegamos a una notable conclusión: la conquista de nuestra patria depende de que tengamos más emuná que nuestros enemigos. Y esto mantiene su vigencia hasta el día de hoy.

 

Fijémonos alrededor: millones de shahidim, terroristas suicidas que están dispuestos a sacrificar sus vidas por el jihad, la guerra santa islámica en contra de los judíos: Tanto el Hamas sunni como la Hizbolla shiita –dos organizaciones que normalmente se harían pedazos la una a la otra– de repente se unifican en su fe shahida morir una muete de mártir por aquello en lo que creen.

 

Este es nuestro más grande desafío: si Hamas y Hizbolla tienen un 96 de emuna en lo que creen, entonces nosotros tenemos que tener pro lo menos un 97 de emuná para poder superarlos. Nuestra prosperidad en este vecindario tan hostil denominado “el Medio Oriente” depende simplemente de un confrontamiento: nuestra emuná versus la emuná de ellos.

 

Quién ha de prevalecer? La nación que tiene la fortuna de tener un tzadik que escribió En el Jardín de la Fe ciertamente tendrá la victoria. Ya van a ver!

 

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1. Silvia

6/21/2016

Quien teme al UNO no TEME a Ninguno

2. Silvia

6/21/2016

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